Entrevista a Jesús Santrich

            Fuentes: Resumen Latinoamericano        
Las FARC fueron fundadas en 1964. En mayo pasado habrían 
cumplido 56 años de existencia. Pero, aunque esas FARC, con la firma del
 Acuerdo de La Habana pasaron a la legalidad, al mismo tiempo o poco 
después irrumpieron varias organizaciones armadas retomando su nombre; 
entre ellas las FARC-EP Segunda Marquetalia.
¿Son las aspiraciones de los guerrilleros de las distintas nuevas FARC las mismas de los hombres de Manuel y Jacobo?
Saludos para ti y para quienes tengan acceso a esta entrevista. Te 
respondo reafirmando que somos un proyecto que guarda continuidad con el
 de 1964. Es lo definido por quienes entre el 22 y el 24 de agosto de 
2019 nos reunimos para realizar la Reunión Extraordinaria de Comandante FARC-EP La Lucha Sigue. Por
 eso en mayo pasado celebramos el aniversario 56 tomando lo ocurrido en 
agosto como un hito importante, refundacional, de reconstrucción, en la 
historia de más de medio siglo que tenemos como organización 
revolucionaria.
Referirme a estas fechas de aniversario me permite precisar que 
existe un trasegar de las FARC con la continuidad trazada por la 
Dirección histórica, entendida esta como el núcleo fundacional 
encabezado por Manuel Marulanda Vélez, Jacobo Arenas y Hernando González
 Acosta, respecto a la cual hay un relato más o menos consensuado y 
admitido por la militancia de uno y otra estructura del presente, hasta 
2016, y que está consignado en los libros que sobre el tema escribió 
Arturo Alape tomando como fuente al comandante Marulanda Vélez, 
especialmente; lo plasmado por el mismo comandante en Jefe en sus 
Cuadernos de Campaña de 1964 y los textos escritos y publicados por 
Jacobo Arenas, entre los que se cuentan, Diario de la Resistencia de 
Marquetalia/, Cese al Fuego/, Correspondencia Secreta del Proceso de Paz
 /y Diálogos de Paz, Amigos y Enemigos, principalmente.
Se complementaría esta historia de origen con los documentos 
oficiales de las Conferencias y Plenos del Estado Mayor Central, hasta 
el momento en que se inician las conversaciones de La Habana, todo lo 
cual constituiría un primer bloque historiográfico genuinamente fariano,
 alrededor del cual puede haber otros documentos de terceros 
observadores o estudiosos de la temática. Pero evidentemente, existe 
otro escenario de debate de tal historia a partir del punto de quiebre y
 ruptura de la unidad interna de las FARC-EP, que se produce con los 
Diálogos de Paz de La Habana, con momentos diferenciados como lo son el 
de conversaciones propiamente dicho, el de acuerdo y firma del mismo y, 
finalmente, el de su fallida implementación.
En tal etapa se entremezclan visiones, posiciones políticas e 
ideológicas, que van diferenciándose y marcando ruptura, no solamente 
entre sectores de quienes adelantan las conversaciones sino también 
respecto a sectores que no admitieron la línea de adelantar el proceso 
de paz en los términos en que se desenvolvió. Así, entonces, los relatos
 sobre lo ocurrido en este escenario pueden ser coincidentes en el 
abordaje de algunos aspectos, pero contradictorios y de choque en otros,
 fundamentalmente en lo que concierne al asunto de la dejación de armas y
 la forma como asumir la reincorporación frente a los incumplimientos de
 los compromisos por parte del gobierno, lo cual conducirá al 
distanciamiento de un importante y amplio sector de la militancia, del 
conjunto del proceso al que consideraron traicionado por el 
Establecimiento.
Agregado a esto, hay un tercer escenario para la discusión y 
definición de la historia de las FARC-EP, que se expresa con el proyecto
 FARC-EP (Segunda Marquetalia), y que presenta específicos hitos 
refundacionales y prospectos de desarrollo político-militar de 
continuidad respecto a la organización originaria, conviviendo con 
proyectos paralelos representados por los sectores de las antiguas FARC,
 que no participaron del proceso de paz, pero que también se reivindican
 como continuadores de la organización originaria, y en ese plano van 
teniendo su propia dinámica de existencia.
