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lunes, 19 de noviembre de 2012

Colombia desde otra mirada

Por Anubis Galardy *
Imagen activaBogotá (PL) Se les descubre en cualquier parte. Aparecen como una floración extraña, discordante con los rascacielos en proa hacia el infinito y el esplendor de los grandes centros comerciales que encandilan la vista. Por lo general, duermen en las calles, se cobijan como pueden con harapos y periódicos desechables para resguardarse del rigor del clima húmedo y el frío cortante de las madrugadas bogotanas.

Son los mendigos, los "ñeros", como les llaman, los desfavorecidos de siempre, los pobres en su eternidad. En las mañanas, con la mano extendida, acechante. En las noches, con su propia miseria a cuestas.

Pululan por las calles, conforman una multitud engrosada por los niños e incluso mujeres gestantes, a la expectativa de las pausas de los semáforos, para arriesgarse entre los automóviles y ofrecer su mercancía: flores, periódicos, revistas, baratijas disímiles.

Quiero estudiar, dice a Prensa Latina un muchachito de apenas 10 años, quiero ser ingeniero y ayudar a mi familia. En sus ojos alienta un fulgor de esperanza.

Es el paisaje de la pobreza. Emerge más allá de la monumentalidad de los Andes que parecen custodiar la capital colombiana, cuyas faldas están permeadas de casuchas improvisadas al mandato de la necesidad de sobrevivir y guarecerse: cartones, tablas recopiladas al azar, planchas de zinc y alguna que otra pared de ladrillos, en el caso de los más afortunados.

A ellos se suman los desplazados por la violencia, una ráfaga humana que se acomoda donde puede. Suele vérseles en filas ante las oficinas habilitadas para proporcionarles ayuda estatal, pero los trámites, aducen algunos de ellos, pueden durar meses y hasta años.

Los índices del Departamento Nacional de Estadísticas reflejan que el desempleo disminuye progresivamente en Colombia, en una marcha constante si bien lenta.

La realidad muestra la otra cara de la moneda. Sólo en la llamada rebusca, que agrupa a las personas inconformes con la ocupación que ejercen o en continua cacería de un trabajo estable, las cifras hablan por sí solas: siete millones 779 colombianos compulsados a aferrarse a cualquier asidero momentáneo, con independencia de su nivel profesional o técnico. Por supuesto, privados de los derechos elementales.

La cifra oficial solo se ciñe a cinco de las ciudades principales del país: Bogotá, Medellín, Cali, Bucaramanga y Barranquilla. En tanto la realidad de departamentos como el Chocó es otra.

Según datos oficiales, Colombia es el país más desigual de América Latina y el tercero en el mundo después de Haití, de acuerdo con el índice GINI (un coeficiente que consiste en la medida técnica de la desigualdad en la distribución del ingreso, en la que el número 1 es lo más alto. Aquí registra el 0,60).

La desigualdad social se expresa en diversos ámbitos -de acuerdo con diferentes estudios-, en la posición socioeconómica, en la brecha entre regiones y en las diferencias étnicas y de género, apunta el analista Jimy Ríos.

A nivel nacional, el promedio de necesidades básicas insatisfechas es del 60 por ciento entre los indígenas y del 68 por ciento entre los afrodescendientes, sólo para poner un ejemplo, señala.

El nueve por ciento más rico de la población se alza con el 60 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). Al 10 por ciento más pobre le corresponden los sobrantes del 0,5 por ciento del PIB. Mientras, el 0,5 por ciento de los más ricos se apropia de una quinta parte de la riqueza de la sociedad, agrega.

De acuerdo con datos recientes de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el nivel de pobreza de los niños y adolescentes colombianos es de un 45 por ciento y un 17 por ciento de indigencia.

La suma de esos dos porcentajes arroja un 62 por ciento de ese sector poblacional sin recursos de ninguna índole en cuanto a salud, educación, alimentación y protección física o emocional.

El senador Mauricio Ospina, en fecha reciente, dijo a Prensa Latina que la paz que necesita Colombia, y anhelan todos los colombianos, debe asentarse en la erradicación de las inequidades sociales y del modelo capitalista, de corte neoliberal predominante, con todas las implicaciones que ello implica.

La solución del grave problema del control, uso y tenencia de la tierra, génesis del surgimiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC-EP), está en la base de esa pirámide, sostuvo.

*Corresponsal de Prensa Latina en Colombia.

arb/ag

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