Sus tres hijos, investigados por corrupción
Mandos militares descubren que es imposible contener el carácter
voluntariosodel presidente
Río De Janeiro. En su peculiar manera de expresarse, el
presidente brasileño, Jair Bolsonaro, anunció el pasado viernes que esta
semana un tsunami podría sacudir al gobierno y, en consecuencia, al
país. No dio ninguna pista de cuándo, cómo y dónde aparecería la ola
devastadora, pero aseguró que sabrá enfrentarla.
Una de las posibilidades de ese tsunami está relacionada a los
escándalos que rodean a los tres hijos del presidente. El anuncio
divulgado la noche del lunes, de que la justicia determinó romper el
secreto bancario del senador Flavio Bolsonaro, uno de los hijos
presidenciales bajo sospecha, así como del ex asesor Fabricio Queiróz,
especie de ayudante directo de la familia, disparó las alarmas, una vez
que sus dos hermanos se encuentran bajo investigación. Analistas, en
todo caso, indican que ese es solamente un primer movimiento de aguas
revueltas, y que podrán surgir más.
Sobran evidencias de los nombramientos de
funcionarios fantasmasen sus respectivos despachos parlamentarios.
Se trata de una práctica bastante habitual en Brasil que consiste en
nombrar a alguien que devuelve su sueldo casi íntegro al parlamentario
en cuestión. Para quien defiende de manera extrema el fin de la
corrupción, ser atrapado –con pruebas– en semejante práctica puede ser
fatal en términos de credibilidad.
A punto de cumplir los cinco primeros meses más turbulentos de un
gobierno en la historia de la república brasileña –o sea, de los últimos
130 años–, las palabras del presidente ultraderechista reforzaron el
clima de profunda incertidumbre en que el país vive desde el primer día
de 2019.
En estos casi cinco meses la popularidad de Bolsonaro se desplomó de
manera significativa, desgastando las expectativas de uno de los
sectores que más apostaron a su gestión: la banca y el mercado
financiero. Las proyecciones para el desempeño de la economía, que en
enero indicaban un crecimiento de 2.5 por ciento del producto interno
bruto este año, ahora señalan una expansión que, en la más optimista de
las hipótesis, será de 1.5 por ciento. Se fortalecen, a la vez, las
proyecciones de un crecimiento negativo o muy cercano a uno por ciento,
lo que implicaría el retorno de la recesión que castiga al país desde el
golpe institucional que destituyó, en 2016, a la entonces presidenta
Dilma Rousseff.
En las últimas semanas se agudizaron de manera preocupante los
conflictos entre dos sectores del gobierno, el que integran los
militares y el ideológico, que obedece las líneas expuestas por el
astrólogo autonombrado filósofo Olavo de Carvalho, residente en
Richmond, en el estado de Virginia, Estados Unidos.

▲ Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, hace unos días luego de la
colocación de la primera piedra de un segundo puente que conectará la
ciudad brasileña de Foz de Iguazú con la de Presidente Franco, en
Paraguay.Foto Afp
Reunidos con el presidente, los militares de más alto rango que
integran el gobierno presionaron para poner punto final a las
agresiones, principalmente en la ampliación de su alcance, de lo que
hacen responsable al hijo del gobernante.
Los altos mandos indicaron a Bolsonaro –quien es capitán retirado–
que lo que está en juego es la credibilidad de la institución.
El presidente, sin embargo, dejó en claro su admiración por el astrólogo e indicó que su hijo tiene libertad para expresarse.
El creciente malestar sería, por lo tanto, una de las razones del
eventual tsunami anunciado: un abandono colectivo de los casi 200
militares que ocupan puestos importantes en los más variados niveles del
gobierno.
Ocurre que las fuerzas armadas, de acuerdo con analistas, se
encuentran en una especie de callejón sin salida. Pese a los beneficios
obtenidos durante los gobiernos anteriores, principalmente en los dos
mandatos de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), respaldaron la
candidatura del ultraderechista para poner un fin al periodo en que la
izquierda gobernó el país, hasta el golpe institucional de 2016.
Esperaban poder funcionar como fuerza de contención a las actitudes
voluntariosas de Bolsonaro. Ya se han dado cuenta de que tal misión es
imposible. Abandonar el gobierno sería dar inicio de un periodo de
inestabilidad cuyas consecuencias son imprevisibles.
Otra causa del tsunami anunciado podría surgir este miércoles, cuando
están previstas manifestaciones en todo el país contra el recorte al
presupuesto destinado a educación.
Según sean las dimensiones de esta protesta, podría ser el punto de
partida para una secuencia de movilizaciones a escala nacional en
repudio al gobierno que en cinco meses no ha presentado ninguna
iniciativa destinada a superar la crisis que acosa a los brasileños.
Existe fuerte preocupación relacionada a la actitud que podrían
adoptar las fuerzas de seguridad pública, según las dimensiones de las
marchas de estudiantes y profesores. Una represión especialmente
violenta podría provocar estallidos sociales en las calles, con
consecuencias igualmente imprevisibles.
Hay, en todo caso, otras posibles causas del tsunami previsto por el capitán-presidente.
La absoluta falta de cualquier articulación eficaz con el Congreso
llevó el gobierno a sufrir una serie de derrotas la semana pasada. Para
ésta se anuncia un panorama preocupante. Entre otros temas en votación
está, por ejemplo, la restructuración de los ministerios, adoptada por
Bolsonaro vía decreto presidencial, que requiere aprobación del Congreso
antes del 3 de junio o perderá su validez.
La virtual parálisis del gobierno, a su vez, provoca un grave
desgaste en la opinión pública. La tensión creciente indica que podrá
ocurrir no sólo un tsunami, sino una serie de tsunamis. Queda por ver
cuándo ocurrirá.
Eric Nepomuceno
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
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