Investig’Action
Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos |
Ahora que el
dirigente del Estado Islámico (EI), Abou Bakr al-Baghdadi, ha sido
eliminado muchas personas en Estados Unidos y Occidente expresan su
alegría y alivio. Lo que no dicen es que este bestial grupo terrorista
es producto de su propia política exterior en la zona.
La emergencia del EI

Después llegó la supuesta primavera árabe de 2011. Para derrocar a Gadafi la OTAN colaboró con el Grupo de Combate Islámico Libio (GCIL) bajo la dirección de Abdelhakim Belhaj, exdirigente de al-Qaeda en Libia. Cuando empezó el levantamiento en Siria Belhaj envió a este país a cientos de combatientes armados para expulsar a Assad del poder. Los servicios de seguridad de Estados Unidos y de Gran Bretaña cooperaron para transferir los arsenales libios a los rebeldes sirios.
En 2012 Estados Unidos, Turquía y Jordania establecieron un campo de adiestramiento para los rebeldes sirios en Safawi, en el norte de Jordania. También participaron instructores franceses y británicos. Parte de estos grupos rebeldes se iba a unir más tarde al Estado Islámico.
Entre las filas de al-Qaeda en Irak había muchos sirios. Al principio
de la guerra civil en Siria muchos de ellos volvieron a su país de
origen para crear el Frente al-Nusra. En abril de 2013 Abou Bakr al-Baghdadi,
dirigente del EII, declaró que su grupo y Al-Nusra se habían unido bajo
el nombre de Estado Islámico de Irak y del Levante (EIIL) y después
bajo el nombre de Estado Islámico de Irak y Siria (EIIS, conocido con el
nombre de ISIS por sus siglas en inglés). No obstante, al-Qaeda se
distanció de ellos y ambas organizaciones terroristas siguieron su
propio camino.
En este avispero
es donde nació y se volvió poderoso el ISIS, más tarde llamado IS. Esta
organización terrorista creció rápidamente, conquistó mucho terreno a
partir de 2014 y en junio de ese mismo año se proclamó califato. Desde
hacía tiempo los servicios de inteligencia militar estadounidenses (DIA) sabían que se estaba gestando este califato. Pero, según el exasesor de seguridad del presidente Trump Michael Flynn, el gobierno estadounidense miró hacia otra parte. Este califato constituía un excelente tapón sunní para debilitar Siria y reducir la influencia del Irán chií.
Graham Fuller,
uno de los más respetados analistas de Oriente Próximo y exagente de la
CIA, es muy claro: “Creo que Estados Unidos es uno de los creadores
clave del ISIS. Estados Unidos no planeó crear el ISIS, pero sus
destructivas intervenciones en Oriente Próximo y la guerra en Irak
fueron las principales causas del nacimiento del ISIS”.
Nada nuevo bajo el sol
No es algo nuevo el coqueteo del Pentágono con grupos islamistas
extremistas. Recordemos que a partir de 1979 Estados Unidos reclutó,
armó y adiestró a los muyahidines para derrocar al gobierno comunista de Afganistán. La película Rambo III
de Sylvester Stallone es una versión hollywoodiense de esta
colaboración. Al-Qaeda y Osama Ben Laden aparecieron después a partir de
estos grupos de muyahidines.
En la década de 1990 los talibán,
unos combatientes extremistas y aún más violentos, se convirtieron en
socios privilegiados de Washington en Afganistán. Esta cooperación acabó
cuando se hizo evidente que los talibán ya no podían servir a los
intereses de Estados Unidos.
Durante la guerra civil de Yugoslavia (1992-1995) el Pentágono llevó en avión a Bosnia a miles de combatientes de al-Qaeda par a apoyar a los musulmanes de esta zona.
En 1996 oficiales de al-Qaeda crearon el Ejército de Liberación de Kosovo
(UCK, por sus siglas en albanés ) justo al otro lado de la frontera con
Albania. En el mismo momento soldados británicos y estadounidenses
aportaron su ayuda.
Ya hemos mencionado la cooperación entre el
Grupo de Combate Islámico Libio (GCIL) y la OTAN para derrocar a
Gadafi. Después de 2011 esta organización terrorista formó una alianza
con los rebeldes islamistas de Mali, los cuales consiguieron conquistar
el norte de Mali
durante varios meses con ayuda de los tuareg. Gracias a los bombardeos
de la OTAN el GCIL había podido saquear los depósitos de armas del
ejército libio, las mismas armas que los yihadistas utilizan hoy en día en Siria, Irak, Nigeria, Chad y Mali. El Financial Times
relaciona estos acontecimientos con la rivalidad geopolítica con China:
“Durante mucho tiempo la militarización de la política estadounidense
en África tras el 11 de septiembre ha sido polémica y ha sido
considerada en la zona un intento de reforzar el control estadounidense
de los recursos y de contrarrestar el pujante papel comercial de China”.
Tampoco se puede excluir que los servicios de inteligencia
occidentales estén implicados directa o indirectamente en las
actividades terroristas de los chechenos en Rusia y de los uigures en China.
Por
consiguiente, hablamos de una política sistemática y deliberada por
parte de Washington y de sus aliados para conservar el control de la
zona.
La estrategia del caos
La guerra contra el
terrorismo se hay transformado hoy en lo contrario: la propagación del
terror. Las operaciones fallidas en Irak, Afganistán, Libia y Siria
demuestran claramente que Estados Unidos y Occidente ya no son capaces
de modelar la zona de Oriente Próximo a su voluntad.
Washington y
sus aliados corren peligro de perder cada vez más su influencia y cada
vez acuden más a subcontratistas de la peor especie. Aducen que “si no
podemos controlar nosotros mismos la zona, tampoco lo hará nadie más”.
Es
lo que se podría denominar la estrategia del caos o, quizás mejor, “el
caos de la estrategia”. En todo caso, es el colmo de la inmoralidad.
Una cosa es segura: el terror en la zona no será erradicado
por las mismas fuerzas que lo crearon o, como afirma claramente una
fuente libre de toda sospecha como es el exministro del Interior y de
Exteriores francés Dominique de Villepin,
“las guerras perdidas en Afganistán, Irak y Libia favorecen el
separatismo, los Estados fallidos, la ley despiadada de las milicias
armadas. Estas guerras nunca han permitido vencer a los terroristas que
invadían la zona. Al contrario, legitiman a los más radicales. […] Cada
intervención occidental crea las condiciones para la siguiente. Debemos
pararlo”.
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