Industrializar o desindustrializar
Para comprender la
furia desarticuladora del gobierno Macri con las retenciones y
subsidios, con todos los planes técnicos y científicos, educativos, de
una mayor distribución de la riqueza del gobierno anterior, es necesario
comprender esencialmente el proyecto de industrialización desarrollista
del gobierno kirchnerista para recién poder entender el proyecto
desindustrializador del imperialismo que el gobierno Macri lleva
adelante. Los debates electorales, los debates televisivos posteriores
se detienen en juicios de valor sobre cada una de las medidas sin
explicarse de conjunto el proyecto que está implícito en esas medidas.
Hay
que entender las retenciones a las exportaciones agropecuarias y los
subsidios más allá de la justicia ó injusticia distributiva. Las
retenciones y el escalamiento que tuvieron en el gobierno de los
Kirchner estuvieron dirigidas en primer lugar a diferenciar los precios
internos de los internacionales, para mejorar la competitividad externa
de la industria nacional y hacerla crecer. El exportador de trigo
recibía el precio internacional rebajado por el 23 % de la retención que
deducía el Estado. Lógicamente lo vendía a los molinos del país también
a ese precio rebajado. Esa rebaja se trasladaba a la harina, al pan, a
las pastas y a los consumos de la población. En el caso del maíz, la
rebaja de su precio en el mercado interno como consecuencia de las
retenciones tenía una consecuencia mayor, porque el maíz es un insumo
fundamental en la producción de carne aviar, porcina y bovina, y las
carnes son el componente proteico fundamental de la alimentación
argentina.
Si los precios de la carne y del pan se hacen más
baratos disminuye el costo de reposición de la fuerza de trabajo. De lo
que cuesta el mantenimiento del trabajador, de su familia y de los hijos
que mañana lo reemplazarán. Esto determina una disminución del costo de
la producción industrial. La carne aviar, porcina, bovina y las
manufacturas de origen agropecuario producidas con trigo, maíz ó soja,
que se exportan, producidas con insumos más baratos que los precios
internacionales contribuyen a la competitividad externa de la industria y
de la economía. Así se crearon miles de puestos de trabajo.
Con
los subsidios al transporte colectivo, al agua, al gas, a la
electricidad, ocurre lo mismo que con las retenciones. No puede
comprenderse solamente como un problema de justicia distributiva sino
también como una forma de transferir renta de otros sectores de la
economía al consumo interno de la masa de población y a la mejora de la
competitividad de la industria. Sin estos subsidios, sin la
transferencia de parte de la renta agraria al subsidio de la industria,
esta no puede competir con las industrias de los países centrales
imperialistas que viven de la concentración y especulación financiera y
de la división internacional del trabajo. Ellos exportan con valor
agregado bienes de capital, manufacturas, y la semicolonia commodities,
materias primas, sin el valor agregado de la industria. Por eso no
pueden permitir que un país dependiente se industrialice ó que se libere
de la atadura financieras de la deuda con los buitres de hoy, de ayer y
de siempre. De allí surge la pasión desindustrializadora de Macri/Usa.
Ese programa de desindustrializar le proporciona unidad y lógica a la
desarticulación de la promoción del consumo bajando salarios,
despidiendo trabajadores, cerrando programas de control estatal de
precios, rebajando planes de ciencia y técnica, abriendo importaciones,
liberando el atesoramiento en moneda extranjera, la fuga de capitales y
el pago ilegal y fraudulento a los buitres.
Por eso el proyecto
imperialista del gobierno Macri está furioso desmantelando el mercado
interno, la ciencia y la tecnología, porque sin industria y sin proyecto
político de autonomía no necesitan ciencia, tecnología, satélites ni
más universidades. Los proyectos tecnológicos vendrán condicionados
desde EE.UU. ó de Europa. Como los autos que fabrica la extranjera
industria automotriz en Argentina ó en Brasil, cuyo déficit en el
comercio exterior se lo llevan a las metrópolis. Sin inversión del
Estado en el desarrollo tecnológico para fabricar un auto argentino que
compita en todo el mundo la industria automotriz seguirá de crisis en
crisis, copiando los vaivenes del mercado interno y de Brasil y pidiendo
subsidios al gobierno. Apalancados ahora por la burocracia de
Pignanelli.
Están furiosos desmantelando el proyecto industrial
del desarrollismo burgués de los Kirchner, que estaba equivocado en su
apuesta al desarrollo con capital externo, pero mantenía relativamente
el empleo y el consumo. Entonces no son lo mismo. Los trabajadores con
este gobierno vamos a la desocupación y a la miseria.
En 1947,
la población argentina tenía una concentración urbana del 50 por ciento.
Hoy es del 94 %. Las sucesivas revoluciones tecnológicas en la
producción industrial, agraria y en los servicios que han multiplicado
la productividad del trabajo en todos los sectores -como la nueva
agricultura sin agricultores- han producido junto con el
crecimiento vegetativo de la población y con el mantenimiento y
ampliación de la jornada de trabajo, en lugar de una disminución como
sería la lógica, una población “sobrante”, según los economistas del
sistema, que convierten las plazas, los paseos, las calles céntricas de
las ciudades en verdaderos mercados persas. La ciudad de Buenos Aires
está tapizada de manteros. Han enrejado todas las plazas para impedir
que se establezcan allí los manteros. La industrialización es un
objetivo de vida ó muerte para los trabajadores.
La globalización
y extranjerización de la economía, han construido un bloque de empresas
extranjeras que además de facturar el 70 por ciento de toda la
facturación en el país han avanzado hacia un funcionamiento político,
social, institucional, con la coordinación de las embajadas, de la
Am-Cham -la cámara de las empresas norteamericanas- y del sistema
mundial de medios del imperialismo en Argentina, constituyéndose en el
centro de la clase dominante del país. Han pasado del dominio económico a
cumplir las funciones de la gran burguesía como clase en el país. Este
cambio en la clase dominante condiciona el comportamiento de las clases
subalternas, de un sector de la clase media que vota Macri/USA/Campo, de
la burocracia sindical peronista, histórica articuladora del conflicto
social con la patronal burguesa nacional que ahora negocia con la
patronal extranjera y vota dividida Macri, Massa, Scioli. La ausencia de
una dirección y organización de clase en los sindicatos y la formación
de una limitada aristocracia obrera constituyen el cuadro histórico del
triunfo de Macri/Cambiemos/USA.
Pero este triunfo conservador tiene
los pies de barro. La crisis sin salida del sistema mundial capitalista –
imperialista penetra en los desastres desindustrializadores del
gobierno y la caída del salario y de la ocupación chocará de frente con
los ascensos relativos del período kirchnerista y fundamentalmente con
las tradiciones de lucha de la clase obrera argentina. Ayer en los
sindicatos, ahora y mañana en los sindicatos y en la construcción de una
nueva dirección política, en un nuevo partido. No hay una referencia
mundial. Desde Argentina, de Brasil, de América Latina podemos empezar a
construirla abriendo una nueva etapa histórica.

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