Somos un Colectivo que produce programas en español en CFRU 93.3 FM, radio de la Universidad de Guelph en Ontario, Canadá, comprometidos con la difusión de nuestras culturas, la situación social y política de nuestros pueblos y la defensa de los Derechos Humanos.

sábado, 25 de enero de 2020

Algunos detalles a destacar sobre las agitaciones al norte de Suramérica




Tomen sus deseos por realidades
París mayo de 1968

Como toda la convulsa Latinoamérica, la esquina norte de Suramérica estuvo muy inquieta en 2019; las agitaciones parecían situarse por razones internas y geopolíticas esencialmente en la vapuleada Venezuela, sin embargo, imprevisiblemente del lado colombiano se han huracanado los vientos. Las luchas sociales del sur, Chile, Ecuador, Argentina se han diseminado también al norte. El poder hegemónico de Washington es fuerte en estas tierras, pero no puede determinarlo todo; los seres humanos somos impredecibles, afortunadamente. Calles colombianas antes despolitizadas, rebosaron de vida social; hacia el futuro ¿se logrará revertir con la sostenida movilización social un adverso statu quo que parecía inamovible?
A pesar de todo, tranquilidad. En Venezuela el gobierno de Maduro, muy controvertido interna y externamente a causa del descuidado cumplimiento de la Constitución chavista de su país[1], debe sentirse especialmente satisfecho con su situación en los inicios del 2020, por haber sobrevivido, de acuerdo a sus propios cálculos, a cinco ‘intentonas’ golpistas en el pasado año[2], las cuales, miradas en detalle y en la perspectiva del golpe de estado ocurrido en Bolivia en octubre, parecen ser más sainetes, que estructuradas conjuras imperiales, si tenemos en cuenta todo el apoyo que para tales efectos Washington históricamente ha dado al pesado aparato que para tales efectos posee. De colofón el presidente venezolano reconoce sin ambages que depende de los militares para sustentar su gobierno, a través de lo que él denomina ‘unión cívico-militar’, de la cual no especifica detalles sobre su articulación, tan sólo y ante la escasez de logros fácticos hacia el pueblo, se adorna con la consabida catarata de abstracciones autorreferenciales [3]. Por ahora, la unidad en las élites gobernantes en Venezuela sosiega al Palacio de Miraflores.
Represión de un gobierno ‘del pueblo’. Y es que la actual Venezuela es particularmente curiosa en su gobierno, estimado por algunos intelectuales de izquierda como ’progresista’, ‘popular’,’antiimperialista’, ‘revolucionario’, aunque a la vez persiga a sindicalistas por delitos de opinión cuando reclaman derechos laborales expropiados de facto y en general y desde hace años los acose constantemente [4]. Tampoco encajan en un mandato ‘del pueblo’ las agresiones perpetradas por ominosos cuerpos de seguridad ‘bolivarianos’, que causan lesiones permanentes en personas manifestándose pacíficamente contra las políticas económicas, que puede ser catalogadas como quieran en Miraflores, pero desde hace un lustro les afectan directa y desfavorablemente [5].
El asunto va a peor puesto que como si fuera gobernado por el derechista y retrógrado gobierno de Colombia, en la zona fronteriza venezolana con este país se presentan sistemáticos homicidios en personas desposeídas que buscan su sustento allí, con una cifra de muertes del estilo de guerras de baja intensidad[6], las cuales se agregan a los cuatro centenares denunciadas como homicidios a manos de aparatos de seguridad ‘bolivarianos’[7]. Sin duda, para ser suaves con el gobierno de Maduro, los derechos humanos no son su fuerte y los homicidios de opositores en manos de los militarizados aparatos del Estado ‘revolucionario’ muestran sistematicidad acompañada de impunidad[8]; ni los propios militares insurrectos han escapado de tales tratos por parte de sus pares[9], a lo cual se agregan las desconcertantes recomendaciones del presidente ‘socialista’, de un implacable exterminio a quienes se levanten contra su gobierno[10]. La pauperizada población con álgidos asuntos a cuestas como estos es evitada por muchos analistas, así como estos pasan por alto el cómo militares ‘bolivarianos’, ‘revolucionarios’, ‘chavistas’, ‘antiimperialistas’, etc., condecorados por el mismo Chávez, han aprendido sus quehaceres militares justamente en las siniestras academias de EE.UU. y ahora son destacados agentes en la represión en su propia tierra[11]. Con lo cual nefastamente se hermanan con los pares del ultra reaccionario gobierno de Bogotá[12].