Como Segunda Marquetalia, sintetizo en tres los aspectos 
fundamentales de nuestra lucha por la justicia social, desde el momento 
mismo de la fundación de las FARC-EP:
- La lucha por la tenencia y uso de la tierra, siempre aspirando a alcanzar la propiedad sobre la misma, con instrumentos y recursos para su explotación adecuada en equilibrio con la naturaleza;
 - La satisfacción de las necesidades básicas de subsistencia, es decir de alimentación, salud, vivienda, educación, servicios públicos fundamentales, recreación y cultura;
 - La superación de la desigualdad, la pobreza y la exclusión política. Todo ello en condiciones de dignidad, libertad y soberanía.
 
Las guerrilleras y guerrilleros de ayer y los de hoy tienen esas 
mismas aspiraciones, porque se trata de metas planteadas como 
necesidades que no han sido resueltas para las mayorías en Colombia. 
Antes que darles solución a los problemas que se derivan de su 
insatisfacción, se han profundizado.
El orden capitalista engendra el carácter antagónico entre distintos 
sectores sociales, políticos y económicos en Colombia. Y eso no ha 
cambiado desde la época de fundación de las FARC-EP. En su seno descansa
 la conflictividad violenta emanada de los procesos de acumulación, 
signados por la variable de la apropiación violenta de la tierra en muy 
pocas manos.
Por ponerle sólo un ejemplo, en nuestro país más de 40 millones de 
hectáreas están en manos del latifundio ganadero. Eso equivale a más de 
un tercio del territorio nacional, generando fenómenos de praderización,
 de daño al medio ambiente y desplazamiento forzado, por decir lo menos.
 Mientras del 100 por ciento de la gente que trabaja en el campo al 
menos la mitad no tienen tierra y del resto son menos del 50 por ciento 
los que tienen titulación. Por eso, un aspecto central de cualquier 
solución política al conflicto pasa por la realización de una reforma 
rural integral que incluya no solamente aspectos de explotación 
agropecuaria sino de reconfiguración territorial, geoespacial en favor 
de la gente del común.
-¿El regreso a la lucha armada es la confirmación de que el proceso de paz fracasó?
-El regreso a las armas de muchos de quienes se involucraron o nos 
involucramos en construir un acuerdo de paz con el gobierno, es un 
indicador muy diciente de la inexistencia de la paz en Colombia, pero no
 es su causa.
Recordemos que el fallido proceso de paz de la Habana es uno de los 
tantos que ya han fracasado en nuestro país, pero así este que nosotros 
adelantamos y derivó en un Acuerdo hubiese tenido menos perfidia de la 
que ha sufrido y nosotros estuviéramos en la legalidad, otras fuerzas 
insurgentes seguían activas con razón. La traición del establecimiento 
al proceso del que nosotros participábamos, es una razón más para 
mantenerse en rebeldía. Pero por sobre todo ello, está la conflictividad
 social que surge de la falta de justicia social, del incremento 
creciente de las desigualdades por cuenta de la mezquindad de una clase 
oligarca que persiste en mantener sus privilegios extremos a costa del 
bienestar de la mayoría de sus compatriotas, sólo para satisfacer las 
exigencias insaciables de un imperio decadente como el yanqui y sus 
propias extravagancias.
-Después de varios procesos de paz fallidos, seguís pensando 
que el camino de la negociación es posible o pensáis tomar el poder por 
las armas?
-Ni antes ni después de las conversaciones y la firma del Acuerdo de 
Paz de La Habana, la dirigencia genuinamente fariana ha pensado que 
existe un único camino para establecer la justicia social y la paz con 
dignidad, libertad y soberanía en Colombia. Sabemos sí, que 
históricamente las transformaciones a las que aspiramos se producen con 
revoluciones que generalmente son violentas porque así lo imponen 
quienes detentan el poder, pero siempre aspiramos a que se produzca una 
salida dialogada. Y ese diálogo deberá ser entre adversarios, cualquiera
 que sea su calidad.
