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miércoles, 18 de julio de 2012

EL CAUCA CLAMA SOLIDARIDAD Y JUSTICIA

Editorial Revista Insurrección 329


En el Departamento del Cauca se evidencia la grave crisis generada por el conflicto social y armado que padece Colombia, esto merece toda la atención y la solidaridad de la sociedad colombiana e internacional, con las comunidades del Departamento.


No cabe duda que mientras buena parte de los colombianos y colombianas, abogamos por la paz, los guerreristas encuentran en esta delicada situación, la justificación para hacer sonar los clarines de la guerra, esa es la respuesta del ex-presidente Uribe, que todo lo que ocurre en ese departamento, justifica sus pretensiones guerreristas y golpistas.


El abandono gubernamental de la población del Cauca, no puede ser mas evidente, como evidentes las luchas de los indígenas y demás pobladores por sus derechos económicos, políticos y sociales y a ello se ha respondido con mano de hierro por parte del gobierno actual y los anteriores.


El impacto de este momento en el Cauca, nos recuerda las dignas luchas indígenas que el expresidente Uribe en su segundo mandato, pretendió resolver con la policía antimotines dotada de helicópteros y tanques, disparando y asesinando marchantes que solo estaban protegidos con la dignidad y la razón.


Pero los clamores de los indígenas no fueron tenidos en cuenta y como todos los problemas sociales, si no se resuelven se agravan, hasta llegar a la realidad de hoy, que en parte conoce la sociedad colombiana y la comunidad internacional.


Para la recalcitrante y extrema derecha, que solo mira la solución a los conflictos sociales con el lente del Pentágono, todo lo resuelve con la guerra y como un problema militar. Por eso la respuesta es la represión: asesina, masacra, desaparece, tortura, encarcela, desplaza y obliga a los inconformes al asilo.


El objetivo es aterrorizar al pueblo para que no proteste; declaralo terrorista o “idiota útil del terrorismo”; a los luchadores los sataniza ante el mundo y desvirtúa el carácter político y social de las luchas, sin importar de donde provengan, de las montañas o las plazas públicas; esto no importa todos son calificados de terroristas: las luchas indígenas, de los trabajadores, campesinos, estudiantes, intelectuales, las mujeres, los afro descendientes etc.


Los indígenas del Cauca le exigen al gobierno que saque sus bases militares y cuarteles policiales del centro de los poblados, donde quedan sus habitantes como escudos humanos, ante ello el gobierno les responde en un Consejo de Seguridad con prepotencia que “no va a hacer un despeje”.


Que manera soberbia y tendenciosa de responder a una petición sensata de un pueblo que ya no aguanta mas los abusos del Estado, que los toma como Escudos Humanos violando de manera flagrante los derechos de la población e involucrándola en el conflicto y violando el Derecho Internacional Humanitario


Y como si todo lo anterior fuera poco, aparecen nuevas grietas al interior del régimen donde en una extraña coincidencia, se constituye el Frente Antiterrorista liderado por mister Uribe desde una esquina y por la otra aparecen rumores de un Golpe de Estado, de lo cual solo se han filtrado titulares.


Esta realidad no solo pone de manifiesto, grietas notorias al interior del régimen, sino las dificultades para concretar un proceso de paz que supere el estado de guerra que vive Colombia.


Para la Extrema derecha, que no padece el conflicto, sino que lo agudiza porque así se beneficia, la salida es escalar la guerra.


Contrario a esa postura, todas y todos los luchadores por la paz de Colombia, estamos obligados a dedicar las energías, en búsqueda de la paz, una paz que como lo hemos dicho en reiteradas oportunidades, signifique democracia, justicia, equidad social y soberanía.


No hay duda que lograr la paz, es una empresa ardua, difícil, porque existen grandes intereses que necesitan la guerra para mantener el poder y abultar sus carteras, sin embargo, ese es el reto de revolucionarios, demócratas, patriotas y no podemos permitir que sea la guerra el único Camino, porque sencillamente, Colombia no aguanta más.

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