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sábado, 2 de agosto de 2008

BoliviaEvo es una criatura de la Historia que a todos nos modela

Entrevista exclusiva con Álvaro García Linera, vicepresidente de la República de Bolivia
Luis Báez y Pedro de la Hoz*felap.info, La Paz

domingo, 22 de junio de 2008

A la vera de Evo Morales, en su condición de Vicepresidente de la República de Bolivia, se halla Álvaro García Linera. Para algunos analistas acostumbrados a juzgar la realidad boliviana a partir de tópicos, todavía resulta incomprensible la articulación de la fórmula que conquistó en las elecciones de 2005 el voto de las mayorías y mucho menos se explican su consolidación a lo largo de dos años y medio de gestión gubernamental: el indio y el blanco, el dirigente popular de base y el intelectual académico.

Hay quienes ponderan su inteligencia, valoran su capacidad discursiva, califican sus cualidades políticas y resaltan su militancia y servicio a favor de los cambios que ha emprendido el país. Ha sido objeto, sin embargo, de duros ataques y oscuras sospechas que apuntan tanto hacia el pasado del Vicepresidente como a su actuación en el Gobierno.

Es interesante su perfil. Nació en Cochabamba el 19 de octubre de 1962. Cursó estudios básicos y de nivel medio en la escuela Don Bosco y el colegio Agustín de Cochabamba, Se licenció en Matemáticas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde realizó estudios de posgrado en Ciencias Puras. Pero desde siempre mostró vocación por la Sociología y las Ciencias Políticas, áreas en las que ha ejercido la docencia.

Hoy día es indudable su protagonismo en la vida de la nación. Sus criterios adquieren un valor inestimable, aunque también en la conversación afloraron necesariamente aspectos de su biografía política, imprescindibles para arrojar luz acerca de su compromiso con el proceso.

–¿Cómo explica que siendo blanco, de clase media, e intelectual se haya involucrado en un proyecto de raíz popular e indígena?

