Boaventura De Sousa Santos
Los vientos que
soplan desde España son favorables. Por primera vez desde la transición
democrática de 1978 los dos principales partidos de izquierda se unen
para formar gobierno. La articulación de izquierda de la que Portugal
fue pionera en Europa a partir de 2016 desempeñó un papel importante, si
bien indirecto, en la solución española. Señaló que el sentido común
podía formar parte de la política, a pesar de que durante mucho tiempo
parecía impensable. Demostró que, más allá de lo mucho que divide a los
diferentes partidos de izquierda, lo que los une es lo suficientemente
sustantivo como para construir un programa de gobierno compartido. Dado
que era un camino poco transitado, hubo que ponerlo por escrito y
detallar los términos del acuerdo. Se sabía que las desconfianzas mutuas
eran muchas y persistían. Se sabía que las fuerzas (políticas,
económicas y mediáticas) de derecha harían todo lo posible para
demonizar al nuevo gobierno y que el camino sería más fácil cuanto más
vaga fuese la convergencia. También demostró que las políticas de la
Unión Europea, pese a ser muy conservadoras, permitían cierta capacidad
de maniobra y lo permitían aún más siempre que la burocracia de Bruselas
no se sintiese amenazada o cuestionada (lo que había sucedido con
Grecia). Demostró, por último, que tras la devastación neoliberal de los
años anteriores (con el empobrecimiento general de los portugueses), no
aumentar demasiado las expectativas era importante (dadas las
condiciones del país) y era políticamente aceptable en la medida en que
lo poco sabría a mucho. La solución resultó ser exitosa y los resultados
de las elecciones legislativas de 2019 fueron una prueba de ello.
A lo largo de los pasados cuatro años los contactos peninsulares
sobre este tema han sido muchos. Históricamente, las condiciones
sociales, políticas y culturales de España fueron muy diferentes.
Portugal tuvo una revolución en 1974, mientras España realizó una
transición pactada con la dictadura anterior y con quienes más se
beneficiaron de ella, particularmente las élites económicas y la Iglesia
católica. Por ejemplo, a pesar de las continuidades con la dictadura
(especialmente en las Fuerzas Armadas y en el sistema judicial), en
Portugal, como antes en Italia y Alemania, hubo consenso para eliminar
de las calles, las plazas y los puentes los nombres más destacados de la
dictadura, mientras en España este tema continuó incendiando los
debates prácticamente hasta el día de hoy. A diferencia de Portugal,
España tenía dos grandes fuentes potenciales de fracturas: la cuestión
del régimen, dado el desgaste de la monarquía en tiempos recientes, y la
cuestión de las nacionalidades. Verdaderamente, sólo después de 1808
los habitantes del Estado español manifestaron cierto sentido político
de pertenencia respecto al hecho de ser todos españoles.
Por estas y otras razones, la voluntad política de convergencia entre
las izquierdas tuvo altibajos en una secuencia simultáneamente
turbulenta (tres elecciones generales entre 2016 y 2019) y paralizante
(sucesión de gobiernos de gestión ordinaria). Fue ganando consenso la
idea de que en España, la mejor solución para una coalición de izquierda
no sería el mero apoyo parlamentario (la solución portuguesa), sino la
participación en el gobierno con responsabilidades políticas
sustantivas. Sería una solución más arriesgada, pero la considerada más
eficaz para enfrentar la oposición de la derecha, que se preveía feroz. Y
la solución está ahí y todos los demócratas del mundo deberían
saludarla. En este momento me gustaría simplemente señalar algunos
puntos.
1. Más allá del acuerdo específico, y por encima de todo, lo más
importante ahora es poner en valor el significado de la escala estatal
de este ejercicio inédito de articulación política en la izquierda
española. No hay precedente de coalición a escala estatal, excepto el
breve gobierno de Juan Negrín, en 1937, en coalición con el Partido
Comunista. Hasta ahora solo había habido coaliciones progresistas a
nivel autonómico. La articulación entre el PSOE y Unidas Podemos (UP)
rompe con una larga tradición de gobiernos monocolores y en solitario
que en España se viene fraguando desde la transición. Así, el nuevo
gobierno estará formado por dos partidos cuyo acuerdo progresista
representa un intento dialogado de entendimiento mutuo entre las dos
grandes culturas políticas actuales de la izquierda española: la de 1978
y una izquierda reciente pos15M.