Nosotros deberemos prepararnos para la guerra con una oligarquía que 
ha demostrado ser mezquina, sanguinaria y tramposa; pero es deber 
nuestro procurar el menor derramamiento de sangre buscando una salida lo
 menos cruenta posible. Quizás la salida política negociada parezca una 
ilusión, pero su búsqueda la entendemos como un deber al que no le vamos
 a hacer el quite.
-Ustedes rompieron con el partido FARC, liderado por 
Timochenko. Cual es la relación que mantenéis con los ex-guerrilleros de
 base a lo largo del país?
-Tomamos un camino diferente obligados fundamentalmente por la 
traición gubernamental al Acuerdo, pero también nos distanciaron 
posiciones políticas que no compartimos porque creemos que se apartan de
 nuestra concepción raizal bolivariana y comunista. Este es un problema 
de índole político que debería no enemistarnos al punto de romper 
cualquier posibilidad de acercamiento, coordinación o convergencia como 
puede ocurrir con respecto a cualquier otro partido, organización 
política, o social, o movimiento real de lucha.
La necesidad de la convergencia y su búsqueda son un conjunto de 
orden estratégico, solamente que nosotros actualmente operamos en la 
ilegalidad y eso no nos permite tener ningún vínculo o relacionamiento 
formal ni con la facción que lidera Timochenko ni con ninguna otra 
porque sencillamente estaríamos sometiendo a la gente a los peligros del
 terrorismo de Estado y el macartismo que imperan en Colombia. Con los 
exguerrilleros guardamos afectos nacidos de una historia de lucha 
compartida, agregando los afectos que en general tenemos respecto al 
pueblo colombiano explotado y vilipendiado, al cual nos debemos y por el
 cual luchamos presentándoles una propuesta que aspiramos que abracen 
sea vinculándose a nuestras filas, a nuestras estructuras, o sea también
 desde la legalidad defendiendo propósitos que nos aproximen como lo 
pueden ser la búsqueda de la justicia social o la defensa de la 
soberanía.
-Cual es la sensibilidad general de los ex-guerrilleros sobre el proceso de paz.
-En general es notorio un desencanto respecto a las grandes 
expectativas que había de transformar el país en beneficio de los más 
desfavorecidos, al menos logrando sentar las bases de la reforma rural, 
de la reforma política y de otras conquistas menores. Pero nada de eso 
se ha dado. Ni siquiera lo más elemental que es el desarrollo de un 
proceso decente de reincorporación económica, política y social. Hay 
además temores por el terrorismo de Estado que se está sufriendo, por 
los asesinatos contra dirigentes comunitarios y excombatientes por 
centenares; militantes farianos han sido acribillados alrededor de 250 
desde la firma del Acuerdo. Según Indepaz, dirigente comentarios van más
 de 730 asesinados.
Más allá del desencanto hay total o parcial perdida de credibilidad 
en el instrumento del diálogo y los acuerdos, porque es notorio que son 
fácilmente vulnerados, sin que exista una garantía de solución a los 
incumplimientos. Por ello el regreso de muchos, muchos excombatientes y 
la vinculación de nuevos insurgentes a la lucha armada, pero sin duda 
también hay en otros muchos excombatientes, militancia política y 
simpatizantes de la solución política al conflicto, una honesta, 
valerosa, arriesgada y respetable posición de persistir en la defensa de
 lo pactado, así que la sensibilidad no es una sola sino que existen 
diversas sensibilidades, valoraciones y reacciones.
-¿Y sobre el regreso a la opción armada?
-Como tú dices, es una opción y no es la única. Es además un derecho 
legítimo; el derecho que tienen los pueblos a rebelarse con la fuerza 
frente a regímenes tiránicos como el que ha tenido Colombia durante toda
 su era republicana. Esta opción entraña además un derecho a la legítima
 defensa grupal, colectiva, de personas que no quieren enfrentar el 
terrorismo de Estado, la guerra sucia del establecimiento, su 
criminalidad inveterada con los solos pechos desnudos y una concepción 
de martirologio.
Sabemos que la lucha de clases entraña también un problema de orden 
militar que no podemos soslayar, sino que debemos asumir para que así 
sea menos doloroso y traumático, para poder llegar a un escenario de 
negociación que acabe con la confrontación que nos imponen los 
oligarcas.
Hasta el momento van 238 ex-guerrilleros asesinados. ¿Quien está por detrás de la aniquilación de estas mujeres y hombres?
