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lunes, 17 de agosto de 2015

Brasil: Lula vuelve al ruedo



Eric Nepomuceno
La Jornada 
Los días previos a la marcha que la derecha –con pleno respaldo de los partidos de oposición– preparó para hoy en todo el país para exigir la destitución de Dilma Rousseff, una figura clave de la política brasileña volvió al centro del escenario: Luiz Inacio Lula da Silva.
Concretamente, el ex presidente asumió la defensa del fragilizado gobierno de su sucesora, que también en los últimos días parece haber abandonado la inercia que la llevó a un aislamiento peligroso y a la casi parálisis de su gestión.
Además de reunirse con parlamentarios, Lula participó en actos de apoyo a la mandataria y confirmó que, a partir de ahora y como había anunciado en junio, pasará a viajar por todo el país para defender programas del gobierno. Lula se reunió, en Brasilia, con el vicepresidente y articulador del gobierno junto al Congreso, Michel Temer, y también con el presidente del Senado, Renan Calheiros, que luego de haber actuado de manera oscilante desde febrero parece haber regresado a la alianza de los partidos con el PT. Además, participaron del encuentro caciques del PMDB, principal partido aliado, en un intento de contener los brotes de rebelión que amenazan al gobierno.
La inestabilidad que persiste desde el inicio del segundo mandato de Dilma Rousseff se mantiene, pero al menos en este primer momento no parece dar muestras de agudizarse. En las últimas semanas el gobierno sufrió severas e importantes derrotas en la Cámara de Diputados, cuyo presidente, Eduardo Cunha, del PMDB, actúa como incendiario enfurecido. La idea es movilizar a los senadores, buscando un contrapunto. Y en ese caso, la actuación de Lula da Silva se hace esencial.
En público, el ex presidente defiende que se intente un acercamiento a Eduardo Cunha. Pero en la intimidad sabe que se trata de algo imposible, y que la principal esperanza para neutralizarlo es que la procuraduría general de la Unión presente una denuncia formal, junto a la Corte Suprema, como consecuencia de la investigación judicial en curso, a raíz de denuncias de corrupción. Con eso, el parlamentario se vería forzado a abandonar la presidencia de la Cámara. Eduardo Cunha tiene una vasta historia de denuncias en su contra, pero siempre logró controlarlas. Ahora se encuentra bajo amenaza real y concreta, y por eso reacciona tratando de inviabilizar al gobierno.
Dilma Rousseff parece haber finalmente decidido atender las súplicas de Lula y defenderse de las presiones. Lo que no se puede prever de momento es si la mandataria no tardó demasiado para salir de su inercia. Es importante recordar que las investigaciones sobre corrupción en Petrobras y otras empresas estatales, principalmente en el sector eléctrico, siguen avanzando, y nuevas revelaciones gotean cada día. Las denuncias contribuyen con fuerza para mantener al gobierno y al PT bajo presión permanente, en un desgaste que ya provocó que Dilma tenga los menores índices de aprobación de cualquier presidente desde el retorno de la democracia, hace 30 años.
Hace unos días, el presidente del Senado, Renan Calheiros, en un claro gesto de acercamiento al gobierno, divulgó un paquete de medidas económicas, cuyo objetivo es calmar al empresariado y a la opinión pública. En realidad, son medidas polémicas, elaboradas por el ministro de Hacienda, el neoliberal Joaquim Levy, y por el economista Delfim Netto, quien fue llamado de zar de la economía en la dictadura militar y se transformó en interlocutor privilegiado de Lula y de Dilma. Las medidas tendrán que ser aprobadas por el Congreso. Eduardo Cunha, como era esperado, ya anunció que las derrotará en la Cámara de Diputados. Lula cree que logrará convencer a un número suficiente de parlamentarios para que las aprueben.
También como forma para salir del aislamiento y de la parálisis, se espera que Dilma finalmente entienda la urgente necesidad de una reforma radical de su gabinete. Es otro aspecto en el cual Lula viene insistiendo desde hace meses: que la mandataria se haga rodear por ministros expresivos, en lugar de la formidable colección de mediocridades que la acompaña. El número de ministros y secretarios con rango ministerial –nada menos que 39– también podrá ser reducido.
Además de la incertidumbre, la falta absoluta de iniciativa en la casi totalidad de los ministerios hace que resulte difícil retomar acciones que recuperen al menos parte de la popularidad perdida.
Al mismo tiempo, las constantes denuncias que involucran al PT en actos de corrupción impiden que el partido reconquiste un espacio vital que fue perdido, el de las calles.
Con Lula, hace pocos días, al menos parte de esa tradición pareció volver: en un acto en Brasilia, 30 mil personas se reunieron para escucharlo. Pero cuando se sabe que la derecha pretende poner al menos un millón de manifestantes en más de un centenar de ciudades para exigir la destitución inmediata de Dilma, ese número se hace casi insignificante.
De todas formas, la reaparición de Lula da Silva en el centro del escenario puede significar un nuevo intento de recuperación. Ojalá resulte

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