2. Además de una estrecha colaboración entre ambas culturas
políticas, también va a tener que darse una estrecha colaboración (en
forma de apoyo parlamentario) con partidos
independentistas/nacionalistas/soberanistas, como el PNV, ERC, el BNG o
Bildu. Lo que está en juego, en este aspecto, es la consolidación de una
nueva mayoría, un bloque que integraría al PSOE y UP y se abriría a
fuerzas nacionalistas (nacionalismos vasco, valenciano, gallego y parte
del catalán) con capacidad para condicionar el rumbo de la política
española. A este respecto, hay que lamentar la oposición al acuerdo de
cierta extrema izquierda catalana, hija de una tradición fatal de cierta
izquierda europea, que, con su maximalismo y sectarismo, allana el
camino a gobiernos de derecha o incluso de extrema derecha, tal y como
sucedió en Alemania .
3. El acuerdo es más global y ambicioso que de 2015 entre las
izquierdas portuguesas. A lo largo de sus 50 páginas, el texto del
acuerdo incluye compromisos y medidas progresistas que abarcan, en
líneas generales, los programas políticos con los que el PSOE y UP
concurrieron a las elecciones generales. Hay compromisos firmes en
materia de educación, de memoria histórica, pensiones y de igualdad de
género (las
políticas feministasse destacan como uno de los 11 capítulos del acuerdo). Hay menos concreción en materia de vivienda, migraciones, política exterior, defensa y seguridad. Apunta a un programa socialdemócrata que tiene como objetivo principal restaurar los derechos sociales y económicos que habían sido debilitados o eliminados por los gobiernos de derecha. Contrariamente a lo que el PSOE defendió en su último programa electoral, se prevé la subida de impuestos para las rentas más altas (probablemente en torno al 0.8 por ciento de los españoles). Evita los temas que pueden generar más fractura. En política territorial subyace al acuerdo de una tendencia federal. En el caso de Cataluña propone la única solución de sentido común: abrir el diálogo y crear las condiciones para una solución política.
4. La investidura de este gobierno tiene una importancia estratégica
para Europa. La violencia casi golpista con la que la ultraderecha (la
derecha más tradicional aliada a la nueva extrema derecha) ha tratado de
bloquear la investidura no tiene precedente en Europa, pero puede
indicar el camino que el neofascismo europeo pretende seguir. Este
camino consiste en no reconocer los resultados electorales siempre que
sean desfavorables para las fuerzas de derecha y seguir una estrategia
de desestabilización que tenga como objetivo llevar a cabo golpes suaves
contra cualquier gobierno de izquierda, por moderado que sea. Esta
estrategia tiene los siguientes componentes generales: deslegitimar
mediáticamente las políticas del gobierno con el recurso, siempre que
sea necesario, de las noticias falsas; ampliar simbólicamente cualquier
medida relativa a las ideas preconcebidas de la clase media para
convertirlas en presagios del apocalipsis;
calentarlas calles, utilizando el mínimo descontento para provocar actos de represión legítima convertidos inmediatamente en amenazas totalitarias; recorrer al órgano del Estado más conservador y menos sujeto a presiones democráticas, el sistema judicial, para lanzar una guerra jurídica ( lawfare) contra las políticas del gobierno (la judicialización de la política utilizada de manera particularmente grosera en Brasil). Para llevar a cabo esta desestabilización, los agentes internos cuentan ahora con el apoyo de la extrema derecha estadunidense (capitaneada por el predicador del eurofascismo, Steve Bannon), centrada en la destrucción de la Unión Europea. En el caso de España es lamentable que la ultraconservadora Conferencia Episcopal se muestre preocupada y pida a los españoles que recen, a pesar de que el programa de gobierno no toca los acuerdos Iglesia-Estado y sólo elimina la financiación de las escuelas concertadas que segregan por sexo, eliminación derivada de un mandato constitucional.
5. El gobierno progresista español necesitará el apoyo de todos los
demócratas del mundo, en particular, de sus vecinos, nosotros, los
portugueses. El gobierno portugués se propone continuar con la política
que inspiró a los españoles. Desafortunadamente, el Partido Socialista
(PS) portugués consideró prescindible poner por escrito el compromiso
con el Bloco de Esquerda. Todos sabemos que la enfermedad infantil de
los partidos socialistas europeos es tener más miedo de los partidos a
su izquierda que de los partidos a su derecha. Ojalá que los próximos
cuatro años muestren que el PS está curado. Sería otra novedad
esperanzadora para Europa y para quienes luchan contra el avance de la
extrema derecha.
Traducción de Antoni Aguiló
No hay comentarios:
Publicar un comentario