-A esta pregunta ya he respondido varias veces, y quiero repetir que 
sin negar que pueda haber causas específicas para uno u otro caso en 
particular, que respondan a asuntos personales o que no tengan nada que 
ver con la violencia política que se padece en el país, lo esencial está
 en que las muertes son producto de la acción y omisiones sistemáticas 
del Estado. Reiteraría algo de lo dicho en otras entrevistas, en cuanto a
 que tanto los asesinatos de dirigentes comunitarios como de 
exguerrilleros, muchos de los cuales son también dirigentes, son 
víctimas sistemáticas del terrorismo de Estado.
Antes he dicho que asistimos a un reforzamiento de la violencia 
sistemática institucional y para-institucional; es decir, un 
reforzamiento estatal de la Doctrina de la Seguridad Nacional y Enemigo 
Interno, que deriva de la famosa “paz con legalidad” del gobierno de 
Iván Duque y que está encaminada a adelantar un proceso de pacificación 
represiva de los territorios estratégicos. Actúan con la excusa de la 
“seguridad interna”.
Ahora se inventaron las Zonas Estratégicas de Intervención Integral 
(ZEII), coincidentes con los Espacios Territoriales de Capacitación y 
Reincorporación (ETCR), que son los espacios piloto para iniciar la 
reincorporación de los excombatientes. Estos espacios para la paz, 
entonces se están usando para experimentar el reforzamiento de una 
estrategia contrainsurgente de aislamiento del territorio y copamiento 
militar del mismo, al tiempo que se contribuye a la recomposición del 
paramilitarismo, con un propósito evidente de acelerar la expansión del 
modelo de acumulación que articula cadenas legales e ilegales de 
valorización de capital.
En ese contexto es que se producen los asesinatos de los que estamos 
hablando. Las regiones más afectadas por los asesinatos están dentro de 
la delimitación de las zonas que cubren los 170 municipios PDET, a los 
cuales se les está aplicando el tratamiento criminal de la Política de 
Defensa y Seguridad (PDS), que no es otro que el de la doctrina 
contrainsurgente de la seguridad nacional. Y a los asesinatos le suman 
falsos positivos como el que protagonizó Timochenko, a fin de adelantar 
campañas tendientes a mostrar que los hechos de sangre son producto de 
la división interna de las FARC.
Este caso lo pongo especialmente de presente porque lo que hicieron 
con esos muchachos excombatientes; me refiero a Carlos Andrés Ricaurte y
 Gerson Moisés Morales, fue una infamia. Los supuestos salvadores del 
exjefe guerrillero lo que hicieron fue torturar y asesinar a personas 
que seguían creyendo en el proceso. Ahí usted puede darse cuenta que una
 de las razones que ha apresurado la decisión de retomar el camino de 
las armas, es la guerra sucia, el terrorismo de Estado, y que las 
explicaciones que se dan conjugando lenguaje de orden público, hablando 
de “zonas rojas” donde imperan grupos criminales anarquizados, con 
pugnas por control territorial, que de paso victimizan al Estado, no 
hacen sino tratar de ocultar la responsabilidad del régimen.
–Algunas fuentes dicen que se tratan de asesinatos ejecutados por disidentes de las FARC.
-Ya he dicho que puede haber casos que no necesariamente obedezcan a 
la marcha del terrorismos de Estado, pero no tengo elementos para 
afirmar que las muertes de excombatientes o dirigentes comunitarios sea 
producto de políticas trazadas por organizaciones “disidentes”. No 
considero eso posible si es que bajo esa denominación estás incluyendo a
 quienes en este momento por estar alzados en armas no pertenecen al 
partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común pero vienen de las 
raíces marulandistas. Y sobre eso, hay varias organizaciones que 
enarbolan el nombre y las banderas de las FARC-EP del comandante Manuel,
 que tienen sus propias direcciones y voceros y seguramente ellos podrán
 responder con sus argumentos y con más detalle a esta pregunta tuya.
