Conferencia magistral brindada en el Museo de la Ciudad de México, 6 de noviembre de 2019 – Por Rafael Correa, expresidente de Ecuador

Después de la larga y triste noche neoliberal de los noventa -que quebró naciones enteras como Ecuador-, y a partir de que Hugo Chávez ganó a finales de 1998 la Presidencia de la República de Venezuela, los gobiernos derechistas y entreguistas del continente empezaron a derribarse como castillo de naipes, llegando a lo largo y ancho de nuestra América gobiernos populares y adscritos al Socialismo del Buen Vivir. En su apogeo, en el 2009, de 10 países latinos de América del Sur, 8 tenían gobiernos de izquierda. Además, en Centroamérica y el Caribe estaba el Frente Farabundo Martí en El Salvador, el sandinismo en Nicaragua, Álvaro Colom en Guatemala, Manuel Zelaya en Honduras, y Leonel Fernández en República Dominicana. En países como Guatemala, con Álvaro Colom, o Paraguay, con Fernando Lugo, era la primera vez en la historia que la izquierda llegaba al poder, en el último caso rompiendo incluso una constante de siglos de bipartidismo.
En mayo 2008 nace Unasur, y en febrero de 2010 se crea la Celac, con 
33 miembros. De los 20 países latinos de Celac, 14 tenían gobiernos de 
izquierda, es decir, el 70%.La primera parte del siglo XXI sin duda han 
sido años ganados. Los avances económicos, sociales y políticos fueron 
históricos y asombraron al mundo, todo esto en un ambiente de soberanía,
 de dignidad, de autonomía, con presencia propia en el continente y en 
el mundo entero. Por supuesto, ayudó mucho la favorable coyuntura 
económica mundial. Las materias primas que exporta especialmente 
Sudamérica, tuvieron altos precios durante esos años, pero la gran 
diferencia es que por fin esa riqueza fue invertida en el Buen Vivir de 
nuestros pueblos.
América Latina vivió no una época de cambios, sino un verdadero 
cambio de época, que también modificó substancialmente el balance 
geopolítico de la región. Por ello, para los poderes fácticos y países 
hegemónicos, era indispensable acabar con estos procesos de cambio en 
favor de las grandes mayorías, y que buscaban la segunda y definitiva 
independencia regional.
LA RESTAURACIÓN CONSERVADORA.
Aunque ya en el 2002 el Gobierno de Hugo Chávez tuvo que soportar un 
fallido golpe de Estado, es realmente desde el 2008 que se intensifican 
intentos no democráticos de acabar con los gobiernos progresistas, como 
fue el caso de Bolivia en el 2008, Honduras 2009, Ecuador 2010, y 
Paraguay 2012. Cuatro intentos de desestabilización,dos de ellos 
exitosos -Honduras y Paraguay-, y todos contra gobiernos de izquierda.
A partir del 2014, y aprovechando el cambio de ciclo económico, estos
 esfuerzos desarticulados de desestabilización se consolidaron y 
conforman una verdadera“restauración conservadora”, con coaliciones de 
derecha nunca vistas, apoyo internacional y abundancia de recursos que 
contrasta con la escasez de sus escrúpulos. Así empezó el acoso y boicot
 económico a Venezuela, vino el golpe parlamentario en Brasil, se 
perdieron las elecciones presidenciales en Argentina, se dio la traición
 de Lenín Moreno en Ecuador, y comenzó a utilizarse la judicialización 
de la política –“lawfare”-, como nos lo demuestran los casos de Dilma y 
Lula en Brasil, Cristina en Argentina, yel vicepresidente Jorge Glas en 
Ecuador. Los esfuerzos para destruir cualquier intento de verdadera 
integración, como Unasur y Celac, también son evidentes y, no pocas 
veces, descarados. En Sudamérica, en los actuales momentos, tan solo 
quedantres gobiernos de corte progresista: Venezuela, Bolivia y 
Uruguay.  Los eternos poderes que siempre dominaron a Latinoamérica, y 
que la sumieron en el atraso, desigualdad y subdesarrollo, regresaroncon
 sed de venganza, después de más de una década de continuas derrotas.
