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sábado, 2 de agosto de 2008

Consecuencias de la mentira

Un airado periodista de origen inglés llamado Christopher Hitchens publicó una arenga, que por momentos hace recordar a ese profesional de lo incendiario que fue el monje Savonarola

Acabo de leer a un airado periodista de origen inglés llamado Christopher Hitchens quien publicó en Slate una arenga, que por momentos me hizo recordar a ese profesional de lo incendiario que fue el monje Savonarola. Lo que ha provocado la santa cólera del Sr Hitchens, poniéndolo al borde del soponcio, ha sido constatar lo que califica como "la cobardía del establishment de la cultura estadounidense", más o menos, la autocensura que muestra la prensa de aquel país, y especialmente sus editores, ante ciertos temas difíciles o que impliquen una toma de partido. Es importante decir que al Sr Hitchens le pica lo que sucede en Wáshington porque reside allí.

Al parecer el Sr Hitchens acaba de desembarcar en la Tierra, junto a Flash Gordon, tras hacer un viaje interestelar que debió iniciarse cuando aún la perrita Laika no había sido puesta en órbita por los soviéticos, o se estrenaba "Lo que el viento se llevó". Solo tan prolongada ausencia de los escenarios terrestres disculparía en algo la sorpresa de campeonato que muestra un periodista que viva en los Estados Unidos, dizque honesto y objetivo, ante algo tan pedestre y cotidiano en aquel país, y en muchos otros países del mundo, como la existencia de la más férrea e hipócrita censura de la prensa contra ciertos temas y ciertas noticias.

Yo pensaba, al comenzar a leer el artículo en cuestión, titulado "La verdad y sus consecuencias", que el Sr Hitchens bramaba al leer la lista de los 25 temas más censurados en la prensa de ese país, que cada año compila el proyecto "Censored", de la Universidad de Pomona. Tuve, incluso, la ingenua esperanza de que un profesional de la noticia de una nación tan poderosa como los Estados Unidos, y que tanto alardea de las amplias libertades de prensa, palabra e información, que supuestamente se garantiza a sus ciudadanos, hubiese quebrado lanzas porque se respetase, al menos un poco, la inteligencia de ese pueblo cuando se le presentan informaciones sobre el desastre iraquí, las bajas mortales de ambos bandos en conflicto, quién es Luis Posada Carriles o el origen y el sentido de los cambios sociales en América Latina. Era esperar demasiado. El Sr Hitchens está rabioso por encargo, y como suele hacer todo transformista de alquiler, alardea de lo que carece para encubrir lo que le sobra.

Según las doctas palabras del Sr Hitchens, "el enemigo más grande de la libertad de prensa… no es un Estado que censura, un propietario monopólico, el anunciante que quiere una cobertura favorable o al menos la ausencia de una cobertura desfavorable, sino… un periodista o editor cobarde que no necesita que le digan lo que debe hacer, pues ha internalizado(sic) la necesidad de agradar o al menos de no ofender a la pero tiranía de todas, la de cierta opinión pública que considera que su logro más alto es saberse cubrir las espaldas". Hermosos retruécanos verbales estos del Sr Hitchens, concedamos, lo suficientemente explícitos como para poder descubrir que se especializa en esa difícil variedad circense que es la neolengua, atribuida por muchos a su admirado George Orwell.

Porque, en rigor, por ejemplo, cuando el periodista neoconservador afronorteamericano Armstrong William fue hallado culpable de cobrar cifras de cientos de miles de dólares del gobierno de George W. Bush, por defender en sus columnas de opinión, oblicuamente, y como el que no quiere la cosa, el programa gubernamental "No Children Left Behind", ¿a qué dictadura obedecía y qué espaldas cuidaba? Y tras Armstrong comenzaron a destaparse payolas canallescas y rumbosas en toda la Unión, surtidores de aguas fétidas que regaban las verdes lechugas que con esmero cultivaban todo tipo de periodistas venales del país que da cátedras de periodismo pulcro al resto del universo. ¿Sabrá el Sr Hitchens, melancólico héroe intergaláctico que se ha quedado en la era Eisenhower, que el escándalo salpicó también a casi una decena de esforzados paladines del "Nuevo Herald", empeñados con denuedo en enseñar objetividad a los periodistas cubanos?

Lo que le pidieron decir al Sr Hitchens los mismos neoconservadores fulleros que pagaban al Sr Williams es que las autoridades de Dinamarca detuvieron a tres personas que se proponían atentar contra la vida del caricaturista Kurt Westergard, uno de los autores de las caricaturas que ridiculizaban a Mahoma, y que provocaron revueltas y protestas en todo el mundo, especialmente entre los musulmanes. Y lo que, además, le encargaron especialmente decir los adoradores de Leo Strauss y Albert Wolhstetter es que la inmensa mayoría de los periódicos ingleses y norteamericanos, con excepción de Free Inquiry y del Weekly Standard, vocero neoconservador del ya fenecido Proyecto para un Nuevo Siglo Americano, dirigido por William Kristol, ninguna publicación seria cayó en la burda trampa de dar aire a una no menos burda operación de guerra cultural y psicológica de los servicios de inteligencia norteamericanos enfilada a la satanización de los musulmanes, y en consecuencia, en apoyo a la guerra infinita contra ellos que ya ha causado, solo en Irak, más de un millón de muertos.

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