Bajo la consigna de dominar a través de la fe se consolidan las doctrinas de diseño
Carolina Vásquez Araya
A partir de la segunda
mitad del siglo pasado se produjo un crecimiento repentino de los cultos
protestantes y pentecostales en todos los países de América Latina;
este fenómeno tuvo su origen en estrategias de dominio geopolítico
establecidas por Estados Unidos como una forma de incidir en los
movimientos sociales de nuestro continente y neutralizar –en el marco de
la Guerra Fría- todo brote de subversión en los sectores más pobres.
Con una novedosa estrategia mercadológica nunca antes vista, estas
sectas lograron llegar a la población por medio de programas de
televisión, marchas, grandes concentraciones en sitios públicos y una
labor de zapa, casa por casa, para conquistar nuevos adeptos.
El
terreno estaba abonado; la iglesia católica -con su preeminencia
indiscutible en las sociedades y gobiernos latinoamericanos- nunca se
preocupó gran cosa por defender y aumentar su influencia, dado que esta
se consideraba garantizada. Por lo tanto, su actitud monárquica le jugó
la mala pasada y poco a poco su feligresía fue desgranándose para migrar
hacia un culto más cercano a sus intereses y necesidades. Las
estructuras elitistas del catolicismo conservador no pudieron evitar el
auge de esta nueva ideología de la prosperidad cuya influencia fue
creciendo a medida que aparecían por todos lados pequeños templos con
una oferta más atractiva y cercana a los sectores populares.
Esta
ideología representa uno de los instrumentos más audaces del sistema
neoliberal para convencer al pueblo de la existencia de una relación
entre su comunión con Dios y los beneficios materiales, generalmente
destinados a enriquecer a su pastor y, por tanto, a engrandecer a su
iglesia. De ahí procede la idea de que la prosperidad debe provenir del
esfuerzo personal y no de una adecuada redistribución de la riqueza del
país desde la administración del Estado. Otro de los fundamentos de
estos credos es el énfasis en la negación de toda forma de equidad: de
género, diversidad sexual, derechos sexuales y reproductivos, feminismo y
todo cuanto signifique un desafío a sus doctrinas ultra conservadoras.
Esta
estrategia -exitosa y eminentemente territorial- es hoy una amenaza
contra los derechos civiles en la mayoría de países latinoamericanos, en
donde se puede observar la infiltración de estas sectas en la política,
hasta el extremo de determinar el rumbo de las decisiones que afectan a
la ciudadanía en su conjunto; en cuenta, los derechos a la libertad de
culto y la naturaleza laica de los Estados, establecidos en los textos
constitucionales. La manipulación de la fe –fenómeno facilitado por
restricción del acceso de los pueblos a una educación de calidad- es una
de las formas más nefastas de neutralizar su participación consciente y
analítica en los eventos políticos más decisivos de su país y ejercer
así una ciudadanía consciente y responsable.
Los sectores de
extrema derecha, cuyo pensamiento siempre ha estado enfocado en obtener
los mayores beneficios posible de un sistema depredador, injusto e
individualista, se han subido a esta plataforma haciendo gala de una
falsa religiosidad, por medio de la cual influyen en procesos
electorales y en una labor legislativa cuyo propósito es ir eliminando
espacios de participación de las grandes mayorías. Esto, con el fin de
consolidar el sistema político-económico establecido desde hace décadas
por Estados Unidos para los países de su patio trasero. Esos
espectáculos de oración en los despachos de empresarios y gobernantes
corruptos, rastreros y codiciosos, tan comunes en estos tiempos,
constituyen la peor de las ofensas.
Blog de la autora: www.carolinavasquezaraya.com
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