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miércoles, 8 de agosto de 2012

UNA VALQUIRIA SE PERFILA EN EL HORIZONTE

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¿Dónde están los Stauffenberg modernos que la lleven a cabo sin fallar?

Los autoatentados que la cúpula oligárquica sumida en el negocio armamentista de última generación en Estados Unidos, cada vez son más cínicos y velados. De tal manera que uno de ellos, considerado en su momento la afrenta japonesa más cobarde y vil contra la nación diseminadora de la democracia en los últimos tiempos, Pearl Harbor, llevada incluso a la pantalla de cine por la Touchstone Pictures en 2001, producida por Jerry Bruckheimer y Michael Bay, ya fue desenmascarada como una de los más deleznables y escandalosas patrañas conspirativas mediáticas de los yanquis para que los zares de su industria militar consiguieran la aprobación y beneplácito de la opinión pública estadounidense para agenciarse de fondos federales suficientes con los cuales desarrollar armas que en “tiempos de paz” jamás habrían podido hacer y, que en medio de la guerra contra Japón, pudieron probarlas a través de la detonación de las dos bombas atómicas en las ciudades de Hiroshima y Nagasaky, con lo cual los Estados Unidos de América, no importando la carnicería que realizó para ello, se logró posicionar como la mayor potencia armamentista post-guerra de ese momento. Ranking que sigue manteniendo.

Sin embargo, luego de inaugurar con ese genocida experimento nuclear su hegemonía planetaria, su declive y pérdida de influencia mundial, tanto en lo económico, político y moral, se ha ido agudizando, por razones objetivas que están implícitas en la dinámica propia del sistema capitalista. A tal punto que sus jerarcas estimen necesario recuperar y aumentar su dominio por medio del control militar que requiere para ello de una modernización en su industria armamentista y, por ende, de su consecuente dialéctica mortal: la guerra. Maldición a la que apostó esta oligarquía en una interminable maldición sísifa.

El Proyecto para un Nuevo Siglo Americano, que en uno de sus postulados estima que, «la necesidad de una fuerte presencia estadounidense en el Golfo va más allá del tema del régimen de Sadam Husein», cuya guerra se llevó a cabo a partir de otro gran pretexto fabricado minuciosamente y que, sin embargo, dejó tantos cabos sueltos que muchos intelectuales alrededor del mundo no se tragaron la pildorita de que la “barbarie fanática musulmana” fuera la culpable del “ataque a las torres gemelas del World Trade Center –WTC-“, es la prueba irrefutable que Irak es una pieza más en su tablero geopolítico tal como consideraron a Libia y hoy a Siria, Líbano, Somalia, Sudán e Irán.

