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lunes, 16 de febrero de 2015

El gobierno de los Estados Unidos y el deseo de doblegarnos


La pupila insomne


“Las leyes del capitalismo, invisibles para el común de la gentes y ciegas, actúan sobre el individuo sin que este se percate…” Ernesto Che Guevara: El Socialismo y el Hombre en Cuba, 1965
Vuelvo al tema, que considero crucial, acerca del pulseo a que estamos obligados ante la influencia y las pretensiones de la potencia del norte.
Justo esta semana, cuando escribía estas líneas, el presidente Obama, en su entrevista para el portal estadounidense Vox, ha reconocido que su política exterior tiene una “dosis de realismo”, por lo que EE.UU . “en ocasiones tuerce el brazo a los países cuando no hacen lo que queremos”.
Es por ello aún más pertinente llamar la atención acerca de algunas de las ideas que sobre la dominación, la subversión y el poder a ejercer para doblegar a otros han elaborado ideólogos del mundo capitalista. Precisamente por aportar una óptica y reflejar intenciones muy alejadas de las nuestras, esta aproximación a las propias palabras del adversario puede resultar interesante.
Aparte de la conocida y temprana ambición por parte de los círculos de poder de los Estados Unidos por anexar a Cuba, y de las lecciones que brinda toda nuestra historia con ese vecino, podemos también sacar enseñanzas del pensamiento imperial per se.
Al respecto hay interesantes textos a considerar provenientes de esos medios. Con ello dejamos de lado y no pretendemos entrar aquí en el muy importante y complejo tema del Poder, que ha sido tratado extensamente por muy serios autores, tanto en la actualidad como desde tiempos ancestrales.
Para empezar citemos al politólogo Robert Dahl, que fue presidente de la Asociación Americana de Ciencia Política, quien definía el poder como “la habilidad para lograr que otros hagan lo que de otro modo no harían”.
Un concepto parecido fue desarrollado por el académico Joseph S. Nye Jr., en ocasiones funcionario del aparato civil del “Departamento de Defensa” (léase ministerio de la guerra), quien desde finales de los ‘80s, viene argumentando que la naturaleza de las fuentes del poder están cambiando hacia factores tales como la tecnología, la educación, la “industria del entretenimiento”, el crecimiento económico, y otros, algunos de los cuales caen dentro de lo que denomina “soft power” (poder suave).
Por aquellos años Nye argumentaba que los Estados Unidos en lo adelante, y cada día más, ejercería su dominación y “liderazgo” a partir del amplio predominio y “atractivo con que cuenta en términos de imagen”, en influjo de sus medios de difusión, su industria cinematográfica, su música, su modo de vida, etc., y que dejaría de recurrir progresivamente al uso de su fuerza bruta y el poder militar.
En esto último, evidentemente, se equivocó. Todos sabemos que EEUU pretende dominar por medio de la violencia y la arrogancia. Solo basta ver los aletazos y el caos que genera en esta etapa de su declinación.
Pero volvamos a lo que nos interesa en cuanto a conocer mejor “por donde vienen”. Este ideólogo hace una distinción entre el “poder suave” respecto a la capacidad de forzar (command power), que se ejerce tanto mediante amenazas y uso directo de la fuerza (“garrotes”), como por medio de dádivas (“zanahorias”), que gracias a los recursos económicos del país le permite comprar voluntades y encandilar a muchos.
Sin recurrir a las “zanahorias”– dice Nye – hay también una manera indirecta de ejercer el poder. “Un país puede lograr los resultados que prefiere en la política internacional debido a que otros países quieren seguirlo o se han sumado a un sistema que produce tales efectos. En este sentido es igual y tan importante establecer la agenda y estructurar las situaciones en la política internacional, como lo es lograr que otros cambien en determinadas situaciones”.
Y agrega: “…Si un estado puede hacer su poder legítimo a los ojos de otros, encontrará menos resistencia a sus deseos…, si puede sostener instituciones de apoyo que alienten a otros estados a canalizar o limitar sus actividades por vías que sean las preferidas del estado dominante, este podría no tener la necesidad de ejercer más costosos poderes coercitivos o duros durante situaciones de regateo y negociación”.
