Aram Aharonian
Los medios de comunicación hegemónicos dan por descontado que la
coalición de derecha (Todos contra el Frente Amplio) logrará que el
candidato del derechista Partido Nacional, Luis Lacalle Pou, sea el
próximo presidente de los uruguayos, tras 15 años de gobierno de la
coalición centroizquierdista Frente Amplio. Por lo menos así preparan el
imaginario colectivo.
La estrategia oficialista de correrse al centro no parece haber dado
resultados más allá del harakiri, teniendo en cuenta, además que no ha
tenido fugas por izquierda. La izquierda “radical” (UP) salió del
Parlamento y en su lugar entró el conservador Partido Ecologista Radical
Intransigente (Peri). Ingresaron al Parlamento dos nuevos partidos de
derecha dura: el Partido de la Gente (PG), liderado por Edgardo Novick, y
el ultraderechista Cabildo Abierto (CA), del general Guido Manini
Ríos.
La historia de Cabildo Abierto empieza con el general Manini Ríos
ascendido a jefe del Ejército por el gobierno de Tabaré Vázquez apañado
por el fallecido ministro de Defensa Eleuterio Fernández Huidobro, quien
luego se dedicó a hacer política desde su cargo, insubordinándose al
gobierno y criticando a la justicia. Mutis desde el gobierno.
Por momentos parece que las campañas con miras al balotaje se
desarrollaran sin tener en cuenta los datos aportados por la votación
del domingo pasado. Pareciera que el oficialismo frenteamplista no le
asigna mucha importancia al hecho de que perdió 170 mil votos y esta vez
la ciudadanía no le otorgó mayoría parlamentaria.
De cara a la segunda vuelta del 24 de noviembre, en el FA se
consolida un discurso que apuesta a la “independencia” de cada elector,
más allá de lo que negocie Lacalle Pou con jefes partidarios, y enfatiza
en la contraposición de proyectos, pero no agrega a su campaña
“positiva” la realidad que viven países vecinos por las políticas
neoliberales.
Mientras, Lacalle Pou y los principales dirigentes del Partido
Colorado insisten en un relato construido por el expresidente (liberal,
colorado) Julio María Sanguinetti: estamos eligiendo entre el
oficialismo y una coalición de gobierno “multicolor” encabezada por el
Partido Nacional (PN), que dejaría al FA como una minoría aislada.
Los dos partidos opositores lograron, sumados, una votación muy
similar a la del FA. Por ende, la coalición de gobierno con mayoría
parlamentaria deseada por Lacalle Pou sólo existirá si participa en ella
Cabildo Abierto (CA) de Manini, quien no parece tener intención (por
ahora) de cambiar su imagen de salvador de la patria, de outsider que
pondrá fin al desorden, por una de un comparsa en el arreglo de otros..
Los medios van imponiendo el imaginario colectivo de que la oposición
ya ganó en la segunda vuelta del 24 de noviembre. Pero, para
convertirse en una opción real de triunfo, la oposición tendría que
trabajar un proyecto común en muy poco tiempo y las posturas que han
sostenido sobre muchos asuntos son bastante diferentes.
Los analistas señalan que si no hay un proceso serio de acuerdo, y
meramente lo hacen para derrocar al Frente y asumir el poder, poco
tardará en llegar la inestabilidad política y el estancamiento económico
al Uruguay.

Gracias a los medios, el tema de la seguridad pasó a ser una gran
preocupación en los medios del Uruguay, a pesar de que los datos de
delitos no son significativos en comparación con otros países.
Una de las consignas frentistas fue «Ni un voto a las botas» y la
reforma constitucional de militarización de la seguridad pública no
prosperó, pero las botas llegaron al parlamento para quedarse, junto con
la figura mesiánica, despótica, oligárquica y conservadora del general
Guido Manini.
Segunda vuelta
Por momentos parece que las campañas con miras al balotaje, que
causan una dinámica de polarización con solo dos posibilidades de voto
se desarrollaran sin tener en cuenta los datos aportados por la votación
del domingo pasado.
Las elecciones de octubre tuvieron tres grandes resultados: la caída
del FA (de 48% a 40%) y la irrupción de Cabildo Abierto (de no existir a
tener 11% de los votos),y el aumento de los votantes que no optaron en
primera vuelta por ninguna de las dos opciones que pasaron al balotaje.
La “pecera” donde pescar votos es más grande.
En el balotaje de 2014 el tamaño de esta “pecera” fue de 21%, en 2019
fue de 32%:, o sea que 685.000 personas (258.000 votos más que en
2014) no optaron por el PN ni por el FA. Hay que tener en claro que el
pasaje a segunda vuelta no es una trasmisión mecánica de las
definiciones de las cúpulas hacia los votantes. Y gane quien gane, se
repita lo de 2009 o lo de 2014, el margen será muy pequeño, aventuran
los expertos.
Quizá algunos votantes del 27 de octubre por Daniel Martínez se
sientan derrotados de antemano, porque cree que para las dos cámaras del
Parlamento ya se eligieron mayorías totalmente comprometidas con un
programa neoliberal nefasto. Pero también mucha gente se resiste a estos
relatos simplificados y extremistas.