LOS EJES DE LA ESTRATEGIA DE LA RESTAURACIÓN CONSERVADORA.
La estrategia reaccionaria está articuladaregionalmente y se 
fundamenta básicamente en dos ejes: el supuesto fracaso del modelo 
económico de izquierda, y la pretendida falta de fuerza moral de los 
gobiernos progresistas. Con respecto al primer eje, desde la segunda 
mitad del año 2014, y debido a un entorno internacional adverso, toda la
 región sufrió una desaceleración económica que se convirtió en recesión
 en los dos últimos años, con tasas de crecimiento del 1.2, -0.2 y -0.8%
 para los años 2014, 2015 y 2016, respectivamente. Los resultados son 
dispares entre países y subregiones, reflejo de la diferente estructura 
económica y políticas económicas aplicadas, pero las dificultades 
económicas de países como Venezuela o Brasil son tomadas como ejemplo 
del fracaso del socialismo, cuando Uruguay, con un gobierno de 
izquierda, es el país más desarrollado al sur del Río Bravo, o cuando 
Bolivia tiene los mejores indicadores macroeconómicos del planeta, y 
Argentina…
En Ecuador, las políticas heterodoxas demostraron ser más eficientes 
tanto en época de expansión como en época de recesión. Entre el 2007 al 
2017 Ecuador más que duplicó el tamaño de su economía, su crecimiento 
económico fue mayor que el promedio de la región, y fue el país que más 
aumentó en la región el ingreso de los pobres y también más disminuyó la
 brecha entre ricos y pobres, logrando que dos millones de personas 
salieran de la pobreza, esto es, una reducción de 12,5%.
El problema es que, para la gente común, poco importan estos análisis
 económicos. Ellos sólo sienten que en los últimos años sus negocios 
venden menos, es más difícil para sus hijos encontrar trabajo, y ya no 
se incrementan sus ingresos al ritmo de antes. Esto lo explota muy bien 
una prensa especialista,no en informar, sino en manipular. Una recesión 
continental la asocian a las políticaseconómicas, no a las estructuras 
de nuestras economías, o en otros casos pretenden hacer creer que en 
pocos años se podían cambiar esas estructuras, y, el no haberlo logrado,
 supuestamente es una muestra del “fracaso” de la izquierda. Mientras 
que a los gobiernos de derecha se les criticaba no haber hecho nada, a 
los gobiernos de izquierda se les critica no haber hecho todo.
El segundo eje de la nueva estrategia contra los gobiernos 
progresistas es el moral. El tema de la corrupción se ha convertido en 
la eficaz herramienta para destruir los procesos políticos 
nacional-populares en nuestra América. El caso emblemático es el de 
Brasil, donde una operación política muy bien articulada logró la 
destitución de Dilma Rousseff de la Presidencia de Brasil, para luego 
demostrarse que no tenía nada que ver con las cuestiones que se le 
imputaban. En Ecuador, se siguió un libreto parecido con el 
vicepresidente de la República.
En esta estrategia de “lawfare”se empieza primero con alguna 
acusación de mucho impacto y poco sustento; luego viene un bombardeo 
mediático que aniquile el apoyo que pueda tener la víctima escogida; y, 
finalmente, el ser culpable o inocente será un detalle irrelevante para 
jueces presionados política y mediáticamente, que ya no buscan condenar 
por razones, sino razones para condenar, porque la sentencia 
condenatoria ya fue establecida por los medios y la “opinión pública”.
Nos hablan de falta de controles, de permisividad, de sistemas de 
corrupción. ¿Qué control permite detectar una coima en una cuenta 
secreta en un paraíso fiscal?En Ecuador, los controles son tan fuertes 
que se tienen que declarar el origen de depósitos de más de USD $ 
10.000, pero en paraísos fiscales se puede depositar millones, sin que 
nadie informe nada.