En lo que respecta a las FARC-EP, Segunda Marquetalia, ninguna muerte
 ha sido ordenada por estructura alguna nuestra. No es esa nuestra 
política por profundas que sean las contradicciones. Estas deben darse 
en el plano de las ideas y no en otro. Entonces aprovecharía para 
reiterar que en el sonado atentado contra Timochenko, que hasta donde se
 sabe fue un falso positivo, no tuvimos que ver absolutamente en nada. Y
 agregar que se alcanza a advertir en estos procedimientos, una extraña 
maniobra tendiente a estigmatizar aún más a quienes siguen alzados en 
armas por un lado, y al mismo tiempo una especie de treta tendiente a 
restarle confianza al componente de exguerrilleros y personal de la UNP 
que no marchan con el oficialismo gubernamental y el timochenquista.
Nadie debe dudar que la guerra sucia gubernamental está en marcha y 
no es nada novedoso como método de opresión en nuestro país, por eso 
ahora lo que haría sería un llamado radical a que la gente no se deje 
matar en estado de indefensión. Hay que seguir peleando, resistir, no 
abandonar por ningún motivo los sueños de cambio y de búsqueda de paz 
con justicia social, y precisamente ese es el espacio que queremos 
brindar en las filas de las FARC-EP, Segunda Marquetalia o decirles a 
quienes se sientan perseguidos, que la lucha clandestina y armada es 
absolutamente legítima sin importar la organización por la que opten, 
siempre que ella reivindique los intereses populares.
-En este proceso de regreso a la opción armada, hubo una 
dispersión de grupos que son acusados muchas veces de abandonar el 
ideario político y abrazar actividades económicas ilegales. Que retrato 
se puede hacer de las diferentes organizaciones que siendo herederas de 
las FARC-EP siguen actuando con las armas? Hay diferentes motivaciones 
detrás de ellas?
Es muy prematuro hacer caracterización de todas las agrupaciones que 
reivindican el nombre de las FARC-EP. Pero lo que se puede afirmar con 
certeza, es que la mantención de las condiciones de desigualdad, miseria
 y exclusión política que generaron la violencia política en Colombia, 
por cuenta del Bloque de Poder Dominante, justifican plenamente el 
ejercicio del derecho legítimo a la rebelión armada, independientemente 
que una organización insurgente u otra decida tomar el camino de la 
lucha política abierta, desarmada.
Tras el proceso de paz entre Gobierno y FARC-EP, hubo sectores de 
nuestra organización que desconfiaron de la palabra del gobierno y por 
eso no se vincularon al mismo, o desistieron al momento de percatarse el
 engaño que entrañaba el acuerdo de dejación de armas, y otros 
alcanzamos a vivir la temprana traición de la implementación. Todos 
tenemos identidad ideológica y política incuestionablemente. Pero todos 
estamos en procesos de reconstrucción que tienen complejidades, porque 
se desenvuelven en medio de la guerra y de las crisis propias que trajo 
nuestra división interna.
Esta etapa deberá ser superada y quienes somos revolucionarios, 
tenemos el deber de tomar el camino de la unidad para poder enfrentar 
con mayor fortaleza a un enemigo pertinaz, sanguinario y muy poderoso 
que es el Estado colombiano como instrumento de los Estados Unidos al 
que está subordinado. Las actividades contra el régimen, enfrentar la 
guerra que nos han impuesto durante décadas utilizando ingentes recursos
 para aniquilarnos, nos obligan a fortalecernos política y militarmente,
 para lo cual también requerimos de recursos que no nos los va a dar el 
establecimiento, ni las ONGs, ni la comunidad internacional, ni 
procedimientos cobijados por la legalidad. Como en toda guerra de 
resistencia, independencia, liberación, antitiránica, etc. los recursos 
que se han utilizado son ilegales.
–Siendo que hay otras estructuras que siguen movidas por 
razones políticas, hay algún tipo de contacto o posibilidad en el futuro
 de reorganización y unidad?
-Sí. Como le dije, no se trata solo de una necesidad sino de un deber
 de revolucionarios, buscar caminos de aproximación, de unidad o al 
menos de coordinación para avanzar hacia la conquista de propósitos de 
emancipación como los que nos inspiran a todos y nos identifican con los
 anhelos de justicia social con las mayorías. Eso de la unidad es un 
asunto de orden estratégico, vital, para las FARC-EP, Segunda 
Marquetalia.