Hay gente en la oposición que no comparte el publicitario optimismo
de Luis Lacalle Pou de que “ya ganó” en la segunda vuelta, incluso sin
haber hecho siquiera una propuesta programática de quienes espera apoyos
(y votos): primero me apoyan y después discutimos proyectos y cuotas de
gobierno, les dijo a ErnestoTalvi y Pablo Mieres.
Hay uruguayas y uruguayos que se resisten a seguir consumiendo estos
relatos simplificados y extremistas, como por ejemplo que Martínez es
una marioneta del presidente venezolano Nicolás Maduro o que Lacalle
intentará un gobierno al estilo Bolsonaro. Pero los estallidos sociales
en Ecuador y Chile hacen pensar a más de uno si un gobierno de
empresarios no significará una respuesta similar por parte del pueblo.
En el FA se consolida un discurso que apuesta a la “independencia” de
cada elector, más allá de lo que negocie Lacalle Pou con “jefes”
partidarios, y enfatiza en la contraposición de proyectos. Apela al
raciocinio del pueblo, mientras la propaganda de la oposición apela a
los sentimientos, a la percepción.
La oposición arranca con una ventaja considerable en la disputa por
la presidencia, pero también es cierto que los dos partidos
tradicionales lograron, sumados, una votación muy similar a la del
actual oficialismo. Por lo tanto, la coalición de gobierno con mayoría
parlamentaria deseada por Lacalle Pou sólo existirá si participa en
ella, la ultraderechista Cabildo Abierto, que ya cuenta con tres
senadores
El retroceso del Frente

Hubo un evidente corrimiento a la derecha del FA y su gobierno, que
en estos años reprimió protestas, aumentó penas y cantó las loas a la
inversión extranjera y a los tratados comerciales, un atentado contra la
ideología de su electorado.
Se ha esforzado en emigrar de la izquierda a la centroizquierda y de
allí al centro. Viejos leones revolucionarios se convertían en mansos
corderos veganos. Pero en ese tránsito ha perdido su esencia, mientras
la centroderecha del país se movía hacia la extrema derecha. Hoy el FA
no parece ser una coalición, ni un partido, y quizá ya tampoco sea una
maquinaria electoral.
A veces hace mucho daño escuchar tanto a los de afuera sobre la
teoría de lo posible, sobre todo a las ONGs socialdemócratas que dominan
el espectro académico uruguayo. Los sectores del quietismo y la
burocracia frenteamplista no están interesados en autocríticas.
Sus argumentos sobre el giro al centro se caen ante la realidad: los
grupos del FA con mayor votación y representación fueron el Movimiento
de Participación Popular que lidera Pepe Mujica y el Partido Comunista.
Triste fue la votación del Partido Socialista. El Frente Liber Seregni,
que agrupaba a Asamblea Uruguay, el Nuevo Espacio y Alianza Progresista,
la derecha frenteamplista, no existe más.
El Frente Amplio se ha desconectado de las bases populares,
recurriendo a los comités de base sólo en las elecciones y ha priorizado
políticas monetarias e instrucciones del Fondo Monetario Internacional y
del Banco Mundial, que están lejos de las necesidades de los
trabajadores y del pueblo en general. Los últimos gobiernos
frenteamplistas estuvieron más cerca de los emprendimientos
trasnacionales y el neodesarrollismo que de las pequeñas y medianas
empresas nacionales que debieran fomentar y defender.
La terquedad de los viejos dirigentes frenteamplistas de no permitir
el crecimiento de las nuevas generaciones, está pagando su precio. Desde
dentro de la burocracia del FA y con el apoyo de los medios
hegemónicos, bombardearon la figura del exvicepresidente Raúl Sendic,
hasta hacerlo renunciar. En diciembre de 2018, el Plenario del FA
resolvió su inhabilitación por un periodo de 17 meses, lo que les
significó la imposibilidad de postularse durante el presente ciclo
electoral.
Daniel Martínez, el candidato presidencial del FA es un joven de 62
años. Joven al lado de Mujica (84 años), Tabaré Vázquez (79), Danilo
Astori (79). En las internas del FA, Martínez superó a Oscar Andrade,
obrero, político y secretario general del Sindicato de la Construcción,
de 45 años.
La socialdemocracia, al no profundizar ni radicalizar sus proyectos,
le da oxígeno a partidos y movimientos de derecha que se disfrazan como
opción de cambio, pero realmente son la opción del sistema. Un punto que
daría para otro análisis es la influencia de la masonería del Parva
Domus en la política uruguaya.
Peculiaridades del “paisito”
Uruguay tiene un sistema de balotaje por demás estricto, que requiere
el 50% más uno de votos para ganar en primera vuelta. En la mayoría de
los casos en que hay balotaje ese porciento oscila entre 35 y 45% y en
otros se condiciona a superar una diferencia del 10%. El Frente Amplio
ganó por más del 10% al segundo más votado, el Partido Nacional. O sea,
si rigieran en Uruguay las normas argentinas, Daniel Martínez hubiera
ganado en primera vuelta.
Sus votos se concentraron principalmente en Montevideo y Canelones,
los departamentos con mayor población urbana y donde se concentra su
militancia política, así como la actividad económica y cultural del
país, lo que demuestra el fracaso de los sucesivos gobiernos del FA de
generar una cultura política, de dar a conocer los logros, la expansión
de derechos y oportunidades, debatir con el pueblo sus propuestas,
haciéndolos partícipes del proceso de transformación.