–Crecí en una sociedad pigmentocrática, donde el color de la piel visibiliza la estructura de clases de la sociedad, la distribución del poder económico y político. Es un modelo que se consolidó durante décadas, siglos, una percepción de la distribución de roles, de funciones de las personas: los indios para el trabajo en el campo, obreros, artesanos, sirvientes, de la piel un poco más entremezclada en funciones intermedias, ámbito intelectual; las personas más blanqueadas, poseedoras del poder, del control y del dominio social. Así como en los años 60, cuando surgieron las luchas armadas en Latinoamérica, hubo una fuerte radicalización de las clases medias, que se incorporaron en las luchas campesinos y obreras, en nuestro país sucedió en las últimas décadas algo por el estilo. Es evidente que esto ha sido fruto de un proceso histórico; uno no estaría hablando de estas cosas, si no hubieran habido sublevaciones desde los años 70, ni el despertar del movimiento indígena que increpa a las elites.
–¿Cómo influyó en usted el reclamo indigenista?
–No es solo mi caso, sino el de un núcleo de personas de clase media convocada, arrastrada por ese despertar indígena y popular, que ha aprendido al sumarse a este. A medida que ese influjo popular e indígena irrumpe en la escena política y se expande, se presenta no solamente como un demandador de igualdad, sino como un proponente de una sociedad más equilibrada y beneficiosa para la inmensa mayoría de los bolivianos.
–¿Qué opinión tienen de ustedes las elites clasistas?
–No nos perdonan. Piensan que somos traidores de clase por pelear a favor de los pobres. Las clases altas y tradicionalmente dominantes, no nos han perdonado y nos han sancionado muy drásticamente. No pueden concebir que se hable de la igualdad de las personas, que se combata el neocolonialismo, las diferenciaciones y el modo pigmentizado de ejercer el poder.
–¿Ha logrado el proceso de cambio liderado por el actual gobierno romper esa percepción racista de la sociedad?
–Es más fácil introducir cambios en la estructura económica y favorecer a amplios sectores, como lo hemos hecho, mediante políticas sociales de amplio consenso popular, que transformar las estructuras mentales heredadas del pasado. Constituye un fardo pesado la estructura de clases del país, que se ha mantenido a lo largo de nuestra historia, independientemente de la fundación de la República, de la Revolución del 52 que democratizó la vida política y distribuyó tierras. Esa estructura persiste y se refleja hasta el día de hoy en muchos de los hábitos de todos. El testimonio de que eso no ha desaparecido aún es lo que ustedes han visto en Sucre el 24 de mayo de 2008, cuando las supuestas clases cultas hacen arrodillar a indios, quieren imponernos a todos la imagen que ellos tienen del indio sumiso ante el poderoso. Esa es la historia de nuestro país. Evidentemente, la lucha de los pueblos indígenas y de los sectores populares se encamina a transformar ese estado de cosas y conseguir nuevas formas de comportamiento cotidiano.
–¿De qué manera se fueron articulando a la lucha los sectores de la clase media?
–Yo creo que en el 2000 la llamada Guerra del Agua, en Cochabamba, fue un momento definitorio. Allí participó el movimiento campesino, cocalero, indígena y fabril, para evitar la privatización de un bien de primera necesidad. Luego vinieron las sublevaciones aquí en el altiplano, y en lo adelante se hizo visible la construcción de un liderazgo político, intelectual, moral e indígena. Cada vez fueron más los sectores identificados con la demanda indígena. Eso lleva a la victoria en las urnas, del compañero Evo Morales en el año 2005. Donde triunfan los movimientos populares e indígenas, con el apoyo de importantes sectores de las clases medias, e incluso de algunos sectores de clase alta, democráticos, que se sienten atraídos, convocados por este proyecto de igualdad.
–¿Fue lineal ese proceso?
–Evidentemente ha sido un proceso largo, complicado y con muchas idas y venidas, no es un proceso definitivo. Hay avances y retrocesos. En lo personal nos tocó jugar un papel, articular en los años 90 la cercanía al movimiento indígena. Hacía tiempo que la izquierda no veía a los indios, porque también la izquierda era muy señorial en Bolivia, de buen apellido. Nosotros éramos una generación pequeña, que no había bebido de la totalidad de estos prejuicios. Fuimos un pequeño grupo, influido por el movimiento indígena de los años 70, el indianismo y el katarismo, tendencia esta última que reivindicaba la figura de Tupac Katari, un aymará que desafió al poder colonial español en 1781. Comenzamos a acercarnos al movimiento indígena. Éramos ovejas negras en medio de un rebaño blanco. Ahora yo diría que es una cosa mucho más organizada, porque ya el rebaño es más grande, hablo de un sector cada vez más numeroso y sensibilizado. Ahí radica su virtud y su fuerza.
–¿Usted fue guerrillero?
Influidos como ya dije por el katarismo de los 70, una década después creamos unos núcleos de propaganda y difusión en las fábricas y en las comunidades. Situémonos hacia la medianía de los 80, en el momento en que se da una involución social con la llegada del neoliberalismo al país y se cooptan las dirigencias sindicales; se aniquila moral y políticamente a la izquierda. Aquí se quebró en 1984 la izquierda tradicional. En ese momento, nos vinculamos mucho al sector indígena, intentamos hacer una cercanía entre la lectura marxista, pero a la vez recogiendo las lecturas sobre lo que Marx llamaba las identidades difusas, nacional y campesina. Aprendimos con insumos del indianismo y el katarismo, de ahí salió un cóctel tal vez interesante, que nos permitió comprender que con el neoliberalismo se cerraba una época, que no era cuestión de un mero gobierno. Me acuerdo de que redactamos un texto donde decíamos que el neoliberalismo despertaría a Tupac Katari; estaba escrito en un cuaderno que se llevó la represión cuando nos agarraron presos.
–¿Hasta dónde pudieron proyectarse?
–Sacamos la conclusión de que había que prepararse para una sublevación. Todo nuestro trabajo consistió en elaborar la doctrina, en articular marxismo e indigenismo, separados durante décadas en Bolivia, y crear mecanismos semiclandestinos en las comunidades con capacidad movilizativa para cuando llegara el momento. La idea de una sublevación recorrió nuestro ideario, le pusimos el nombre de guerra de ayllus, y la acción iba a estar territorializada en los núcleos comunitarios. Nuestra estructura política tenía varios niveles: por una parte la construcción teórica intelectual y la elaboración de panfletos y libros; por otra, la formación de cuadros políticos; y en un tercer nivel, la preparación para la lucha armada. Yo participé en la concepción teórica y la formación de cuadros. Pero nos apresaron.
–¿De qué se les acusó?
–Nos levantaron cargos por violar 17 artículos del Código Penal, comenzando por terrorismo, atentado, y falsedad ideológica. Nos llevan a una cárcel de máxima seguridad, la de Choncocoro, donde permanecimos cinco años a la espera de que demostraran cualquiera de las acusaciones. Nunca pudieron hacerlo a lo largo de 15 audiencias. Nunca lograron presentar más que burdos informes policiales, que me colocaban simultáneamente en cinco lugares como si poseyera el don divino de la ubicuidad. Fue una pantomima montada por el gobierno de Jaime Paz Zamora, con el intento de encerrarme en la cárcel. Después de cinco años, salimos de la cárcel, todavía con juicio pendiente. Pasaron otros cinco años esperando por el enjuiciamiento y exigimos a los tribunales y los fiscales de que la investigación avanzara. Exigíamos un resarcimiento y un castigo a las personas que nos encerraron y torturaron.
–¿Cómo conoció a Evo Morales?
–Conocí a Evo en el 2000, en los días de la llamada Guerra del Agua. Saliendo de la cárcel me vinculé con los fabriles de la ciudad de Cochabamba y a través de los fabriles con los regantes (campesinos que dependías del regadío para sus producciones), que habían peleado desde hacia tiempo por el control de los recursos hídricos, debido a las amenazas contra su propiedad. Ahí nosotros hacíamos trabajo académico, hicimos un libro de investigación sobre el mundo fabril alertando contra la desproletarización llevada a cabo por el sistema neoliberal. Coincidí con Evo, en las movilizaciones, en las barricadas, aunque yo por supuesto le había seguido la pista desde 1988, cuando creamos estructuras de organización clandestina en el Chapare, ya lo habíamos detectado como un dirigente muy carismático.

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