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viernes, 31 de mayo de 2019

Miles de opositores a Bolsonaro vuelven a las calles en Brasil

Crece el desempleo y se contrae la economía

El gobierno sigue sin encontrar canales de comunicación con el Congreso


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▲ Aspecto de la marcha de ayer en Sao Paulo contra el recorte al presupuesto de educación por el gobierno del presidente Jair Bolsonaro.
Río de Janeiro. Las calles de más de 150 municipios en 21 estados brasileños, además de Brasilia, fueron ocupadas este jueves por multitudinarias movilizaciones de protesta contra el gobierno ultraderechista de Jair Bolsonaro.
En apenas 15 días se realizaron tres manifestaciones, algo que no se veía desde la campaña electoral del año pasado. Una en favor del gobierno y con ataques tanto al Congreso Nacional como al Supremo Tribunal Federal, y dos contrarias, teniendo como punto de partida los recortes al presupuesto destinado a la educación.
Las manifestaciones de ayer sorprendieron incluso a los organizadores: la Unión Nacional de Estudiantes (UNE) y otras agrupaciones estudiantiles y del magisterio. El número de participantes superó lo previsto, sobre todo en Sao Paulo y Río de Janeiro, donde los actos de protesta empezaron al caer de la tarde.
Frente a lo ocurrido el miércoles 15, cuando al menos millón y medio de manifestantes salieron a las calles en rechazo a los recortes al presupuesto de la educación, y en general al gobierno, Bolsonaro convocó el pasado domingo a lo que, en su léxico peculiar, llamó protestas en favor.
Para asegurar el éxito de la iniciativa, Carlos –hijo del presidente–, concejal en Río de Janeiro, movilizó un ejército de bots digitales mediante los cuales dio instrucciones para, además de defender las reformas impulsadas por el gobierno, atacar a las instituciones y directamente al presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia.
Los bolsonaristas se manifestaron en menos municipios y estados que los opositores al gobierno. Los partidarios del presidente reunieron, según cálculos considerados equilibrados, apenas unas 450 mil personas en todo el país.
Los convocantes de la manifestación de ayer temían que, luego de dos marchas separadas apenas por unos días, el movimiento se desgastara. Lo que ocurrió fue exactamente lo contrario; aunque quedó lejos del millón y medio de la semana anterior, en la marcha de ayer se superó, con creces, el número de los que salieron el domingo a defender las reformas de Bolsonaro y, de paso, exigir el cierre tanto del Congreso Nacional como de la corte suprema de justicia.
Luego de la manifestación favorable a su gobierno, Bolsonaro trató de presionar al Congreso, principalmente a los partidos de centro y centro-derecha, que reúnen a 200 de los 513 diputados de la cámara baja. Reiteró la urgencia de aprobar la reforma del sistema jubilatorio, y pidió respaldo para las iniciativas que nuestro pueblo exige en las calles, como quedó claro en las marchas en defensa de un futuro mejor, bajo la protección de Dios.
De paso, insinuó la existencia de algo nuevo, un bolsonarismo apto para disputar las calles con el lulismo. Lo de ayer mostró que, una vez más, el capitán-presidente se equivocó.
En tanto, se mantuvo el clima de desconfianza entre diputados y gobierno, que sigue sin encontrar canales de comunicación eficaz con la cámara baja, algo esencial para sacar adelante sus iniciativas.
La participación de los partidos de izquierda y de las grandes centrales sindicales vinculadas al Partido de los Trabajadores (PT), del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, fue significativa, pero no determinante en los actos de ayer. En primer lugar, porque se nota que tanto el PT como los demás partidos de izquierda siguen un tanto atónitos en busca de un nuevo rumbo. Y eso, no por la derrota sufrida en las pasadas elecciones, sino por la velocidad con que el gobierno de Bolsonaro promueve retrocesos en prácticamente todas las conquistas consolidadas a lo largo de los últimos casi 30 años, desde antes, incluso de la llegada de Lula al poder.
Tales retrocesos van de la educación a la cultura, pasando por arrasar el medio ambiente y los derechos de las minorías garantizados en la Constitución. Para colmo, la economía se contrajo y el desempleo no deja de crecer; la crisis no hace más que profundizarse.
Ayer se divulgó que en el primer trimestre del año hubo una baja de 0.2 por ciento en el PIB, y abril y mayo tuvieron desempeño frustrante. Al caer la noche, mientras manifestantes copaban plazas y calles de Sao Paulo y Río, economistas rehacían proyecciones para este año.
Cuando Bolsonaro llegó a la presidencia, el mercado financiero preveía una expansión de 3 por ciento del PIB en 2019. Ayer, la expectativa pasó a oscilar entre 0.6 y 0.8.
O sea, el año de estreno está perdido y la crisis podría rápidamente extenderse a sectores que todavía no se han hundido.

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Periódico La Jornada

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