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martes, 25 de agosto de 2020

La agónica transición democrática latinoamericana



En el lapso comprendido entre 1970-2020, el capitalismo global ha estado dominado por una misma “onda larga”, marcada por una crisis permanente, expresada, entre otras cosas, por dificultades para elevar las tasas de ganancia a los niveles de la “época dorada” (1945-1969), alternada con breves oscilaciones de relativa mejora hasta llegar al actual y violento “shock estructural”.

Todas las grandes ofensivas del capital que hemos vivido durante este largo lapso, desde las dictaduras militares de los 60s y 70s, el ajuste estructural de los 80s y 90s, y ahora, en la tercera década del siglo XXI, la “nueva normalidad”, responden a un mismo interés central: recuperar las tasas de ganancia a sus niveles históricos.

En otras palabras, al igual que no se puede fragmentar la historia, tampoco se pueden fragmentar los procesos económicos. Nada surge de improviso y en última instancia, todo está causalmente concatenado en algún punto del pasado.

Todo esto es para resaltar el hecho de que la evolución económica y política de América Latina en las últimas 5 décadas, ha tenido como contexto global la crisis general del capitalismo. Ello ha impuesto ciertas pautas políticas y económicas de carácter global y regional, marcando el rumbo y las agendas que la periferia debe acatar y tiene que seguir (desde la “Alianza para el Progreso” hasta los mecanismos de dinamización comercial conocidos como “Tratados de Libre Comercio”).

En tal sentido, los procesos de transición hacia la democracia han sido parte y manifestación de tales agendas, los cuales se han presentados como pre-requisito fundamental para salir de la pobreza y el subdesarrollo, ocultando la razón verdadera de su impulso por parte del gran capital.

Y, por supuesto, sociedades como las nuestras, agobiadas por múltiples conflictos internos y eternos, en una lucha de clases desigual y donde los mismos de siempre son siempre los mismos perdedores, el discurso de la “transición hacia la democracia” ha tenido siempre cierto atractivo, particularmente en ciertos sectores medios, en apariencia sin importarles demasiado el que sea una especie de “democracia tutelada”.

Ahora que el capital pierde “inercia”, como se hizo patente en los últimos años y particularmente a partir del 2019, también pierde sus “modales democráticos”. Venezuela, Honduras, Brasil y Bolivia son parte de ese expediente de golpes de nuevo tipo.

El trabajo sucio lo realizan ahora los sistemas de justicia cooptados por el crimen organizado. Bajo estas modalidades, a ningún poder fáctico ni entramado institucional (incluyendo “la embajada”), le interesa o preocupa la calidad resultante de tal tipo de “democracia”.

En este sentido, el futuro inmediato de América Latina se parece demasiado a su pasado. Con el agravante de que la pandemia brinda un pretexto casi perfecto para suprimir de tajo un conjunto de derechos económicos, sociales, políticos y culturales, pérdida ante la cual los gobiernos esperan que la población lejos de protestar debe de agradecer...

El panorama general de nuestra región es desalentador, en términos tan vitales como ingresos, empleo, acceso a salud, educación, transporte y servicios básicos en general.

Por otra parte, la presente crisis económica-sanitaria nos brinda una cierta oportunidad de buscar salidas compartidas, tanto como sectores sociales heterogéneos al interior de nuestros países, y como bloque regional (latinoamericano), bajo el entendido de que esas salidas no provendrán de parte de quienes están usando la crisis financiera-sanitaria para reposicionar sus agendas e intereses anti-populares.

La gran pregunta, sin embargo, ya no es ¿qué hacer? Sabemos que el camino de las “agendas compartidas” pasa por la reconfiguración de nuestro proyecto histórico, en el caso de la región que habitamos, del proyecto inconcluso de los pueblos latinoamericanos iniciado hace ya más de 200 años.

Lo que no está tan claro es el “cómo” realizar esta nueva fase de luchas y agendas compartidas.

Tal vez el desarrollo de un debate de esta naturaleza debiera comenzar con el establecimiento consensuado de las precondiciones, junto a la clarificación en cuanto a los sujetos/as de estos nuevos y necesarios cambios históricos.

Todo está en transición. Esa parece ser la premisa clave.

- Sergio Barrios Escalante es científico social e investigador. Activista social en la Red ADINA. Editor de la revista Raftulum. https://revistatulum.wordpress.com/
  

https://www.alainet.org/es/articulo/208603    

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