Métodos similares. En este mismo sentido, en la agobiada Colombia son perseguidos, acosados y exterminados líderes sociales, defensores de DD.HH. y miembros de comunidades indígenas por todo el territorio nacional[13], en actuaciones que cuesta mucho pensar que no sean metódicas[14], haciendo de este país un lugar muy peligroso para dichas personas, algo absolutamente inaudito en una auténtica democracia[15]. De su parte, Venezuela escenifica a los pueblos originarios del estado Zulia que buscan recuperar sus tierras, como perseguidos y encarcelados violando la Constitución chavista, justamente por parte las autoridades marciales bolivarianas[16]; derechos elementales de los trabajadores tampoco han sido respetados, los despidos injustificados amparados por el gobierno de Caracas se encuentran al orden del día[17], así como las acusaciones por terrorismo a trabajadores reclamantes capturados y juzgados por la ‘justicia penal militar’[18], una aberración para un denominado ‘socialismo del siglo XXI’, que debería respetar a los desposeídos.
Un odio que atrae. En el aspecto internacional una paradoja más consiste en que a más consignas de miembros del gobierno de la Casa Blanca de que el gobierno actual de Venezuela ‘debe irse’[19] (una agresiva atribución que se arrogado EE.UU.), acompañadas del ‘que ya va a caer’[20] (hablando de Maduro), sanciones decretadas como espada flamígera por Washington (y a variopintos países por todo el mundo) continúan con sus consecuencias aciagas violando la Carta de la Naciones Unidas[21], y pueden haber ya causado en Venezuela directa o indirectamente miles de muertos[22], una indiferencia de parte de Miraflores ante ello cada vez es más notable, más allá de la retórica vacua de constancias y declaraciones de su impasible ministro de Relaciones Exteriores.
Allí debemos tener en cuenta la semioculta visita a Caracas de una persona estadounidense de ominosidad conocida por ser dueño de empresas de mercenarios al servicio del Pentágono, reuniéndose justamente con la Vicepresidenta bolivariana Delcy Rodríguez[23], algo realmente insólito dadas las circunstancias sabidas de confrontación. O pensándolo bien, no tanto: ¿Acaso Maduro no le obsequió 500 mil dólares a Trump para su posesión como jefe de Estado en 2017[24]? ¿No se reunió secretamente con el abogado de este en 2018[25]? ¿Y Thomas Shannon no tuvo una entrevista con Diosdado Cabello y Delcy Rodríguez en 2016? Debemos reconocer del madurismo su constancia en buscar apaciguar a sus adversarios externos, más mirado todo ello en contexto tiende a ser inexplicable.
A pesar de estos pertinaces esfuerzos del presidente revolucionario, bolivariano y antimperialista, por congraciarse con la Casa Blanca, esté quien esté allí, desde Washington no le ofrecen ninguna tregua: el Congreso de ese país acuerda un presupuesto para el 2020 de 400 millones (sin contar con partidas secretas), para apoyar a ese híbrido de espectro político con influenciador sin carisma, llamado Juan Guaidó[26]; una cifra significativa para alguien que no podría calificarse sino como personaje sin relevancia ni utilidad. Una vez más algo no encaja allí, si tenemos en cuenta que para 2020 las obstinadas amenazas a Maduro y su selecta cúpula cívico-militar por parte de los asesores en la Casa Blanca están muy lejos de disminuir[27]. No se le ha dado respiro declarativo al gobierno de Miraflores, empero, los reales afectados siguen siendo los de abajo.
