El cohete a la luna
Estados Unidos ya es el principal sostén del gobierno, pero avanza la construcción de un frente patriótico |
El nuevo acuerdo con el
FMI pone el centro del esfuerzo en garantizar el pago de la deuda y en
permitir la continuidad del proceso de fuga de capitales, sacrificando
la actividad económica, el bolsillo popular y el empleo. Su aprobación
indica que entramos en una dinámica en la cual el ideal del desarrollo
fue abandonado a cambio del de la sobrevida. Ya no se trata de vivir
mejor ni de la revolución de la alegría, sino solo de llegar a las
elecciones de 2019.
¿Puede llegar al final de su mandato el gobierno?
La pregunta está instalada, y hasta el propio Presidente asegura que
“va a seguir hasta el final”. Si bien el panorama económico parece
contrastar con el optimismo gubernamental, a la vista del análisis
político hay una serie de indicios que diferencian la situación actual
de la de 2001 e invitan a no subestimar el derrotero y la peligrosidad
del macrismo.
En primer lugar que todas las mediciones indican la
existencia de una base social significativa que se mantiene firme junto
al gobierno, cohesionada por el antikirchnerismo, movilizada y que
tolera, e incluso exige, un nivel de violencia gubernamental inédito
desde hace muchos años. La constancia de que tanto en las elecciones
presidenciales del ’89 como en las de 2003 existió alrededor de un 40
por ciento de la población que votó opciones neoliberales conduce a no
desconocer su existencia, incluso en un contexto de catástrofe
económica. Claro que no es sencillo convertir esa minoría en una mayoría
que pueda ganar un balotaje. Pero sí es posible gobernar apoyado en esa
minoría activa, siempre y cuando la segunda Alianza mantenga su
capacidad de representarla, un punto clave que determinó la caída de la
primera Alianza.
En segundo lugar que la dependencia del país
respecto de los Estados Unidos dio un salto de calidad en el nuevo
acuerdo con el FMI. El apoyo de Donald Trump a Macri se inscribe nada
menos que en una de las prioridades de la política exterior
norteamericana. El mismo día que el Presidente argentino anunciaba su
enamoramiento de Christine Lagarde, Trump aseguraba ante la Asamblea
General de las Naciones Unidas que “aquí en el hemisferio occidental
estamos comprometidos a mantener nuestra independencia de la intrusión
de potencias extranjeras expansionistas” y explicaba que “ha sido la
política formal de nuestro país desde el presidente Monroe que
rechacemos la interferencia de naciones extranjeras en este hemisferio y
en nuestros propios asuntos”. En 2001 los cambios de la política
interior argentina no aparentaban amenazar el diseño norteamericano,
como sí podría hacerlo ahora el regreso del populismo, que defendió una
política exterior no alineada con la potencia del norte. Tanto un nuevo
gobierno del PT en Brasil como la profundización de la relación entre
Venezuela y China generan un contexto latinoamericano que enciende las
luces amarillas en Washington.
En tercer lugar el peronismo
dialoguista sabe que si le suelta la mano al gobierno no tiene ninguna
garantía de que el poder caiga en sus manos, como sí sucedía en 2001,
sino que por el contrario la hipótesis neoduhaldista podría conducir a
un regreso del kirchnerismo. Y desde su cálculo de intereses no hay
razón para que prefiera ese escenario a una continuidad del macrismo.
Pese al reiterado intento de relanzar un plan B confiable para el
círculo rojo, con una foto entre el gobernador saliente de Salta, el
senador saliente de Río Negro, el ex diputado del Frente Renovador y el
gobernador de Córdoba, este espacio político continúa sin tener un
asidero en las urnas que respalde sus ambiciones.
La construcción de un frente patriótico
En
espejo a la conversión del gobierno argentino en una administración
neocolonial, en nuestro país se están dando una serie de pasos que
permiten proyectar la construcción de un frente patriótico.
La
formación del Frente Sindical por el Modelo Nacional, la movilización
conjunta con las CTA y los movimientos sociales a Plaza de Mayo el 24 de
septiembre y los múltiples actos gremiales a lo largo y ancho del país
durante el paro general representan pasos fundamentales en el proceso de
reagrupamiento de las organizaciones sindicales enfrentadas con el
neoliberalismo. No solamente por la acumulación de fuerza social que
implican, imprescindible para enfrentar y derrotar el plan de ajuste,
sino también porque asumieron un explícito perfil político.
A
diferencia de otras oportunidades en las que primó el espíritu de
resistencia o el corporativismo sectorial, el acto en Ferro del nuevo
agrupamiento opositor dentro de la CGT se planteó aportar al regreso de
un gobierno nacional y popular en 2019. Como señaló Ana Natalucci, “el
planteo no se reduce a movilizarse, a diferencia del 2001, sino a ser
convocados a participar para la definición del programa del próximo
gobierno”. No se trata de un dato menor.
Asimismo, al interior de
los movimientos sociales que agrupan a los trabajadores y trabajadoras
de la economía popular surgió un sector referenciado en Juan Grabois que
también se propone aportar a la construcción de un frente patriótico
liderado por Cristina Kirchner, junto a sectores juveniles y de
izquierda. Ese planteo se apoya en la caracterización de que la ex
Presidenta está sufriendo una persecución judicial y en una
reivindicación crítica de sus gobiernos. Ese planteo quebró las
ilusiones de que exista un frente político de los movimientos sociales
enfrentado al liderazgo de Cristina, que se había esbozado hace pocos
meses.
Todos estos movimientos en el panorama del campo popular
permiten imaginar de manera viable la construcción de un poderoso frente
antineoliberal hacia las próximas elecciones, protagonizado por los
sectores sociales movilizados. ¿Podrían incorporarse en las próximas
semanas a esta dinámica sectores del movimiento feminista, de los
organismos de Derechos Humanos, del movimiento estudiantil y los gremios
docentes, de las organizaciones de científicos e investigadores, de los
trabajadores y trabajadoras de la cultura? ¿Podrá existir una
convocatoria a la construcción colectiva de un programa de gobierno?
Por
lo pronto vemos cómo se refuerza una creciente polarización alrededor
del eje de la disputa hegemónica en nuestro país: de un lado las fuerzas
de la restauración neoliberal y el alineamiento con los Estados Unidos;
del otro lado las fuerzas que pueden permitir retomar y profundizar el
rumbo nacional-popular.
Christine o Cristina.
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