Medios masivos de comunicación en Colombia
Colombia se ha
dispuesto, en medio de muchas contradicciones, a buscar una salida
política a un conflicto social y armado que lleva más de cincuenta años.
Dichos esfuerzos concluyeron en la firma del Acuerdo Final para
la Terminación del Conflicto y la Construcción de Paz Estable y
Duradera con la guerrilla de las FARC-EP, el cual se encuentra en fase
de implementación[1]
y atraviesa una importante crisis por la falta de cumplimiento del
Gobierno con lo acordado. Mientras tanto, el 30 de marzo de 2016 se hizo
público el inicio de negociaciones entre el Gobierno y el Ejército de
Liberación Nacional (ELN) en la ciudad de Caracas[2].
El
7 de febrero de 2017, el Gobierno de Colombia y el ELN dieron apertura
oficial a los diálogos de paz con el fin de subscribir un Acuerdo Final
para terminar el conflicto armado y acordar las transformaciones
sociales que necesita el país. Este proceso se está llevando a cabo en
La Habana, Cuba, y se encuentra en una profunda crisis debido al cambio
de Gobierno, a los intereses encontrados de ambas partes y a la falta de
confianza fruto de los incumplimientos del Acuerdo con FARC-EP.
La
complejidad del conflicto colombiano, su larga duración en el tiempo y
la aparente apuesta por introducir en el proceso elementos para
construir una nueva Colombia más allá de la violencia, como el
componente de género o el indígena, han hecho que se hayan puesto todas
las miradas en el proceso. De hecho, el Acuerdo, su implementación y el
diálogo con el ELN no sería posible sin la intervención de la ONU y las
Agencias Internacionales de Cooperación de ciertos paises como Noruega,
Inglaterra, Canadá y por supuesto EEUU.
Los ríos de tinta
La
posibilidad de dar fin al conflicto armado más largo de la hisotria ha
generado cientos y cientos de artículos, reportajes, libros y noticas. A
pesar de ello, la mayoría de la gente en Colombia desconoce cómo se ha
dado el proceso y cuáles fueron los acuerdos a los que llegaron el
Gobierno de Santos y las FARC-EP. Tampoco hay suficiente información
veraz sobre la negociación que se adelanta actualmente con el ELN, sobre
el traslado de la Mesa de Quito a la Habana y sobre la parálisis que
mantiene el Gobierno de Duque.
Destaca, igualmente, la
manipulación que los medios hacen sobre el movimiento social y el
trabajo de las personas defensoras de derechos en los territorios, a
quienes se retrata, salvo contadas excepciones, vinculadas a la
guerrilla o el narcotráfico como parte de una estrategia estatal por
criminalizar y perseguir al movimiento social.
Además, sucede que
las organizaciones sociales y el movimiento social se ha entregado, en
general, para lograr que el proceso vaya hacia adelante. La gran mayoría
de la izquierda ha unido las pocas fuerzas que le quedaban para que el
sí triunfe y que al fin la paz sea un objetivo posible. Respecto a esto,
los medios tampoco han estado a la altura de la implicación, ni han
sido justos con sus víctimas, y han mantenido una postura estatalista
que invisibiliza los logros del movimiento y criminaliza los procesos de
defensa de la tierra y los bienes naturales. Otra vez se demuestra que
en Colombia los medios siempre han estado al servicio de las grandes
empresas multinacionales y de la institucionalidad.
Del esqueleto de los medios
La
arquitectura de los medios colombianos obedece a intereses claros por
mantener la estructura capitalista de extractivismo y expolio de la
tierra. No podemos olvidar que los principales periódicos del país
pertenecen a algunos de los hombres más ricos de América Latina. Uno de
ellos es el colombiano Luis Carlos Sarmiento Angulo, que en 2012 cerró
la compra del 55 por ciento de la Casa Editorial El Tiempo. Es dueño del
Grupo Aval, que tiene un 30 por ciento en la participación del mercado
financiero colombiano[3].