Incompetencia ‘revolucionaria’, no es incompetencia. Por esto mismo el haber pensado que herramientas como presiones diplomáticas, bloqueos y sanciones económicas no iban a ser utilizadas por un imperialismo que ha acometido desde la Segunda Guerra Mundial a la fecha contra más de 37 naciones[28], y amenaza con la fuerza hasta a la CPI[29], y el cual, en caso de un estado díscolo en el hemisferio, siempre ha actuado de hecho sin miramientos en sus cruentas consecuencias, ha sido para Venezuela un suicidio en cámara lenta en un país que depende exclusivamente de una materia prima tan controlada mundialmente por EE.UU. y sus corporaciones, como el petróleo; cualquier gobierno mínimamente sensato lo hubiera previsto. Del desastre del Bolívar como moneda en manos de los economistas de Maduro hay serios indicios de su acentuada impericia, por llamarlo eufemísticamente[30]; es inocultable una gestión económica interna catastrófica[31]. El grotesco y paradigmático caso del bloqueo a Cuba que va para 60 años debería haber sido un ejemplo de lo que se debe hacer y lo que no, interna y externamente ante este tipo de agresiones. Con todo y estas ominosas acciones de ataque económico, la isla caribeña, ni en el ‘periodo especial’ de inicios de los 90, perdió el control de su economía doméstica ni tuvo una contracción social general tan drástica, como lo que ocurre en estos momentos en la ‘patria bolivariana’ con incongruencias imposibles (un país ‘socialista’ dolarizado, exonerando de impuestos a capitales foráneos), a ‘un nivel de improvisación, irresponsabilidad y corrupción dentro del gobierno venezolano, que ha creado una situación completamente explosiva’, en palabras del laureado escritor Claudio Katz[32]. No nos detendremos más en otros errores del periodo 1999-2013 y el 2013 al presente, pues ya hablamos de ellos hace un tiempo[33].
Brutalidad ambidiestra. Del lado colombiano, aunque en otro nivel, la economía se sostiene con un crecimiento moderado, empero con una muy desigual repartición de la riqueza y un inmenso desempleo disfrazado[34], justamente iniciando un periodo nuevo luego de más de 50 años, ulteriormente de los acuerdos de paz con las FARC; las urgencias sociales latentes han saltado a la palestra mediática, entre ellas la no disminución de la violencia atribuida antes al conflicto o medidas económicas contrarias a los intereses de las mayorías, lo cual ha traído consecuencias sociales imprevistas para el gobierno ultra retrógrado de Iván Duque en Casa de Nariño desde 2018. Así, el final de 2019 presenció un inusual descontento general con nutridas movilizaciones populares en las calles, ante las cuales el presidente nominal, Duque, respondió con dilación, engaños y brutalidad. Tanto Duque como Maduro en estas situaciones de máxima presión interna en el caso del primero, y en el segundo internacional, han exhibido como respuesta la incorporación de mayor pie de fuerza de sus respectivas policías[35], y respaldan a sus correspondientes cuerpos de escarmiento, aún pesar de su esmerada violencia con muertos y heridos de por medio[36].