-¿Hay también una reactivación de las estructuras civiles 
políticas como el Partido Comunista Colombiano Clandestino y el 
Movimiento Bolivariano para la Nueva Colombia?
-Sí la hay. En la llamada Reunión Extraordinaria de Comandantes que 
realizamos exactamente hace un año para relanzar el proyecto FARC-EP, 
con el signo específico distintivo de Segunda Marquetalia, como ya te 
dije en mi primera respuesta, nos refundamos como un proyecto que 
expresaba continuidad con las antiguas FARC-EP marulandistas y 
bolivarianas. Digamos que en lo fundamental las estructuras que existían
 antes del fallido Acuerdo fueron también refundadas, de tal manera que 
hoy en día tenemos un renovado Partido Comunista Clandestino, un 
Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia, estructuras de milicias y 
frentes de masas.
Todavía no en la dimensión de antes, pero sí dentro de una dinámica 
de mayor depuración derivada de la experiencia vivida y de la necesidad 
que se nos impone de acentuar la compartimentación frente a la 
agudización del terrorismo de Estado. Paso a paso vamos creciendo, 
cualificando y tratando de coordinarnos con el movimiento comunista 
internacional. Entonces, en este primer aniversario del relanzamiento 
podemos decir que en todos los planos mencionados, el balance es 
positivo, y lo principal es que ya hemos logrado hacer el despliegue 
fundamental de nuestra pequeña gran organización guerrillera.
Se que había una propuesta histórica de las FARC de 
substituir la producción de la hoja de coca por otros productos 
agrícolas en el acuerdo de paz. ¿Eso está siendo cumplido?
-Lo pactado en materia de narcotráfico fue violado desde el momento 
mismo en que inició la implementación del Acuerdo. El mismo gobierno de 
Santos insistió en mantener la política venenosa, nociva, de las 
fumigaciones por encima de la política de sustitución que es la que 
contempla el Acuerdo, vinculada a la política de Reforma Rural Integral.
Luego Duque terminó de hundir tanto la Reforma Rural como la política
 de sustitución, reactivando la llamada “guerra contra las drogas”, la 
represión inhumana contra la gente humilde del campo como ocurre en El 
Guayabero y Catatumbo, entre tantos ejemplos denunciados en las redes 
sociales; es decir que asistimos a la reconfiguración de la fracasada 
versión gringa de la lucha antinarcóticos, que incluye las 
erradicaciones forzosas y las fumigaciones aéreas.
Hoy en día, la proliferación de los narco-cultivos sigue siendo el 
producto de la negativa a darle tratamiento de orden social al problema.
 El tratamiento militarista en términos de problema de orden público, 
desatendiendo la solución de las necesidades que empujan a las inmensas 
pobrerías del país hacia las economías ilegales, está en la esencia del 
fracaso.
En lo que concierne a las FARC-EP Segunda Marquetalia, la posición 
frente al problema de la proliferación de los cultivos de uso ilícito y 
del narcotráfico, está más o menos planteada en el Acuerdo de La Habana.
 Al menos su cumplimiento sería una buena base de inicio, pero ligándolo
 con el conjunto de las soluciones sociales y en particular con la 
Reforma Rural Integral, agregando una política de tratamiento penal 
diferencial que no atropelle a las familias rurales que terminan 
involucradas en esas economías más como víctimas que como cualquier otra
 cosa.
Se les acusa de estar involucrados en el narcotráfico. ¿Cuál 
es la posición de FARC-EP Segunda Marquetalia sobre este tema y como 
piensan comportarse en relación a los productores de coca y 
terratenientes?
-No somos narcotraficantes, somos revolucionarios estigmatizados y 
usados como mampara del establecimiento para ocultar sus conductas 
mafiosas y proseguir una guerra de acumulación de territorio y de 
recursos estratégicos en favor de las trasnacionales y en especial en 
favor de Estados Unidos, que entre otras cosas es por antonomasia la 
cueva del narcotráfico.