Y, por supuesto, el encuadre comunicacional es que la corrupción se 
da por culpa del Estado, que lo público, a diferencia de lo privado, es 
la fuente de los problemas. La realidad es que -como en el caso 
Odebrecht, empresa constructora brasileña que creó toda una estructura 
de corrupción en 12 países-, la corrupción en gran medida es promovida 
por el sector privado. En países como Alemania, hasta hace poco, sus 
empresas podían deducir de impuestos los gastos para pagos ilícitos en 
nuestros países.
Hay una gran hipocresía mundial en torno a la lucha contra la 
corrupción. Cabe indicar que Ecuador es el primer país del mundo en 
aprobar mediante consulta popular una ley que impide a los funcionarios 
públicos tener operaciones de cualquier índole en paraísos fiscales. 
Esto ya convierte en delito el uso de estas guaridas, pero éstas siguen 
existiendo.
En resumen, se buscó perversamente destruir no solo el modelo sino 
también los logros alcanzados por el progresismo, sobre la base de 
amplificar y generalizar problemas prácticamente ineludibles del 
ejercicio del poder.
¿LA IZQUIERDA VÍCTIMA DE SU PROPIO ÉXITO?
Probablemente la izquierda fue también víctima de su propio éxito. 
Según la CEPAL, casi 94 millones de personas salieron de la pobreza y se
 incorporaron a la clase media regional durante la última década, en su 
inmensa mayoría fruto de las políticas de los gobiernos de izquierda. En
 Brasil, 37.5 millones de personas dejaron de ser pobres entre 2003 y 
2013, y ahora son de clase media, pero esos millones no fueron una 
fuerza movilizada cuando un Parlamento acusado de corrupción destituyó a
 Dilma Rousseff. Tenemos personas que superaron la pobreza y que ahora 
–por lo que se llama muchas veces prosperidad objetiva y pobreza 
subjetiva- pese a que han mejorado muchísimo su nivel de ingreso, piden 
mucho más, y se sienten pobres no en referencia a lo que tienen, peor 
aún a lo que tenían, sino a lo que aspiran. Esa nueva clase media que ha
 emergido fruto del éxito de las políticas económicas y sociales de la 
propia izquierda, necesitan un nuevo discurso y mensaje. Sus demandas no
 son solamente diferentes, sino incluso antagónicas a las de los pobres,
 y sucumben más fácilmente a los cantos de sirena de la derecha y su 
prensa, que les ofrece para todos un estilo de vida a lo New York.
Lo podemos graficar en lo que Rafael Thon llamó el síndrome de doña 
Florinda…La izquierda siempre ha luchado contra corriente, al menos en 
el mundo occidental. La pregunta es, ¿estará luchando contra la 
naturaleza humana?
El problema es mucho más complejo si añadimos a esto la cultura 
hegemónica construida por los medios de comunicación, en el sentido 
gramsciano, esto es, lograr que los deseos de las grandes mayorías sean 
funcionales a los intereses de las élites. Un ejemplo dramático fue el 
rechazo a la Ley de Herencia que se intentó aplicar en Ecuador, 
consistente en un impuesto mucho más progresivo para las herencias de 
mayor tamaño. Pese a que tan solo un tres por mil de la población recibe
 en Ecuador una herencia, y que el nuevo impuesto sólo afectaba a los 
grandes legados, es decir, al 0,004% de las herencias, esto es, 
aproximadamente 172 personas por año sobre una población de 16 millones,
 muchos pobres y clase media salieron a protestar por un impuesto que 
jamás tendrán que pagar, manipulados en gran medida por los medios de 
comunicación.
Nuestras democracias deben llamarse democracias mediatizadas. Los 
medios de comunicación son un componente más importante en el proceso 
político que los partidos y sistemas electorales; se han convertido en 
los principales partidos de oposición de los gobiernos progresistas; y 
son los verdaderos representantes del poder político empresarial y 
conservador.  No importa lo que convenga a las grandes mayorías, lo que 
se haya propuesto en la campaña electoral, y lo que el pueblo, el 
mandante en toda democracia, haya ordenado en las urnas. Lo importante 
es lo que aprueben o desaprueben en sus titulares los medios de 
comunicación. Han sustituido al Estado de Derecho con el Estado de 
opinión.