Brutalidad ambidiestra II. A primera vista resulta extravagante en el norte de Suramérica, que tanto Maduro como Duque (adversarios declarados), han apelado para sostener sus gobiernos primordialmente a la fuerza de los cuerpos armados de sus respectivos estados; el primero desde tiempo atrás ha delegado abundantes funciones en la FANB y tiene un grupo de choque policial llamado FAES, de muy alto poder letal destinado a los barrios populares, sembrando el terror allí con miles de muertos[37]; y de su parte el segundo, a raíz de las multitudinarias movilizaciones de fin de año de 2019, acuarteló a las fuerzas armadas y empleó a la Policía Nacional (militarizada) en su carácter de especializado cuerpo de castigo, particularmente al ESMAD, un destacamento que supuestamente ejerce violencia ‘no letal’ contra la población (sin embargo, son despiadados sus miembros y emplean armas prohibidas por las convenciones internacionales para disolver marchas pacíficas), en consecuencia, tiene a su haber 34 muertos y los heridos a su cargo podrían ser miles en 20 años de deplorable existencia[38]. Aquí entramos a concatenar esto con los cientos de asesinados en todo Colombia en su calidad de líderes sociales o indígenas, que parece ser un plan de exterminio por su carácter sistemático y extensión geográfica. En este aspecto lo que unas vez más equipara a Maduro con Duque y viceversa, es que en medio de una absoluta indolencia y crueldad común, ambos vitoreen a los cuerpos exiciales mencionados a pesar de las repetidas y documentadas denuncias sobre sus desafueros[39]; un atroz parangón es evidente: al lado oriental del norte de Suramérica suceden 5200 muertes en 2019 por una supuesta ‘resistencia a la autoridad’[40], del lado occidental han ocurrido desde tiempo atrás los denominados ‘falsos positivos’ (entre 4000 y 5000 muertes a manos de militares), más recientemente no menos de 250 líderes sociales han sido asesinados uno a uno[41], y barbáricamente se bombardean niños ¡por orden presidencial[42]¡.
Brutalidad + Injusticia + abusos = sociedad movilizada. Lo de Colombia fue inesperado, a semejanza de un fenómeno metereológico caribeño emergiendo intempestivamente. La indignación al parecer allí fue alimentándose de las experiencias de lucha del sur, de antiguas y presentes ignominias de parte de todo el conjunto del gobierno de Bogotá, como aquella de finales de agosto del semioculto bombardeo de ocho niños en el departamento de Caquetá (¿en que otro lugar del hemisferio bombardean personas?[43]), de los antipopulares paquetazos congresionales para enriquecer más a los poderosos (en Colombia se destaca el avaro y bribón banquero Luis Carlos Sarmiento Angulo, 129 entre los más ricos del mundo[44]), alejando aún más la posibilidad de educación a los jóvenes, de pensión a los mayores, con menos salario y con mayor precarización a los empobrecidos trabajadores, entre otras razones.
¿Arlequines? ¿Obtusos? ¿Peleles? Paralelamente al presidente Nicolas Maduro, estimado por personas de izquierda como una persona incapaz de conducir un Estado moderno en una situación compleja[45], Duque es tenido en Colombia como un ‘inepto total’, un improvisado que no sabe de las responsabilidades que tiene a cuestas[46]; hubiera podido ser mejor el animador fastidioso de un programa de concurso de televisión u oficios similares, más la política en Colombia se ha degradado tanto que una persona tan superficial y carente absoluta de conocimientos elementales llegó a la presidencia sin mediar muchos esfuerzos. Sus sandeces reflejadas en actos de gobierno ya son épicas[47]. Incluso ha llegado, sin darse por enterado, a reconocer su propia grave incapacidad, su nulidad como gobernante[48]. No obstante, su mentor y jefe para todos los efectos, Álvaro Uribe (acusado de paramilitarismo, masacres, peculados, etc.), es internamente el poder cada vez menos tras la sombra y en consecuencia homicidios, corrupciones, arbitrariedades, etc., han continuado como si nada. De tal manera ha ido creciendo la percepción de que ello no puede detenerse sin una legítima acción colectiva directa: multitudinarias y constantes protestas como las que fueron elevándose hasta estallar masivamente del 21 de noviembre en adelante.