Esta
no es una cuestión menor, ya que las raíces del conflicto en Colombia
se encuentran en el uso de la tierra, en el control de los recursos y en
un capitalismo devastador que despoja a la población campesina,
indígena y afrodescendiente de sus tierras en beneficio de las
multinacionales y los grandes empresarios. En este proceso, lo que se
está jugando en Colombia no es el cese de la guerra, sino la
construcción de un nuevo pais, es la posibilidad de abrir diálogos sobre
el modelo productivo, comercial, político y social. Sin embargo, el
debate mediático sobre la paz se ha centrado en el cese de la violencia,
priorizandose temas como el desarme y la reinserción, y dejando de lado
las cuestiones relativas al reparto de la tierra, la incorporación de
enfoques diferenciales, la erradicación de la violencia hacia las
mujeres o el uso y explotación de recursos.
En este contexto, se
hace necesario que los medios abran estos debates, promuevan la
reflexión ciudadana y dejen espacio al movimiento social para expresar
sus esfuerzos y luchas. Desde el inicio del proceso de paz se ha tratado
de asegurar la participación de la población en los acuerdos y muchas
organizaciones lo han dado todo para conseguirlo, jugándose demasiado en
el camino. Pero esta apuesta por involucrar a las organizaciones en el
proceso de paz no ha contado con un apoyo firme en las calles, lo que,
en parte, se debe a que a los medios les ha faltado profundidad y han
fomentado una narrativa de guerra marcada por el miedo, el abuso de las
imágenes de violencia y la confusión respecto a las responsabilidades de
los diferentes actores en el conflicto. Este lenguaje sensacionalista y
amarillista aumenta el miedo y perpetúa la cultura de la guerra que
lleva décadas arraigada en colombianos y colombianas.
A pesar de ello, hay esfuerzos dentro de algunos medios, como el diario El Espectador,
que ha dedicado espacios para profundizar en las historias de la gente
que vive el conflicto en lo cotidiano. También hay una pequeña red de
medios alternativos que se esfuerzan por mostrar otras historias del
conflicto y denunciar los incumplimientos por parte del Gobierno, así
como por dignificar el trabajo de las personas defensoras de derechos
humanos que están jugándose la vida por la paz. Sin embargo, estos
pequeños medios no pueden competir con el alcance de los grandes y se
mueven en círculos reducidos.
Tras los últimos resultados
electorales, con el triunfo del ya presidente Iván Duque, se presenta un
futuro complicado para las organizaciones sociales y las personas
defensoras de derechos. Las propuestas de Duque indican que la defensa
de la tierra frente a las multinacionales se va a hacer cada vez mas
necesaria, pero también mas peligrosa. También peligran los derechos
conseguidos por la comunidad LGBTIQ, la incorporación del enfoque de
género y la cuestión afro e indígena.
Para este Gobierno, no son
prioridades. De hecho, desde el triunfo en las elecciones hasta hoy, el
número de líderes y lideresas asesinadas se ha disparado, llegando a 397
agresiones individuales contra defensores y defensoras de derechos
humanos desde que se firmó el Acuerdo de Paz[4],
y las amenazas de nuevos (y no tan nuevos) grupos armados se extienden
por el país. Lograr no destruir lo conseguido y seguir construyendo la
paz es una responsabilidad en la que los medios tienen mucho que decir.
Está de su mano posicionarse del lado de la gente que sufre las
consecuencias del conflicto y trata de vivir dignamente en el campo, o
seguir el juego al Gobierno y el capital generando articulando un
entramado de persecución y manipulación para acabar con la izquierda
colombiana.
*Lara Gil Menés y Blanca Lucía Valencia Molina trabajan con Paz con Dignidad en Colombia en la defensa de los derechos humanos.
Artículo publicado en el nº 78 de Pueblos – Revista de Información y Debate, “¡Hasta siempre!”, tercer cuatrimestre de 2018.
Notas
[1] Acuerdo Final, 24/11/2016.
[2] Agenda de Negociaciones entre el Gobierno de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional.
[3] “Luis Carlos Sarmiento ya controla El Tiempo”, artículo publicado el 19/04/2012 en www.dinero.com.
[4] Bogotá D.C., 24 de septiembre de 2018. Comunicaciones del Programa Somos Defensores.

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