De un sitio que provocaba un goteo informativo constante se convirtió en un tsunami de datos que desnudaron la diplomacia
estadunidense
Viernes 24 de diciembre de 2010, p. 2
Quizá deberíamos llamar a 2010 el año de la filtración. Lo que a principios de años comenzó como un goteo constante, se convirtió en un tsunami de datos al tiempo que Wikileaks causaba convulsiones alrededor del globo con una serie de revelaciones que culminaron en la publicación de un cuarto de millón de comunicados secretos del Departamento de Estado de Estados Unidos.
Durante cuatro años la plataforma del dedo acusador fundada por el volátil ex hacker transformado en activista de la transparencia, Julian Assange, publicó filtraciones que iban desde profundas (sobre corrupción en Kenia) hasta puramente frívolas (el contenido de los correos electrónicos de la cuenta de Yahoo de Sarah Palin).
Pero en 2010 Wikileaks se convirtió en un auténtico fenómeno global cuando Assange organizó y difundió una serie de revelaciones dañinas para la imagen de Estados Unidos, cortesía de un solitario analista de inteligencia del ejército quien, supuestamente por rencor, descargó información secreta del país más poderoso del mundo, equivalente a un arca del tesoro y que logró sacar de instalaciones de seguridad copiándola en un disco compacto de Lady Gaga.
El año de la filtración comenzó en abril con daño colateral
, un desgarrador video tomado desde la cabina de un helicóptero estadunidense Apache que mostraba la nave acribillando a un grupo de hombres no todos armados, en Bagdad, entre los que había dos periodistas de Reuters. Con fría precisión, los hombres desaparecían en un remolino de metal ardiente. Cuando una camioneta llena de civiles, entre los que había dos niños, llegó al lugar para trasladar a las víctimas a un hospital, se le disparó también. Dicho video fue una revelación clave porque constató que era totalmente falso el reporte oficial del ejército sobre lo ocurrido ese día. Pero también colocó a Wikileaks en la mira del gobierno estadunidense, que juró venganza contra la fuente de la filtración, arrestó al soldado supuestamente culpable y convirtió a Assange en el enemigo público del Capitolio.
Sin inmutarse, Wikileaks siguió con sus revelaciones y publicó 75 mil reportes de batalla del ejército estadunidense en Afganistán. Washington se quejó amargamente de que estas filtraciones ponían en peligro a soldados y civiles, al tiempo que periodistas e historiadores se volcaban alegremente sobre los documentos, aun cuando éstos sólo confirmaban mucho de lo que ya todos sabíamos: que la guerra en Afganistán contra el Talibán y militantes islamitas no iba bien.
Grupos de derechos humanos tuvieron un poco más de problemas con los reportes. Si bien elogiaban las verdades que surgían en cuanto a los verdaderos costos de la guerra, también condenaban a Wikileaks y a sus socios en los medios por no especificar los nombres de los civiles que trabajaban con las fuerzas de la OTAN en Afganistán.
Wikileaks llegó a su dimensión global. Tres meses más tarde, 400 mil reportes de la guerra de Irak fueron publicados en lo que se describió como la más grande fuga de documentos clasificados de la historia
. Los halcones de Capitol Hill estaban como si les hubiera dado apoplejía y se escucharon las primeras sugerencias entre dientes de que era necesario asesinar o arrestar a Assange. Todas las anteriores filtraciones palidecieron en comparación a la siguiente piece de resistánce de Wikileaks, que consistió en publicar 240 mil cables secretos de embajadas estadunidenses en todo el mundo.
Se nos reveló que la gente a la que elegimos –o en muchos lugares, nos es impuesta– mienten, apuñalan por la espalda, se quejan, refunfuñan, espían, hacen de dobles agentes y actúan como chismosos en el repulsivo teatro de la diplomacia global.
Pero al tiempo de que Wikileaks brindaba por su triunfo, la organización amenazaba con desmoronarse. Poco antes de que se difundieran los reportes de guerra en Irak, un grupo de voluntarios colaboradores de Assange, incluido su vocero principal, abandonaron a su jefe y fundaron su propio sitio de revelaciones, rival de Wikileaks.
Con su lanzamiento a la fama y el estrellato globales, el comportamiento del fundador de Wikileaks, de 39 años, también causó dolores de cabeza. Encuentros con dos mujeres que tuvo en Suecia llevaron a una investigación por violación y acoso sexual que derivó en batallas de extradición que duraron meses. Assange niega toda acusación de conducta sexual impropia y afirma que la investigación sueca es parte de una campaña de calumnia a su campaña y descrédito a su organización que han emprendido, en su conjunto, las elites más poderosas del mundo.
Fiscales estadunidenses, en tanto, se afanan en crear un gran jurado que trate de abrir su propia causa en contra del australiano.
Si 2010 fue el año de la filtración, con toda seguridad 2011 será el año de las luchas legales tamaño mamut, para mantener en acción al más exitoso portal de Internet de soplones. Será un buen año para los abogados.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca
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