Defendiéndose con los peores… Ante la amenaza de una parte de la sociedad organizada y actuante, quienes se benefician con el estado de cosas existente en Colombia desde el gobierno, en la actualidad se agrupan ferozmente en el Centro Democrático (partido fascistoide) y demás partidos clientelares (ávidos del botín del erario y de cargos públicos: Liberal, Cambio Radical, Conservador, De la U, etc.), miembros de ese circo de chanchullos y ordinariez denominado Congreso de Colombia[49], a su vez conformado por parlamentarios intonsos con el salario más alto de América Latina[50]. Los pomposamente llamados de ‘entes de control’ (Fiscalía, Procuraduría, poder judicial, Defensoría del Pueblo, Contraloría, etc.) han sido fácilmente cooptados por el poder ejecutivo y legislativo y conviven tranquilamente administrando el clima habitual de corrupción y violencia a cambio de variadas canonjías[51].
Más si se piensa en desigualdades al otro la lado de la frontera, las clases ricas venezolanas aún viven allí y en muchos casos hacen buenos ‘negocios’ con el estado madurista[52]; en variadas maneras se benefician de las insensateces de este, pudiendo continuar con su tren de vida (y en dolares) como si nada hubiese ocurrido en su nación gracias a las ‘importaciones’ que desde Miami hacen por habilidosos y bien conectados comerciantes[53], algo que ocurría antes en pequeña escala pero que en 2019 fue un hecho notorio y de impacto, reflejante de las abismales diferencias sociales que van creciendo cómodamente en la Venezuela ‘revolucionaria’. Naturalmente, a la cúpula cívico-militar no se le ha visto haciendo filas para recibir risibles aumentos o bonos ni recogiendo cajas CLAPs, pues la vanguardia ‘socialista’ y sus entornos más cercanos (dirigencia del PSUV, ministros, etc.) además de ostensibles privilegios, pueden llegar hasta comprar fácilmente a los comediantes de la oposición[54]. Así, el poder legislativo en Venezuela tiene a partir de enero de este año tres presidentes de asambleas nacionales: el de la constituyente del chavismo creada en 2017 para suplantar a la no chavista Asamblea Nacional (con el inamovible e irritante Diosdado Cabello), y la citada Asamblea Nacional electa en 2015, ahora con dos presidentes, uno respaldado internacionalmente y otro reconocido por el chavismo y Rusia[55]. En la práctica, ninguna tiene mayor efecto en la vida venezolana, pues Maduro y sus adláteres son el único poder efectivo gobernando por decreto, marchando sin afujías notorias al compás de la dosificada presión de EE.UU.
Impunidad y destino del país. En medio de la omnipresente palabrería ‘revolucionaria’ del madurismo, los controles políticos se encuentran también cooptados por entero y cualquier causa judicial dirigida a las altas esferas por ostensibles crímenes, abusos y negligencias, es del todo inútil[56]. De su parte, las clases medias e incluso los teóricos beneficiarios de la ‘revolución’ bolivariana migran a causa de salarios de hambre a un ritmo nunca visto para el continente[57], lo cual ha permitido manifestar cínicamente a quien directamente impone las sanciones económicas, Donald Trump, que ‘tomará un tiempo recuperar las riquezas[58]’ (¿para quién?) y que Venezuela puede convertirse en ‘un pueblo fantasma’[59], develando sus no muy bien mimetizados deseos.
Dominio directo e indirecto. Es innegable la existencia de planes de embestida pausada a los pilares de la sociedad venezolana, es decir, las comunidades, sus habitantes en general, los cuales marchan al ritmo de los acontecimientos internacionales (y naturalmente Latinoamericanos) y de las tácticas del Pentágono[60], siendo articulados en el marco del ‘caos controlado’ bajo el cual se desarrollan[61]. Ello logra una presión para el gobierno de Caracas, empero, mucho más para la población aunque aquella se desarrolle por ciclos; Miraflores a su vez responde con un afianzamiento de su despotismo cívico-militar para mantenerse en el poder a pesar de sus rocambolescas medidas políticas y económicas; de su parte, el desprestigiado gobierno de Bogotá cumple las misiones que en este sentido le son dictadas desde los poderes imperiales, frecuentemente sin que esté enterado de las reales tácticas y tiempos de sus señores (es posible que por la capacidad intelectual de los miembros del gobierno Duque no se logren captar), de ahí sus permanentes salidas en falso en la materia[62]. De facto y de tiempo atrás, las fuerzas armadas colombianas se hallan al servicio del Pentágono[63], a más de las bases que este posee este en territorio neogranadino; dicho control externo absoluto de las FFAA es ya un asunto público allí[64].
