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miércoles, 11 de septiembre de 2019

Macri no es un presidente



La Real Academia define a la paradoja como una idea extraña u opuesta a la común opinión. Segunda acepción: aserción inverosímil o absurda, que se presenta con apariencia de verdadera. Tercera: figura de la retórica que consiste en emplear expresiones o frases que envuelven contradicción.
Borges y Perón (¡vaya oxímoron!) veneraban las paradojas. El líder de los trabajadores las usaba metafóricamente para sortear los entresijos del poder, y al autor de Borges y yo le encantaba sorprender al lector: No se cuál de los dos escribe esta página.
Perón decía: No hay peor cosa que un bruto con inquietudes. Borges decía: La democracia es un abuso de la estadística. Y así, con el terreno política y culturalmente abonado en el ADN del ser nacional, las llamadas neurociencias instalaron el culto a la paradoja, logrando que los argentinos votaran en contra de sus intereses.
Con ligereza, se ha dicho que la operación habría sido mero “ marketing electoral”: medias verdades, mentiras, engaños, distorsiones de la realidad. Negativo. Fue un trabajo muy bien pensado, diseñado y programado de terrorismo financiero, sociológico, mediático y jurídico, que expandió su metástasis durante los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner (2007-15).
Hace cuatro años, Mauricio Macri ganó las elecciones por un pelito. Pero el mes pasado, los argentinos apagaron sus telefonitos, y conjuraron la maldición algorítmica. El gobernante fue impiedosamente derrotado en las elecciones primarias (49.9 a 32.9 por ciento), y dicen que un asesor presidencial trató de serenarlo, con la referida sentencia de Borges.
Al día siguiente, ostensiblemente demacrado, Macri culpó a los electores de haber votado mal (sic). Y luego, en menos de 24 horas, pidió perdón por el exabrupto, diciendo que no había dormido bien (sic). Mientras que en la provincia de Buenos Aires, la justicia electoral detenía a un funcionario macrista que empezó a gritar ¡esto no ocurrió!, rompiendo las planillas de los resultados en la mesa que había fiscalizado.
La contrición duró poco. La semana pasada, Macri volvió a expresar que en su gobierno están convencidos de que la elección no sucedió… (sic), añadiendo que el problema de la debacle financiera no fue su política económica, sino unas elecciones democráticas.
¿Bipolaridad? ¿Esquizofrenia? No voy a incursionar en disciplinas ajenas al oficio. Aunque vale recordar que un presidente de Ecuador, Abdalá Bucaram, fue destituido en 1997 por insania mental. A más de que en su momento, la canalla mediática argentina se regodeó, ferozmente, asegurando que Cristina Fernández de Kirchner padecía el síndrome de Hybris.
Entonces, por asociación, vino a mi mente el célebre cuadro Esto no es una pipa, de René Magritte. La imagen del pintor surrealista belga representa, en efecto, una pipa. Pero la aclaración al pie de la obra niega tal realidad, con una afirmación contraria a lo mostrado en la imagen. ¡Bingo! La provocación dio resultado, y es paradójico que críticos sagaces concluyeran que imagen y texto son líneas y puntos trazados sobre un papel.
Le dejo el ejemplo para que lo piense. Después de todo, un ex ministro de Educación de Macri, Esteban Bullrich, había dicho: Debemos crear argentinos capaces de vivir en la incertidumbre. En tanto que de su lado, el comunicólogo Walter C. Medina aseguraba que el periodismo aceitado del macrismo practicaba una dudosa técnica que seduce y logra inocularse en quienes no saben distinguir entre lo abstracto y lo concreto.
Vayamos a lo real. Es decir, la pipa. Por ejemplo, el comentario de la vice de Macri, Gabriela Michetti, cuando propuso suspender por un tiempo, los comicios parlamentarios de medio periodo. El clima político está tiñendo todas las cuestiones, dijo la número dos del equipo de oligarcas y CEO que odian la política. Añadiendo: Cada vez que tenemos elecciones se empieza a hacer un lío horrible.
Tiene razón. Con lo cual, las paradojas del oxímoron borgiano-peronista quedan despejadas. Porque si la diferencia entre el binomio kirchnerista y el neoliberal fue de 4 millones de votos apenas, no hay duda de que para los brutos con inquietudes, la democracia puede ser vista, simplemente, como un abuso de la estadística.

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