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martes, 17 de septiembre de 2019

Arabia Saudita: construir pretextos

Editorial La Jornada


El sábado pasado fueron atacadas con drones dos instalaciones petroleras en Arabia Saudita: el campo petrolero de Aramco, en Buqyaq, y una planta de procesamiento en Abqaiq quedaron fuera de servicio, luego de sendos sabotajes que fueron reivindicados, poco después, por rebeldes hutíes de Yemen que combaten la intervención saudiárabe en su país.
Los atentados provocaron una drástica reducción (de 50 por ciento) en la capacidad de exportación de hidrocarburos de Arabia Saudita, lo que generó, a su vez, un fuerte incremento en los precios internacionales del crudo.
A este impacto preocupante ha de agregarse el intento de manipulación por parte del gobierno estadunidense, cuyo secretario de Estado, Mike Pompeo, acusó a Irán de ser el autor de los ataques. Las autoridades de Riad, más cautas, se limitaron a afirmar que las armas utilizadas en ambos ataques proceden de Irán.
Durante el fin de semana, Washington fue reforzando el relato que señalaría a la república islámica como responsable de los atentados. Con su bravuconería habitual, el presidente Donald Trump dijo, por su parte, que Estados Unidos está armado y listo para responder.
La influencia de Washington alcanzó al emisario de las Naciones Unidas para Yemen, Martin Griffiths, quien dijo ayer en una comparecencia ante el Consejo de Seguridad de ese organismo: sabemos quién está detrás de estos ataques, aunque enfatizó que es necesario impulsar una solución política al añejo conflicto yemenita.
La manipulación, en todo caso, tiene precedentes: la Casa Blanca ha venido fabricando desde hace años pretextos para iniciar una escalada de hostilidades bélicas en contra de Irán, en tanto que para la monarquía saudita esta narrativa sirve para un doble propósito: por una parte, intensificar las presiones hacia Teherán, que ha sido su rival regional durante décadas, y por la otra, desviar la atención del conflicto yemení, en el que Riad ha mantenido una intervención militar cruenta e injustificable que ha derivado en la comisión de crímenes de lea humanidad.
Lo cierto es que desde hace más de cuatro años el presidente yemenita, Abdo Rabu Mansur Hadi, es mantenido en un cargo casi simbólico únicamente por la intervención saudiárabe, en el marco de la cual se ha bombardeado indiscriminadamente hospitales, escuelas y áreas residenciales.
En respuesta, los hutíes han venido realizando ataques de diversa magnitud contra objetivos situados en Arabia Saudita.
Para detener tal escalada bastaría con que la monarquía petrolera sacara las manos de Yemen. Sin embargo, el curso de los sucesos parece favorecer los intereses geoestratégicos de Riad y de Washington y podría derivar en una agresión a Irán.
La manipulación de los sabotajes contra la infraestructura petrolera saudita obliga a recordar, en este sentido, la fabricación de la mentira sobre las armas de destrucción masiva que dio pie a la invasión de Irak en 2003.
En ese entonces la gran mayoría de los medios informativos occidentales optaron por repetir de manera acrítica el montaje estadunidense y por legitimar, de esa forma, una guerra a todas luces injusta y violatoria del derecho internacional.
Cabe esperar que en esta ocasión haya más capacidad de discernimiento.

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