La poderosa nomeklatura militar estadounidense, culpable de provocar la inestabilidad que el planeta sufre en este momento, es la que en su desesperación por mantenerse hegemónica hace peligrar la vida misma sobre la Tierra. Desde la última década del siglo pasado hasta las primeras de éste, no han cejado en llevar muerte y destrucción especialmente en la zona central del Asia y en el continente africano debido a la imperiosa necesidad de controlar los grandes recursos energéticos que poseen dichas regiones, siguiendo a pie juntillas las sugerencias bélicas de su gran ideólogo, Zbigniew Brzezinski depositadas en su libro “El gran tablero mundial. Supremacía EEUU e imperativos estratégicos”, publicado en 1997, donde expresó ampliamente que “para que Estados Unidos pueda mantener su predominio global es necesario que ese país controle el Asia central, con sus vastos recursos petrolíferos, y que un nuevo Pearl Harbour sería útil para obtener el apoyo de la opinión pública estadounidense a esos designios imperiales”.
Con el ataque de sus mismos aviones no tripulados (drones) y la detonación controlada a sus Torres Gemelas del WTC, se fabricó ese nuevo Pearl Harbor que Brzezinski sugería. Elevando la urdimbre a la talla de tragedia mundial por medio de películas de su ya trillada industria cinematográfica como “Vuelo 93” de Paul Greengrass y “World Trade Centre” de Oliver Stone. Empero, a pesar de todo ese engaño, el botín conseguido con el saqueo de las naciones que bajo el pretexto de ser consideradas las “culpables” de ese atentado, el cual sirvió para apuntalar su industria letal, no ha sido el más fácil. Con todo, los yanquis no pudieron elevar su economía y su retroceso ineluctable a una potencia en decadencia es sostenido y plausible. A tal punto que China Popular se conforma como la potencia emergente que le ha arrebatado zonas de influencia donde antes el Imperio se enseñoreaba. Esta contradicción es lo que ha convertido al viejo Imperio en un peligro latente para el mundo. Su elite demencial pretende con nuevos pretextos lanzarse con todo su poderío armamentista contra las zonas que han y siguen escapando de su órbita.
Sin embargo, pese a fabricar las más inverosímiles justificaciones (defensa de la democracia, intervenciones humanitarias por desastres, rescate de los pueblos indefensos de sus “tiranos”, etcétera), gracias a las redes sociales y los últimos inventos comunicacionales, consecuencias de las propias contradicciones del capitalismo, la opinión pública mundial ya no se admite sus viejos y trillados libretos. De ahí, que el cinismo y la desvergüenza que ahora manifiestan abiertamente sus líderes cuando de atacar a otros países se trata hayan suplido a la diplomacia. Una prueba de ello, la violación flagrante de la soberanía de otras naciones a través del ataque de sus drones con los cuales se pretende eliminar selectivamente a los “enemigos” del Imperio, sin que ni el Secretario General de la ONU ni otras instancias adscritas a ella se pronuncien contundentemente al respecto de esos abusos a los mismos postulados de la Organización . Al contrario, todo apunta que dichos funcionarios e instancias están al servicio de los planes imperiales. La última agresión a Libia y ahora contra Siria, han afirmado esa mortífera simbiosis.
La tónica parece no cambiará. Los dirigentes de la ONU, por esa asqueante genuflexión, pierden cada día que pasa más autoridad y las naciones agredidas han tenido que recurrir a sus propias fuerzas para contrarrestar los ataques imperialistas como es el caso de Siria actualmente. Por tanto, si las potencias colonialistas ganan terreno y sus objetivos son conseguidos, como lo representa en este instante el derrocamiento del gobierno legítimo de Bashar Al-Assad para luego marchar contra Irán, la anarquía se enseñoreará sobre el planeta lo que se traducirá en la conformación de un gobierno mundial liderado por el Estado fascista más grande de todos los tiempos, Estados Unidos y sus secuaces de las demás potencias capitalistas declinantes como Inglaterra, Francia y Alemania lo cual retrasará por muchos años más la instauración real del mundo multipolar.
Similar a los tiempos del régimen nacional-socialista (nazi) liderado por Adolf Hitler, los crímenes del Imperialismo son exorbitantes con el agravante de desvergonzados y cínicos. De tal manera que es muy probable que pronto seamos testigos de un golpe maestro y necesario dentro de las filas de la nomenklatura militar de Estados Unidos. Una especie de operación Valquiria cuya tónica repita la esencia del movimiento del 20 de julio de 1944 contra el führer.
La premisa existe, sin embargo, su evolución sufre los tropiezos propios de toda conspiración que por los antecedentes históricos mantiene una vigilancia extrema de parte del aparato de seguridad del Imperio que hace casi imposible el complot. Pero, siempre existen las rendijas por donde el agua se cuela y, por la posición insostenible del actuar fascista de la potencia del Norte es seguro que en estos momentos los Claus von Stauffenberg pululen entre sus filas castrenses.
Si el 20 de julio de 1944 representó la más clara asonada militar contra el Estado Mayor Nacional-Socialista (nazis) que pretendía comenzar con la necesaria eliminación física de su líder, Adolf Hitler, la decisión tomada en aquellos tiempos se basó más en razones de sobrevivencia del mismo régimen ante una inminente derrota frente a los aliados, especialmente luego del fracaso de Stalingrado, que en el fuero humanista de sus organizadores. Hoy las razones son similares, pero también, mucho más críticas y urgentes por razones de sobrevivencia del mismo sistema capitalista y del planeta, donde incluso sus ideólogos más radicales, han de contemplar con mayor recurrencia esa cruda posibilidad.
Para esos ideólogos, que no están pensando en el bienestar de la humanidad entera, como tampoco lo hicieron los conspiradores del 20/07/1944 en Alemania, sino la prevalencia de su clase como hegemónica, los Estados Unidos de América debe rehacer su imagen democrática asentada en el Acta de Filadelfia para suplir esa figura tan deteriorada y poco creíble que posee hoy. Pero para ello se debe salvar el obstáculo que se interpone con esos propósitos: el poder en manos de una dirigencia corrupta y perturbada pero fuertemente defendida. De ahí, que pensar en el golpe marcial –pues solo los militares están en condiciones de llevarlo a cabo- que permita no solo reconfigurarse como potencia sino que, a partir de ello, frenar el avance de los pueblos y las fuerzas populares que apuntan al socialismo, su acérrimo enemigo histórico a muerte, es su razón fundamental para pensar en al posibilidad y remozar al sistema capitalista que en su variante neoliberal se ha agotado.
A pesar de saber perfectamente que el capitalismo no tiene futuro por la misma dialéctica del cambio constante, consideran que lo necesario son sus ajustes y perfeccionamiento. Temen, como es normal, al cambio violento como se vislumbra; abogan por una transición donde el régimen de su propiedad sea respetado de tal manera que sus intereses estén a salvo. Que se vaya cediendo en la hegemonía mundial sin derramamientos exagerados de sangre. Una transición que no despedace la vida de los trabajadores, pues temen que la furia de estos arrase su forma de vida lo que representaría para sus generaciones venideras la pérdida total de bienes e influencias. Al fin que el capital no tiene patria.
Piensan en una transición dentro del mismo régimen social donde ellos seguirán teniendo autoridad y mando. Quizá más equitativo pero al final hegemonizado por ellos. Una distensión en la correlación de fuerzas. Muy inteligente de su parte.
No obstante, es una disyuntiva que bien valdría la pena apoyar, mientras frene la guerra mundial. Sin miedo ni prejuicios, sino más bien pensando que en una guerra planetaria los pobres perderían más, pero también los ricos. En fin la especie entera. Especialmente si en ella se involucra armamento nuclear y químico.
Mientras tanto, el ala guerrerista del stablishment imperial ha dado enormes posibilidades de organización a los pueblos por medio de sus agresiones. Organización que no hubiese sido posible si el Imperio en la búsqueda desesperada del control mundial no hubiera metido sus manos en sus historias. Ricas y diversas experiencias para la conformación del gobierno mundial de los trabajadores que, de paso advierto, no será un paraíso en sus principios. Hay que tener en cuenta de donde venimos, que vicios acarreamos y que intereses individualistas y gremiales protegemos.
Pero eso, será material de próximas entregas. Entre tanto, un fuerte olor a Valquiria se siente en el seno mismo del Imperio. Y, me pregunto ¿Quiénes serán los Stauffenberg que se atrevan a hacerla posible y no fallar esta vez?

Carlos Maldonado
Colectivo “La Gotera”

Guatemala, 02 de agosto de 2012

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