Pero le recuerdo que el narcotráfico además de ser un problema social
 que cruza al conjunto de la sociedad colombiana corrompiendo su 
economía, sus costumbres, tradiciones y cultura, entre otros espacios, 
es un problema de Estado que involucra también y sobre todo la 
corrupción de sus instituciones. Esto es inocultable. Pero además habría
 que precisar que no se trata de un problema local o nacional sino 
transnacional, de un macro negocio capitalista que con otras economías 
ilegales toca no menos de cinco punto del Producto Bruto Mundial.
En Colombia uno de los espacios más contaminados es el capital 
financiero, pero reitero que esto dentro de un entramado que toca al 
conjunto de las instituciones, de tal manera que colocar a las 
guerrillas como chivo expiatorio no resuelve nada, es un mero asunto de 
propaganda contrainsurgente que equivocadamente se vuelve a repetir por 
parte de un gobierno gansterizado como el de Iván Duque, que no termina 
de aclarar sus vínculos con el narco Ñeñe Hernández, con Memo Fantasma y
 otros fantasmas raizales de la mafia uribista.
Ligando con la respuesta a su pregunta anterior, le reiteraría que 
nuestra posición en busca de una solución, retomando una antigua 
propuesta de Manuel Marulanda Vélez, no como jefe de un cartel de narcos
 sino de una organización rebelde, quedó planteada en los debates de La 
Habana y plasmada en el traicionado acuerdo de paz. Esta solución 
vincula cultivos de uso ilícito, producción y comercialización de 
drogas, proponiéndose principalmente asumir y tratar el consumo con un 
enfoque de salud pública; la persecución estatal debe dirigirse contra 
organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico y a la 
comercialización.
Debe haber en el tratamiento al problema de las drogas un 
reconocimiento de los usos ancestrales y tradicionales de la hoja de 
coca, y se deben promover procesos completos y concertados de 
sustitución de cultivos de uso ilícito por otros cultivos alternativos, 
implementando además políticas de tratamiento penal alternativo para los
 campesinos que como ya dije son más que todo víctimas de este tipo de 
economías. Por ello insistimos en que cualquier política seria, debe 
estar vinculada al desenvolvimiento de la reforma rural integral, tal 
como se explica en lo acordado respecto a los puntos 1 y 4 de lo que 
fuera la Agenda de los Diálogos de La Habana, todo lo cual, si se 
observa bien, está construido sobre las demandas históricas del 
movimiento social popular colombiano.
-¿Cómo analizáis las acusaciones de Nicolás Maduro de que Colombia está detrás del intento de incursión armada en Venezuela?
-Para saber que Colombia está involucrada en un plan de incursión 
armada mercenaria o de cualquier otro tipo contra Venezuela, no haría 
falta que lo diga el Presidente Nicolás Maduro. Ese es asunto cada vez 
más evidente y que se ha expresado desde mucho antes de la era Duque 
Márquez.
La conspiración en la que Colombia es azuzada como perro de presa por
 su amo yanqui para desestabilizar a Venezuela, ha sido permanente desde
 que el chavismo llegó al poder. Se puso en evidencia, por ejemplo, con 
la confesión pública que al respecto hizo a principio de 2009 Rafael 
García, lugarteniente de Jorge Noguera, Director del entonces aún 
existente Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) en el primer 
mandato presidencial de Álvaro Uribe Vélez.
García explicó cómo su jefe en el año 2003 creó un grupo clandestino 
al que le dieron la misión de infiltrarse en Venezuela con la excusa de 
ubicar miembros de la subversión colombiana refugiados en aquel país. 
Este grupo operaba desde Norte de Santander y la Guajira con pleno apoyo
 de Departamento Administrativo de Seguridad. Las operaciones 
clandestinas dentro de Venezuela, las orientaba su director Jorge 
Noguera coordinando con los paramilitares del llamado Bloque Norte en un
 plan dirigido a desestabilizar al gobierno venezolano. Por entonces, 
sectores de la oposición venezolana, sobre todo del denominado Bloque 
Democrático, propusieron que apoyarían las actividades de 
narcotraficantes y paramilitares colombianos en Venezuela, a cambio de 
que estos los apoyaran en derrocar al gobierno de Hugo Chávez.