Este autor resalta las que considera ventajas comparativas de EE.UU . dadas la atracción de las ideas, símbolos y mitos de su “industria cultural” respecto a otros centros importantes de poder en el mundo. Alega que ello le permite consolidar su “liderazgo” y predominio, incluso para alterar el comportamiento y los deseos del adversario, darle forma a sus preferencias y lograr que otros quieran hacer lo que EE.UU . quiere.
Según esta línea de pensamiento sobre la que se basa buena parte de la acción de los distintos vectores del imperio, éste está en capacidad de estructurar las creencias y preferencias de otros, lo que haría su dominación más perdurable que si descansara solo sobre otros medios de control activo.
Mediante el “poder suave” y la atracción de su cultura y valores los Estados Unidos adquiere la habilidad de manipular la agenda de opciones políticas, de tal manera que haga que el adversario o los actores en juego dejen de expresar u optar por ciertas preferencias “debido a que ellos lleguen a percibirlas como poco realistas e inalcanzables”. Un ángulo complementario de la cuestión lo vemos en las palabras de David Rothkopf, director del gabinete de consultorías de Henry Kissinger, cuando expresaba:
“Compete al interés económico y político de los Estados Unidos el vigilar que si el mundo opta por un idioma único, éste sea el inglés; que si se orienta hacía normas comunes tratándose de comunicación, de seguridad o de calidad, sean bajo las normas americanas; que si las distintas partes se unen a través de la televisión, la radio y la música, sean con programas americanos; y que, si se elaboran valores comunes, estos sean valores en los cuales los americanos se reconozcan”.
Todo ello pesa en un contexto donde efectivamente la cultura fabricada en serie y los conceptos y los modelos capitalistas son los hegemónicos en el mundo e indudablemente se han venido asomando en nuestra sociedad. Se hacen presentes ya ni siquiera de forma subrepticia.
Explícitamente los voceros del gobierno de Obama han dicho que quieren penetrarnos con sus “valores” y montarse – por una parte – en las que consideran nuestras vulnerabilidades y – por otra – en la apertura necesaria que nuestro país está haciendo al emprendimiento privado en pequeña escala y al incremento de la inversión extranjera. El imperio alimenta con ello la esperanza de dar un sustento objetivo y clasista a esas ideologías de codicia individualista, consumismo, superficialidad y enajenación.
Lenin, en su “Informe al XI Congreso del Partido” (marzo 1922), luego de señalar que la apuesta de la burguesía (remanente entonces) tenía una base social receptiva en “el estado de ánimo de miles, decenas de miles…”, agregaba:
“No nos atacan de frente, no nos agarran por el cuello…; a pesar de todo, la lucha contra la sociedad capitalista es cien veces más encarnizada y peligrosa, porque no siempre vemos con claridad dónde está el enemigo y quién es nuestro amigo”.
Sabemos que el poder se ejerce en una relación con otros, por lo que está claro que la otra parte también cuenta. Aunque nuestra relación con EE.UU . es asimétrica, estos 55 años de Revolución demuestran que sí podemos mantener nuestra dignidad y soberanía. Previsión es poder, y organización también. El propio Nye y otros reconocen que la cohesión política es muy importante, tanto para influir como para contrarrestar y defenderse ante un poder intruso.
Nuestro pueblo patriótico está consciente sobre la necesidad de defender su cultura, símbolos y valores frente a tal influjo desnaturalizador. Corresponde a cada cual armarse con nuestros principios y tradiciones nacionales; corresponde a nuestro sistema educativo, a los medios comunicacionales, a nuestra sociedad organizada y a todos ARTICULAR EL CÓMO enfrentar los cantos de sirena y diferenciar acerca de estas influencias extrañas e indeseables.
Es urgente hacerlo. A pensamiento es la guerra que se nos hace; ganémosla a pensamiento, nos indicó Martí.
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El grueso de la citas fueron tomadas del libro “Bound to Lead – The Changing Nature of American Power”, de Joseph S. Nye Jr., de 1991. En portada incluye el siguiente comentario de Zbigniew Brzezinski: “Este libro es una oportuna y contundente respuesta a quienes hacen conjeturas pesimistas y han proclamado la inevitabilidad del alegado decline de los Estados Unidos”

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