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martes, 19 de noviembre de 2019

La conexión golpista está en Sao Paulo y Miami


Comité Editorial de La Abeja

El golpe de Estado contra Evo Morales continúa en medio de protestas y la juramentación presidencial express de Jeanine Añez, quien acaba de juramentar a su gabinete ministerial y de poner una indígena de El Alto, como Martha Yujra, en la cartera de Cultura. Las actividades se van “normalizado” en Santa Cruz y el Oriente boliviano, mientras que algunos diputados del MAS como Choque están llamando a “la pacificación” para que “las FF.AA. regresen a los cuarteles”, que es el plan de un sector del golpismo, para darle un barniz democrático al golpe cívico-policial y militar contra el propio gobierno masista.
En medio de este desarrollo de la crisis política boliviana que todavía no se cierra, han quedado preguntas en el aire, que hasta ahora pocos saben cómo responder objetivamente. ¿Qué pasó con 14 años del MAS en el poder?, ¿Por qué perdieron bastiones históricos como Potosí? ¿Quiénes están detrás de Camacho para dar un golpe tan certero que hasta el propio Evo se propone como “pacificador”? ¿Quién además de la CIA le interesa el golpe contra Evo?
Bolivia es un país, fundamentalmente, exportador de gas, llegando la exportación en 2018 a un 33% del total de sus exportaciones, muy por debajo del 50% que habían alcanzado en 2014. En esta cuestión, la crisis mundial y la caída de los precios del gas, soja y petróleo, tienen mucho que ver, produciendo un déficit fiscal del 8% del PBI.
Bolivia tiene como gran comprador de gas a Brasil. El 2014 exportó 62% y 37% a Brasil y Argentina, respectivamente, por un valor de $6 030 millones. No obstante, según el jefe del INE, Santiago Farjat, “… la actividad de petróleo crudo y gas natural presentó un crecimiento negativo de 7,82% por la disminución de la demanda de gas natural por parte de Argentina y Brasil…” (América economía, 24/04/19).
Para Brasil era muy caro seguir comprando gas a Bolivia y encontró nuevos vendedores de otras regiones a la vez que aumentó su suministro a través de su plataforma submarina PRESAL. Por eso redujo a una tercera parte la compra de gas a Bolivia y más bien, aun con el PT en el poder, solicitaron a Evo Morales bajar el precio del gas para seguir consumiéndole.
Una vez que Bolsonaro llegó a Palacio de Planalto se recrudecieron las presiones al gobierno masista teniendo en cuenta que los contratos terminan este año. Por otro lado, al protofascista de Bolsonaro, no le interesa desarrollar el MERCOSUR (lo que anunció durante su campaña electoral), sino sus relaciones económicas y agroindustriales con Donald Trump y el capitalismo financiero.
“…Mientras Bolsonaro se empeña en la ruptura con este organismo (Mercosur) a favor de un comercio preferencial con el imperialismo norteamericano (posición sostenida por su ministro de economía Paulo Guedes y por los hijos de Bolsonaro), el canciller Ernesto Araujo, el asesor para asuntos internacionales Filipe Martins, y las fuerzas armadas -que fueron las que impusieron la candidatura y el ascenso del actual mandatario- se enfrentan a Guedes y al presidente (representantes del sector financiero) en nombre del sector industrial representados en la confederación nacional de la industria. Una razón fundamental para defender el Mercosur es que éste en 2018 absorbió exportaciones brasileñas por 16.700 millones de dólares y la Argentina más de 12.000 millones…”, redactó Roberto Gellert (prensa obrera, 09/11/19). A esto habría que agregar que Brasil tiene enormes inversiones en la agroindustria del oriente boliviano.
En medio de estas contradicciones en el gobierno de Bolsonaro, está claro, como señalamos líneas arriba, de que a Bolsonaro, le interesa más las relaciones con EE.UU. no solo por la cuestión ideológica sino económica. El mismo teórico del Trumpismo, Steve Bannon, tiene relaciones estrechas con los Bolsonaro.
Por su puesto, que el golpe de Estado, hay que ubicarlo dentro del escenario de ingentes rebeliones populares en Puerto Rico, Chile, Ecuador, Haití, etc. que han logrado conquistas importantes, derrotando, en el caso de los países andinos, los planes de ajuste del FMI.
Es así como llegamos a la conclusión de que todo el plan golpista para derrocar a Evo Morales se organizó intelectual y físicamente en Sau Paulo. Y en efecto, según audios y videos, propalados por las redes, Luis Camacho, se reunió varias veces con el canciller brasileño Araujo. En estas conversaciones se destaca el hecho que ellos (Bolsonaro y cía), ya tenían previsto que el punto de partido del golpe eran las elecciones del 20 de octubre, que aperturaría una crisis política.
“…El canciller brasileño, Ernesto Araújo, había recibido el 3 de mayo pasado en su despacho del ministerio a Luis Camacho, el magnate boliviano de Santa Cruz de la Sierra…”, (Infochacú, 13/11/19).
Por su lado, el diario Mundo de Brasil, redactó, “…exactamente dos meses antes de consumarse el golpe cívico-militar en Bolivia, el diputado Eduardo Bolsonaro, presentó un requerimiento en la Comisión de Relaciones Exteriores y de Defensa Nacional, que autoriza al presidente, para la realización de una audiencia pública sobre el protocolo de adhesión de Bolivia por Mercosur…entre la lista de representantes de Bolivia, estaba encabezando el profesor y abogado Luis Fernando Camacho…”, (11/11/19).
Hay que recordar que en el gabinete Bolsonaro se encuentra el ex jefe del ejército de la MINUSTAH (formado por Clinton para invadir Haití), Augusto Heleno, quien trabajó mucho tiempo con los mandos militares de los gobiernos “progres” de la región. Esta conspiración golpista contó también con el apoyo de los senadores republicanos Rubio y Cruz, quienes tuvieron a la embajada yanqui en La Paz, como centro de operaciones golpistas.

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