Para principio de década la oposición venezolana diseñó un plan para 
Boicotear el aparato productivo venezolano; adelantar una ofensiva 
contra el gobierno de Chávez en los medios de comunicación; asesinar 
líderes del gobierno para crear zozobra en el país; asesinar al Ministro
 del Interior y de Justicia Jesse Chacón, al Fiscal General Isaías 
Rodríguez, al Vicepresidente José Vicente Rangel y al Presidente Chávez.
Todo esto lo confesó García diciendo, además, que era el enlace de 
Jorge Noguera con el Bloque Norte, sirviéndose de mensajeros como el 
entonces senador Jorge Castro Pacheco, hermano de Augusto “Tuto” Castro 
Pacheco, uno de los hombres de mayor confianza del paramilitar Jorge 40.
 En la cabeza de la estructura criminal estaban también, según lo 
precisó García, el Ministro del Interior y de Justicia de Colombia, 
Fernando Londoño Hoyos y la entonces Ministra de Defensa, actual 
Vicepresidenta de Colombia, Martha Lucía Ramírez.
Mas recientemente, los choques diplomáticos que en sintonía con 
Washington genera el Gobierno de nuestro país son descarados en sus 
afanes intervencionistas. Evidentemente el Gobierno colombiano, por 
ejemplo, jugó contra el país hermano, actuando como marioneta principal 
dentro de la opereta del conciliábulo del llamado “Grupo de Lima”.
La cancillería de nuestro país sostiene desde la posesión de Duque 
como Presidente, una ferviente campaña para deslegitimar y derrocar al 
Presidente Nicolás Maduro, especialmente desde el tablado de la OEA 
contando con personajes lacayos de Washington como Luis Almagro.
El Gobierno colombiano, en todo esto, hace parte de los planes del 
Pentágono y el Comando Sur para aplastar la Revolución Bolivariana. Y 
tal afirmación tampoco es necesario que la haga el gobierno venezolano 
para saber que es verdad, porque está consignado en el manual “Venezuela Freedom 2 Operation”,
 que de manera específica establece el objetivo de derrocar al 
Presidente Nicolás Maduro mediante una operación militar que 
patrocinaría la Conferencia de Ejércitos Latinoamericanos y tendría el 
respaldo de la OEA. Todos los confabulados seguirán intentando concretar
 su objetivo, tal cual se vio con el despliegue de aventuras como la del
 frustrado desembarque de mercenarios contra-revolucionarios por La 
Guaira, etc.
-¿Tienen constancia de maniobras militares dentro de 
territorio colombiano, entrenamiento militar o preparación para ese tipo
 de acciones?
-La política guerrerista antivenezolana es gubernamental, no es algo 
personal del presidente Duque. Creo que todo lo que le he dicho es 
constancia de las intenciones hostiles contra la República Bolivariana 
de Venezuela. O usted alguna vez había visto tanta agresividad en la 
frontera común utilizando como cortina y factor de desestabilización 
supuestas acciones humanitarias, como ocurrió con la protagonizada en el
 puente internacional y áreas aledañas de Cúcuta, incluyendo conciertos,
 manipulación de artistas y de conciencias con medios de comunicación 
corporativos que alentaban el derrocamiento, el golpe de Estado y la 
violencia en general contra un país que lo que ha hecho es prestarse 
para que en Colombia se adelantara un proceso de paz?. De verdad que si 
Venezuela estuviera en una actitud pendenciera tendría suficientes 
razones para reaccionar, porque el gobierno colombiano 
irresponsablemente ha generado innumerables causas para iniciar una 
confrontación.
–El gobierno de Iván Duque les acusa de colaboración con Nicolás Maduro. ¿Qué hay de cierto en eso?
-No creo que Venezuela necesite de la colaboración de una 
organización insurgente respecto a la cual su gobierno lo que ha hecho 
es alentarla a pactar la paz con el régimen al que enfrenta. Y agréguele
 a esto, que las FARC-EP, Segunda Marquetalia, apenas están iniciando 
una etapa de reconstrucción de sus estructuras y de su despliegue en 
función de los cambios políticos y sociales que con urgencia requiere 
Colombia, y en ello una de las líneas trazadas por nuestra Dirección es 
trabajar por la hermanación de los países bolivarianos, y no por que se 
suscite una guerra de la que lo único que saldría sería devastación y 
más lutos para ambos pueblos, los cuales al fin de cuentas son uno 
mismo.
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