Hay analistas que hablan de una caudalosa transferencia de votos del
FA hacia Cabildo Abierto, especialmente en los departamentos fronterizos
con Brasil. El FA ganó Rivera en 2014 y cinco años después quedó
cuarto. Otros señalan que la pérdida de votos tuvo una dimensión de
clase, ya que las principales pérdidas se dieron en los lugares más
pobres del país, que recién en 2014 habían votado por primera vez
masivamente al FA.
La realidad mostró también la incapacidad de la llamada izquierda
radical para captar el descontento con un gobierno derechizado en los
sectores populares, que pareciera que terminaron votando a la extrema
derecha.
No cabe duda que la autocrítica que debe realizar el Frente Amplio es
seria y profunda. Si no, quedará un archipiélago de grupos y
grupúsculos. Una autocrítica desde las bases hasta la cúpula. Los
sectores del quietismo y la burocracia no estarán interesados en esto.
Pero los que entienden que este sistema debe ser cambiado y que este
avance de la derecha le va a dar un golpe brutal a los sectores que
están al borde del precipicio, debieran bregar por sacudir las raíces de
todo esto.
Si bien, desde 1971 muchos y muchas dejaron su vida literalmente por
el proyecto del Frente Amplio, otros tantos han querido borrar del
diccionario de la izquierda al proletariado, a la lucha de clases, al
capitalismo, al internacionalismo y a la conciencia de clase.
No se puede dejar de lado los procesos de intervención con una
progresiva penetración del fundamentalismo religioso, de la mano de
centenares de pastores pentecostales y apóstoles, estadounidenses y
brasileños. El Partido Nacional tiene legisladores abiertamente apoyados
por comunidades religiosas y que dicen deberse
ellas. Según analistas locales, varios de estos grupos anidan ahora en el ultraderechista partido Cabildo Abierto.

Para ellos el Frente Amplio es el, diablo, porque aprobó legislación
para aborto seguro, matrimonios igualitarios, estableció programas para
salud sexual y salud reproductiva, entre muchas medidas de equidad de
género. El brazo operativo de EU para la penetración del fundamentalismo
religioso es Capitol Ministries, establecida en la administración de
Donald Trump, que llegó a Uruguay para trabajar con la clase política de
derecha hace cerca de un año, recuerda la investigadora Marcia Rivera
Hernández.
Esta nueva religiosidad conservadora, que incluye también una
renovación del Opus Dei en la iglesia católica, rechaza de plano las
propuestas progresistas de organizar una sociedad sobre la base de
equidad y derechos humanos.
También en Uruguay, los cambios tecnológicos están redefiniendo el
mundo del trabajo y del empleo; y hay mucho temor por la generación de
puestos de trabajo. Los candidatos de la oposición ofrecieron crear
trabajo -como si se tratara de algo sumamente sencillo- mientras
denunciaba la entrada de migrantes, importante para un país con casi
nulo crecimiento demográfico.
Esa derecha proclive a la injerencia extranjera bien pueda
desestabilizar a este “país chiquitito que en el mapa casi no se ve”, de
poco más de 3,2 millones de habitantes, y convertirlo en otro lugar de
turbulencia permanente, para beneficio de los depredadores nacionales y
trasnacionales.
Con un gobierno centrista, un candidato centrista haciendo una
campaña centrista, el FA está a punto de perder el gobierno tras tres
lustros. El Partido Nacional es favorito para la segunda vuelta, aunque
su votación en primera vuelta fue algo menor que el 30 por ciento de
2009 y 2014.
El Parlamento resultante de la elección del 27 de octubre es
sumamente conservador. El PN, el PC y CA, si logran formar una
coalición, contarán con una sólida mayoría en ambas cámaras para imponer
una agenda de reforma neoliberal, ajuste y represión, de la mano del
fascismo de Manini, el macartismo de Sanguinetti y una influyente
bancada evangélica bastante crecida.
*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración.
Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración
Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis
Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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