Jorge Eduardo Navarrete
Uno de los cinco grandes problemas de la gobernanza global que se discuten en La ineficiencia de la desigualdad,
el más reciente informe de la Comisión Económica para América Latina y
el Caribe (Cepal), es el tránsito transfronterizo de seres humanos
–movido por lo que en México se ha denominado
la fatalidad de la emigración, así como por la búsqueda, en muchas ocasiones desesperada, de asilo, refugio y seguridad.
Las actuales corrientes migratorias no se distinguen por su magnitud:
en 2015 las integraron menos de cuatro de cada 100 pobladores del
planeta, sin llegar a 250 millones. Hay, sin embargo, una alta
concentración: la mitad de los migrantes se movió a sólo 10 países,
siete de ellos avanzados. Los flujos anuales más que se duplicaron del
último decenio del siglo XX (2 millones), a casi 5 millones en el
primero del presente, para moderarse en la primera mitad del actual (4.4
millones anuales hasta 2015).
¿Qué explica la marcada explosividad del fenómeno migratorio
internacional? El auge de las plataformas antinmigrantes en gran número
de países europeos y en Estados Unidos ha sido alentado por líderes,
partidos políticos y autoridades. De Trump, a Salvini, a Bolsonaro, la
promoción política se alimenta de proclamas racistas y discursos de
odio. La xenofobia y el rechazo al diferente han rendido enormes frutos
electorales en democracias maduras y entre electores (supuestamente)
ilustrados. Estas formas de intolerancia se contagian con rapidez: en
América del Sur se cierran las fronteras o se entorpece su cruce por
refugiados venezolanos, como antes en Europa central se actuó de igual
modo ante los procedentes de Siria. Los gobiernos de la Unión Europea
condicionan su asistencia a países africanos a la colaboración de éstos
para detener los flujos de migrantes, tras haberlo ensayado con Turquía.
Alimentado por actitudes extremas, el genocidio también muestra su
rostro: al menos en el caso de la minoría rohingya en Myanmar, forzada a
emigrar a Bangladesh. Las promesas de contacto e intercambio se anulan
para segmentos crecientes de la población mundial.
Y sin embargo, la migración internacional –libremente elegida, no
aceptada como fatalidad irremediable– continúa ofreciendo grandes
oportunidades para la cooperación multilateral, la construcción
institucional y la evolución y perfeccionamiento de la gobernanza
global.
Afianzar la gobernanza internacional no resulta de la sumatoria de acciones nacionales aisladas, sino de la construcción de pactos globales–se afirma en el informe citado (p 62).
En julio pasado se concluyó el primer Pacto Mundial para la Migración
Segura, Ordenada y Regular, cofacilitado por México y Suiza en las
Naciones Unidas. A mediados de diciembre tendrá lugar la Conferencia
Intergubernamental de la ONU sobre Migración Internacional en Marrakech,
que se espera apruebe el pacto. Habrá que remar contra la corriente y
existe el riesgo de que el acuerdo sea desestimado por algunos gobiernos
–como los de Estados Unidos y Hungría, entre otros– que alimenten la
animadversión contra el mismo. Entre las iniciativas multilaterales que
México podría alentar en el actual periodo de transición gubernativa
destacaría la de fomentar una participación amplia en la Conferencia de
Marrakech.
A mediados de año concluyeron las consultas sobre un pacto mundial en
materia de refugio, que deberá ser considerado este año por la Asamblea
General. La perspectiva de conjunto de este instrumento, de carácter no
vinculatorio, se ve empañada por la tendencia, ya señalada, a buscar
acuerdos regionales, subregionales y bilaterales para enfrentar
situaciones críticas. Aunque algunos de éstos pueden tener cierta
efectividad inmediata, hacen menos probable un pacto global que continúa
siendo indispensable y por el que México y muchos otros en la región y
más allá deberían continuar empeñándose.
El informe muestra cómo las migraciones transfronterizas pueden ser
elemento modulador de algunas tendencias de la población mundial en el
resto del siglo. En una expresión sobresimplificada: el envejecimiento
del norte será en parte compensado por la migración desde el sur. Los
migrantes internacionales se concentran en las edades laborales, por lo
que la migración neta positiva abate la relación de dependencia
(personas de 65 años y más por cada 100 entre 15 y 64).
Según las proyecciones de las Naciones Unidas, esa relación aumentará 71 por ciento en las regiones desarrolladas entre 2015 y 2050. En ausencia de la migración, el aumento sería de 87 por ciento.(p 63).
Comparto la conclusión general del informe de Cepal: “…es cada vez
más necesario… avanzar hacia un nuevo estilo de desarrollo” que supere
la ineficiencia de la desigualdad. Lo hemos propuesto para México desde
el GNC y es válido para la región y el mundo.
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