El 2019 (y el 2020) a la luz de octubre
Correspondencia de Prensa
2019 fue un año de
luchas. En realidad, desde finales de 2018 y durante todo el 2019 se
produjeron diversas protestas, marchas y plantones para rechazar las
intenciones del gobierno de Moreno de echar el país para atrás y
reproducir las políticas neoliberales que gobernaron el Ecuador de 1981 a
2005. Entre febrero y marzo el gobierno firmó una carta de intención
con el Fondo Monetario Internacional que contemplaba, entre otros
puntos, el incremento de los combustibles, el reemplazo de impuestos
directos (el impuesto a la renta) por impuestos indirectos (el IVA), la
precarización del trabajo, la reducción de la inversión pública y la
privatización de empresas estatales.
Un breve repaso: a fines de
enero, el Frente Unitario de Trabajadores (FUT) realizó una masiva
marcha en contra de los despidos, del alza de los combustibles y del
bajo incremento del salario mínimo; por las mismas fechas, la Conaie
efectuó movilizaciones en Cayambe y Cotopaxi en rechazo a las medidas
económicas. En febrero, los trabajadores de la Corporación Nacional de
Telecomunicaciones (CNT) protestaron contra la privatización de la
empresa y el FUT anuncia que se preparan acciones conjuntas para
enfrentar el proyecto neoliberal del gobierno. Ese mismo mes, el pueblo
wao realiza una importante movilización en contra de la explotación
petrolera y en defensa de la consulta previa. En marzo, la Coordinadora
Nacional de Jubilados anuncia acciones para que el gobierno cumpla el
compromiso de pagar las jubilaciones.
El 6 de abril, la
convención del FUT anuncia la preparación de una huelga nacional sin
fijar aún una fecha. En mayo, la marcha por el día del trabajo se
convierte en una multitudinaria protesta contra el neoliberalismo. El 23
de ese mismo mes la Conaie anuncia la preparación de una movilización
nacional contra las políticas neoliberales. El 6 de junio, el FUT
realiza una masiva marcha en contra de las reformas laborales. Durante
ese mes, se desarrollan, en diversas ciudades, varios encuentros del FUT
y el Colectivo Unitario para analizar alternativas a las políticas del
gobierno sobre reformas laborales y a la seguridad social. Entre fines
de julio y principios de agosto se lleva a cabo una huelga de hambre de
maestros jubilados exigiendo el pago de sus haberes.
El 21 de
agosto se movilizan los afiliados al Seguro Social Campesino. En agosto y
septiembre salen a protestar estudiantes de medicina e internos
rotativos de hospitales públicos por la drástica reducción de sus
estipendios decidida por el gobierno. El 5 de septiembre tiene lugar una
gran marcha nacional del FUT. A mediados de mes grupos de mujeres
realizan varias acciones a favor de la despenalización del aborto en
embarazos causados por violación. El 25 de septiembre se manifiesta el
movimiento indígena en Guaranda contra las concesiones mineras. A fines
de ese mes, la provincia del Carchi realiza un paro de siete días, y por
las mismas fechas se movilizan estudiantes de medicina en rechazo a la
rebaja de los estipendios que les paga el ministerio de Salud.
Así
que el decreto 883 con el que el gobierno incrementó los precios de los
combustibles sólo fue la gota que derramó el vaso de la inconformidad
con un modo de gobernar que favorece a los grandes grupos de poder
económico. El alza de los combustibles es un tema sensible: afecta a
todas las clases y sectores populares, sobre todo a las familias que
perciben menores ingresos, porque acarrea el incremento de los pasajes,
del transporte y de los costos de operación de los pequeños negocios.
Por eso las protestas fueron tan masivas y crecientes, y por eso el
gobierno fracasó al tratar de imponer la medida a través de concesiones
parciales a algunos de los sectores movilizados (transportistas,
servidores públicos) y a punta de estados de emergencia, toques de queda
y de militarizaciones y tuvo que retroceder temporalmente.
Las enseñanzas de octubre
¿Qué enseñanzas nos dejaron estas jornadas de protestas sociales?
·
El pueblo ecuatoriano tiene reservas morales, capacidad de movilización
y un profundo sentido de solidaridad humana que le permiten enfrentar
proyectos políticos y económicos empobrecedores y represivos, reservas
morales que se liberan cuando llega un punto en que siente la situación
insoportable. Aunque parezca que está inmóvil y derrotado, ese estado
puede cambiar en cualquier momento; las necesidades de la vida y la
lucha movilizan las conciencias.
- La protesta fue una creación
de todo el pueblo; no fue la acción de un sector o de una organización,
aunque haya comenzado así: su carácter se fue configurando con los días,
cuando más y más personas, más y más sectores fueron sumándose al
torrente de movilización. Ya no fueron solo las organizaciones: la
multitud fue creciendo a partir de grupos familiares, de vecinos y de
amigos; aparecieron entonces -si se puede decir así- formas informales
de ser la organización social e innumerables puntos de “conducción”
espontánea que dieron forma y lugar al desborde popular.
- Un
gobierno y sus políticas nunca son legítimos y democráticos solo porque
hayan sido elegidos a través de los mecanismos electorales. Los grupos
dominantes tienen una visión muy estrecha y pobre de la democracia. Para
el pueblo, por el contrario, la democracia y la legitimidad se
construyen y se ponen a prueba todos los días y se definen según a quién
sirvan las políticas fundamentales de un gobierno, y si esas políticas
han sido tomadas consultando a las mayorías. El gobierno de Moreno ha
perdido legitimidad; sus políticas neoliberales y su autoritarismo
represivo no son legítimos.