¿EXISTE“DESAFÍO ESTRATÉGICO”?
La izquierda regional enfrenta los problemas de ejercer-o haber 
ejercido- el poder, frecuentemente de forma exitosa pero desgastante. Es
 imposible gobernar contentando a todo el mundo, más aún cuando se 
requiere tanta justicia social. Cuando se es la izquierda del 3% en 
permanente oposición, sin vocación de poder, acostumbrada a protestar y 
no a proponer, no se entiende lo que es tener que gobernar en adversas 
situaciones económicas, o enfrentar traidores que sucumbieron ante la 
tentación del poder y el dinero. Es claro que la única batalla que no 
puede perder un revolucionario es la batalla moral, pero un gobierno 
honesto no es el que nunca sufrió casos de corrupción, sino aquel que 
nunca los toleró. No comprender esto confunde a mucha militancia, y 
resta unidad y vigor a los movimientos progresistas, desmoralizándose 
ante el primer inconveniente, y muchas veces otorgándoles a los 
opositores una razón que nunca tuvieron.
Siempre hay que ser autocríticos, pero se trata también de tener fe 
en nosotros mismos. Los gobiernos progresistas están bajo constante 
ataque, las élites y sus medios de comunicación no nos perdonan ningún 
error, buscan bajarnos la moral, hacernos dudar de nuestras 
convicciones, propuestas y objetivos. Para la izquierda “purista”, sería
 bueno entender que toda obra trascendental va a tener errores y 
contradictores, pero también, como decía San Ignacio de Loyola, 
comprender que,en una fortaleza asediada, cualquier disidencia es 
traición. Muchos habían perdido la moral. En lo personal, siempre estuve
 convencido que todo era cuestión de tiempo. Podemos situar el inicio de
 la restauración conservadora en noviembre del 2015, cuando Daniel 
Scioli perdió contra Mauricio Macri -o, más exactamente, el grupo El 
Clarín- en noviembre de 2015, luego vino la destitución de Dilma Roussef
 en agosto del 2016. Pero ya no es el neoliberalismo de los noventa, sin
 referencias, y cuando nos convencieron de que no había alternativa. En 
Sudamérica, pese al discurso único y bombardeo mediático, nuestros 
pueblos pueden comparar. Ya conocieron lo que es vivir con estados para 
el bien común y no para unos cuantos, y no se puede engañar a todos todo
 el tiempo.
El 1 de julio de 2018 llegó la contundente victoria de Andrés Manuel 
López Obrador en un México cansado de gobiernos neoliberales mediocres y
 corruptos. Vemos cómo la Restauración Conservadora está muriendo más 
rápido de lo que le tomó nacer. Allí donde inició, ha sido derrotada, 
con la contundente victoria de Alberto Fernández. Evo vence en Bolivia. 
El Frente Amplio gana la primera vuelta en Uruguay. Le robaron la 
libertad a Lula para impedir que sea otra vez presidente, y con ello 
también le robaron nuevamente la democracia a Braisl. En Ecuador nuestro
 pueblo se levanta contra el neoliberalismo, la corrupción, la traición y
 la indignidad, y  nos quieren aniquilar porque saben que la Revolución 
Ciudadana es de lejos la primera fuerza política. Se les derrumba la 
farsa del modelo económico en Chile, con las grandes alamedas abiertas y
 repletas de mujeres y hombres que quieren ser libres y construir una 
sociedad mejor. Chile nunca volverá a ser el mismo.
Han sido tiempos muy duros, pero, como decía el viejo luchador, 
General Eloy Alfaro, mientras más oscura es la noche, más cercano está 
el amanecer. América Latina está en disputa. Habrá éxitos y fracasos, 
avances y retrocesos, pero lo jamás duden, es que resistiremos y 
venceremos.
 
 
 
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