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lunes, 25 de noviembre de 2019

Nicaragua. la guerra de los símbolos



El diario La Prensa de Nicaragua colocó en toda la primera plana una botella de agua, con el título Nicar Agua. La botella es un nuevo símbolo de lucha de la Solentiname rebelde. Se dice que nadie puede negar un vaso de agua, pero no es el caso del presidente perpetuo Daniel Ortega y de la vicepresidenta Rosa Murillo de Ortega.
El agua les fue negada a las madres de presos políticos del régimen, que hacían huelga de hambre en una iglesia y que permanecía aislada por un cerco policial. Un grupo de jóvenes trató de romper el cerco llevándoles agua a las huelguistas y pagaron caro su atrevimiento, ahora forman parte los presos políticos.
La revuelta en Nicaragua es asunto cotidiano desde abril del año pasado, cuando se dieron los grandes enfrentamientos en barricadas improvisadas, de varias ciudades del país. Y paradójicamente el símbolo de los insurrectos es la bandera azul y blanco, el pabellón nacional, frente a la bandera rojinegra de los últimos reductos seudosandinistas.
Salir a las calles con la bandera nacional se convirtió en símbolo de lucha contra el régimen. En el colmo de la desesperación la policía y las fuerzas paramilitares les arrebataban la bandera a los manifestantes.
El escudo nacional también, es otro emblema de lucha. El triángulo donde se aprecian los cinco volcanes que representan la vieja utopía de la unidad centroamericana, se convirtió en otro símbolo, utilizado por la resistencia, con las salvedad de que se coloca al revés, con la punta del triángulo para abajo. Un simple triángulo invertido pintado en una pared compite con los espectaculares a todo color donde se anuncian y promocionan los egos y proyectos presidenciales.
La máscara de Anonymous, símbolo de la rebeldía en el mundo entero, o la más reciente de Dalí, de la serie la Casa de Papel, en Nicaragua pasan desapercibidas ante las máscaras populares de las danzas pueblerinas, que representan la tradición, al pueblo bajo y llano que se rebela.
Y las máscaras dan pie a la danza. En plena protesta callejera, en medio de las consignas gritos y rechiflas, surge la música popular y salen las parejas a bailar con sus trajes tradicionales. Las faldas multicolores desarrollan sus evoluciones en medio de los gritos de protesta, la pareja masculina, a su vez, evoluciona con la bandera en las espaldas, obviamente con el triángulo del escudo al revés. Protesta juvenil, alegre y festiva que ha sido reprimida a balazos por el régimen.
En Nicaragua la presencia de los símbolos se nota ni bien se sale del aeropuerto. En medio del camellón carretero se levantan unas estructuras metálicas, de un supuesto árbol de la vida, que quiso convertirse en un símbolo de esperanza para el régimen. No bastaba con uno, estos se repiten hasta la saciedad cada cincuenta metros. Por obra y gracia de la señora de Ortega, actual vicepresidenta y promotora de la idea de sembrar la ciudad con árboles de la vida metálicos, la resistencia ha encontrado la manera de desahogar su encono contra ellos.
Durante la revuelta de abril varios fueron derribados y otros han sido quemados y vandalizados. Quedan todavía muchos en pie, pero no podrán escapar a su destino, serán quemados, derribados y despedazados, por esta nueva generación de muchachos rebeldes, en medio del paroxismo de una fiesta popular.
Otra insignia derribada ha sido el megalómano proyecto del Canal Transoceánico, símbolo del entreguismo del siglo XXI, con una concesión de 100 años renovable, al millonario chino Wang Jing que tuvo sus cinco minutos de gloria al engatusar a Ortega y familia, con la evocación de un viejo sueño nicaragüense, que lo más seguro es que se convertiría en pesadilla.
Ya no fueron los muchachos, sino los profesores y científicos nicaragüenses, agrupados en la novel Académica de Ciencias de Nicaragua, los que señalaron las pocas virtudes y muchos defectos y problemas del mencionado proyecto. Con bases sólidas y científicas, y con asesoría internacional, los académicos desenmascararon las falacias de este proyecto que quería convertirse en símbolo del progreso y el futuro del país.
Finalmente, no hay mayor carga simbólica que la muerte, la memoria de los que dieron su vida en estas primeras batallas, que todavía no tiene final. Y para preservarla está el nuevo museo de la memoria por los caídos y contra la impunidad, Ama y No olvida, instalado en la UCA, uno de los bastiones juveniles y profesoriles de la resistencia.
Gracias Nicaragua, Nicaragüita, por dejarme ver tu legendario rostro de resistencia y rebeldía, gracias por permitirme degustar tus tamales, con papa y arroz y saborear tu aromático ron; gracias por hacerme recordar tus trinos de poetas daríos y cardenales; gracias ¡gracias!

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