- Las políticas neoliberales son
el único programa político que tienen el gobierno, las cámaras
empresariales, los partidos de la derecha y el Fondo Monetario
Internacional. Pese a que la protesta social y el desborde popular los
forzaron a negociar y a dejar sin efecto, momentáneamente y a
regañadientes, el aumento de los precios de los combustibles y de los
pasajes, no se muestran para nada dispuestos a impulsar políticas
distintas que no carguen el peso de la crisis sobre las espaldas de las
clases trabajadoras y del pueblo.
- Como no pueden imponer esas
políticas por la vía democrática, el camino por el que están dispuestos a
avanzar es el de la imposición y la represión: actuación violenta e
inhumana de la policía, enfrentar a los militares con el pueblo,
disparar a mansalva, tomar miles de presos, perseguir judicialmente a
las personas que protestan y a los dirigentes de las organizaciones
(utilizando el código penal represivo aprobado por Correa), desconocer
el derecho de protesta y las libertades y garantías que lo respaldan,
violentar los derechos humanos. Los datos aportados por la Defensoría
del Pueblo y por organismos de derechos humanos no dejan lugar a dudas.
Esto siempre trae consigo la restricción y el vaciamiento de la
democracia.
– Un indicio de ello fue la captura de todas las
instituciones estatales por el estado de emergencia y la función
represiva y, en consecuencia, la crisis de las instituciones políticas
que podrían haber jugado un rol de mediación, como la Asamblea Nacional o
los Municipios.
- Como todo conflicto fundamental, las jornadas
de octubre se desarrollaron abiertamente como una confrontación de
clases. Pudo observarse con nitidez en varios hechos: en las medidas
adoptadas por el gobierno, que favorecen económicamente a los
empresarios y perjudican a las clases populares; en la unanimidad con
que los grandes capitales -a través de sus gremios (las Cámaras
empresariales), de sus partidos políticos y de sus instrumentos de
resonancia mediática- exigían esas medidas, otras aún más radicales y
respuestas más represivas; en la guerra declarada abiertamente por el
gobierno contra el pueblo con el objetivo declarado de imponer las
medidas por la fuerza y desconocer el derecho de las clases trabajadores
a la protesta. Fue evidente en el instinto de clase de cada sector de
la sociedad, que los condujo a un alineamiento nítido: los grupos
dominantes cerraron filas alrededor de las medidas y del gobierno y
clamaron por una represión más violenta; las clases populares y
trabajadoras participaron en la protesta y se solidarizaron con ella.
Las clases medias se fragmentaron: unos siguieron ciegamente la postura
de los grandes empresarios; otros pretendieron mantenerse neutrales; y
otros más se solidarizaron de distintas maneras con la lucha popular y
se sumaron a las movilizaciones.
- Por todo esto, el pueblo no
puede tener ninguna confianza en los empresarios ni en los partidos
políticos que los representan electoralmente ni en el gobierno que al
final sigue sus órdenes.
Los desafíos que deja octubre
Así como quedaron enseñanzas, quedaron también importantes desafíos que habrá que enfrentar de ahora en adelante.
-
Es necesario defender y fortalecer todo espacio de organización social.
Sin ello, toda resistencia y toda lucha será más débil y tendrá más
dificultades para lograr continuidad.
- Las organizaciones se
debilitan si no están rodeadas por un tejido social más o menos sólido;
por eso, deben ampliar su espacio de acción más allá de las personas
organizadas y buscar maneras de mantener contactos permanentes con la
población en general, especialmente con los jóvenes.
- El
estallido social de octubre mostró que, partiendo de sus propios
problemas y urgencias, los diversos sectores populares y sus
organizaciones pueden confluir, y que esa confluencia es la única fuerza
que pueden oponer al poder del dinero y de la represión. Pero si la
confluencia es sólo pasajera, el pueblo se deshilacha, se disgrega y
pierde su fuerza. Es necesario construir espacios de encuentro más
duraderos en los que las confluencias vayan siendo trabajadas y
preparadas para avanzar en conjunto.
- El gobierno, las derechas,
las cámaras empresariales y su prensa han construido una fábula negra
sobre la protesta, acusándola falsamente de vandalismo,
desestabilización, intento de golpe de Estado, terrorismo, guerrillas
urbanas, de haber estado manipulada por el correísmo, por el dinero de
Venezuela o por cadenas televisivas internacionales. Todas esas patrañas
con la pretensión de justificar lo injustificable: declararle la guerra
al pueblo. Vuelven entonces a poner en circulación las “teorías” del
enemigo interno, utilizadas por las dictaduras genocidas en las décadas
de 1960 y 1970 y reavivadas en el anterior período neoliberal para
alegar la necesidad de que las fuerzas armadas se conviertan en el poder
detrás del poder.
Es necesario desmontar ese cúmulo de
mentiras, pregonar nuestra verdad a los cuatro vientos y no dejarnos
engañar ni confundir; el desborde popular de octubre fue la protesta
legítima del pueblo para rechazar las medidas neoliberales que ya se
implementaron y fracasaron entre 1981 y 2005. Y fue un ejercicio de
construcción democrática, como se demostró al obligarle al gobierno a
dialogar con el pueblo sobre las políticas que deben implementarse.
Las
luchas de octubre tuvieron una enorme importancia, pero la derogatoria
del decreto 883 fue solo un episodio: el resto del programa neoliberal
sigue allí, agazapado en la carta de intención que el gobierno firmó con
el Fondo Monetario Internacional. Las luchas decisivas están adelante y
seguramente poblarán el 2020.
Mario Unda: Sociólogo,
activista del movimiento urbano-popular. Militante del Movimiento
Revolucionario de los Trabajadores (MRT). Este artículo se publica
simultáneamente en El Conejo, periódico de la Confederación Ecuatoriana
de Organizaciones Clasistas Unitarias de Trabajadores (CEDOCUT).
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