Esperanzas en la calle y en movimiento. No obstante todo lo anterior, el factor humano hace imprevisible cualquier plan por esmerado y asegurado materialmente que parezca; el descontento ante una cadena de gobernantes oprobiosos desde hace unas cuatro décadas, pero que, en el presente siglo, han malgobernado con especial ensañamiento, ha emergido en Colombia con fuerza y masividad desde noviembre. Mucho se ha escrito y hablado sobre el asunto y a ello nos remitimos. Sólo cabría añadir que el pasado enseña a multitudes como estas la aparente locura de ‘ser realistas’ y ‘pedir lo imposible’[65]. Si la sociedad se moviliza denotando sus vastas capacidades, a tono con ello debería exigir, lo que el gobierno y sus dueños aseguran que es irreal, no realizable; así, si las exigencias tienen miras cortas, nada importante se logrará. Verbi gracia: si la movilización social precisa únicamente la disolución del aciago ESMAD, ni una mínima reforma de este se obtendrá; si se exige la disolución de la policía en su genuino papel de cuerpo militarizado de castigo, organizado bajo la Doctrina de la Seguridad Nacional, incapaz por tanto de cumplir con su función normal en una sociedad efectivamente democrática, la sociedad podrá obtener algo tangible; en cuestiones económicas, cualquier ‘eso no se puede hacer por que contraría las ‘leyes’ de la economía’, debería ser enfrentado con un ‘que reviente la economía’[66], la neoliberal, esa que ya ha destruido millones de existencias y amenaza las siguientes generaciones. Es tiempo que se reviertan los hechos pauperizantes, es hora de al menos un poco de justicia. Si hablamos de esto último, la demanda del cese de las muertes de líderes sociales debería no poder ser denegada por un gobierno del hemisferio occidental en pleno siglo XXI, pues si un Estado no puede garantizar la vida humana, no tiene razón alguna para su existencia. Obviamente, esto es válido plenamente en un futuro próximo para la Venezuela que enfrenta las absurdas políticas reales de Maduro[67], y siente y lucharía por el cese de los abusos y desaparición de destacamentos policiales mortíferos, apenas como pasos iniciales; reavivando con objetivos concretos, inequívocos las movilizaciones en Venezuela, aquellas que fueron potentes hasta hace un lustro, se podrá superar su cooptación por parte del ‘oficialismo’ y sus amanuenses que las han transformado en un forzado rito clientelar, para así rebasar el estalinismo tropical reinante.
Hemos reseñado algunos detalles comparativos de los dos estados al norte de Suramérica; las apariencias de una oposición ideológica entre ellos, se diluyen hasta la desorientación por el ambiente de violencia, corrupción, injusticia, pobreza, etc., que, aunque con matices, es imperante a ambos lados de esa dudosa frontera de más de 2200 kilómetros. La militarización y paramilitarización (Águilas Negras, Autodefensas Gaitanistas, etc. en Colombia; Milicias, Colectivos ‘Bolivarianos’, ‘Cuadrillas de Paz’, en Venezuela) de la cotidianidad en los dos países es la norma no escrita; por tanto, un control social brutal impera sobre sus poblaciones.
No se conoce una forma más efectiva de materializar los deseos políticos, que la retoma de las calles para detener la expropiación violenta de derechos, recuperar lo perdido y proyectar el futuro de las generaciones que vendrán. De lo contrario, la barbarie continuará en ambos lugares.
Notas:
en el link de la fuente 
http://rebelion.org/noticia.php?id=264768

No hay comentarios: