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sábado, 5 de junio de 2010

ALEPH: Dios no es judío, ni palestino, menos sicario


Carolina Escobar Sarti
Israel escribe hoy un nuevo capítulo en la historia y se levanta en su contra una condena casi unánime por el ataque que realizara en días pasados contra la flotilla internacional humanitaria que se dirigía a Gaza.
Las miradas simplistas querrían pasar la eterna película en blanco y negro: o se es pro israelí o se es pro palestino. Nada más inútil que caer en esa resbalosa trampa, en la cual ya ni siquiera creen muchos israelíes pensantes que habitan ese pequeño país situado en la esquina suroccidental del continente asiático y la margen sudoriental del mar Mediterráneo.


Nadie niega que el pueblo judío vivió un holocausto que se ha convertido en la referencia universal del racismo y la vergüenza humana, pero eso no da pie al terrorismo sostenido que ha practicado Israel sobre Palestina por varias décadas. Si bien este es un asunto de larga data, en el que intervienen factores históricos, religiosos, culturales y geopolíticos, todo converge en la disputa por el territorio. Hebreos y filisteos comparten, desde el siglo XIV A.C., una historia común alrededor de su lucha por la tierra.


Luego del judeocidio a manos de los nazis se establece el Estado de Israel en 1948 y el voto de Guatemala es decisivo para ello; el primer resultado violento es una guerra posterior que llevaría a 780 mil palestinos al exilio. Luego, en 1967, Israel conquista Cisjordania y la Franja de Gaza en la Guerra de los Seis Días, pero una gran parte de la comunidad internacional no reconoce esta anexión. Sin embargo, el apoyo de EE. UU. en todo ese proceso y hasta hoy ha sido indiscutible. De aquel histórico acuerdo de paz (1993) entre el líder palestino, Arafat, y Rabí, el primer ministro israelí, solo queda la memoria, porque los extremistas judíos asesinan a Rabin en 1995, y el grupo palestino Hamas responde a ello con una serie de atentados terroristas.


En el medio están los sionistas que hoy denuncian el terrorismo de Hamas, herederos directos de aquellos del Irgún, que hace 70 años fueron acusados de perpetrar actos terroristas contra Inglaterra. El Irgún, defendido entonces como un movimiento de liberación por los sionistas, es el antecedente directo del partido político de derecha Herut (Libertad), precursor a su vez del Likud, que desde 1977 hasta hoy ha integrado o liderado la mayoría de los gobiernos en Israel. Y no podemos olvidar a un Ariel Sharon, responsable de las matanzas ocurridas en 1982 en los campamentos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila, donde murieron más de tres mil civiles, o a Shimón Péres, un Premio Nobel de la Paz israelí, implicado en la venta de armas al gobierno del Apartheid de Sudáfrica en 1974, cuando era ministro de Defensa de su país, según documentos recientemente desclasificados de la CIA.


Ahora que Washington esperaba dar trámite al proceso de paz palestino-israelí, el jefe actual del Ejército israelí, Askenazi, visitó a sus soldados luego del ataque a la flotilla humanitaria donde nueve activistas murieron, y los felicitó por el asalto, calificando su actuación como “sobresaliente”. Y como si no existieran pruebas suficientes para determinar la responsabilidad de los autores de este nuevo hecho de sangre, Hillary Clinton dijo tímidamente que se realizaría “una investigación inmediata, imparcial, creíble y transparente” del incidente, y ofreció que su gobierno seguiría presionando a Israel para que pusiera fin al bloqueo contra Gaza, al que calificó de “insostenible e inaceptable”.


Parece que el Gobierno de Israel se metió un autogol y este incidente puede detonar una grave crisis diplomática que los puede dejar cada vez más solos. Considero que no es lo mismo estar contra un pueblo que contra aquellos que lo dirigen y ejercen —cual fariseos— un terrorismo que, por años, se han dedicado a condenar. Nuevamente pusieron en riesgo el futuro de la paz en la región, así que ojalá terminemos de comprender que la justicia es una y que Dios no tiene rostro, ni pueblo consentido, ni armas en las manos.

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