Coincidirá con la fecha de la matanza de Beslán

▲ El presidente Vladimir Putin durante la discreta ceremonia del 75 aniversario de la victoria sobre los nazis.
Moscú. La gran celebración del 75 aniversario de la
victoria soviética sobre el nazismo –la fiesta sin duda más memorable en
este país– tendrá que posponerse, en el más optimista de los
escenarios, hasta el 3 de septiembre, día en que se selló la rendición
de Japón y, con ello, formalmente se puso fin a la Segunda Guerra
Mundial.
El presidente Vladimir Putin –por primera vez en el mes que lleva
confinado por el nuevo coronavirus– salió de su residencia oficial en
Novo-Ogariovo, en las afueras de Moscú y, sin público, salvo una unidad
de la guardia de honor, depositó una ofrenda floral ante la Tumba del
Soldado Desconocido, junto a las murallas del Kremlin.
La breve ceremonia se pudo ver por televisión y continuó con Putin
inclinando la cabeza, tras depositar un clavel rojo, ante la placa de
cada uno de los monolitos de las ciudades soviéticas que recibieron el
título de héroe por sus hazañas durante esa conflagración y culminó con
el fugaz sobrevuelo de helicópteros, aviones de combate y bombarderos de
las fuerzas aéreas rusas.
El Covid-19 hizo que la conmemoración de este Día de la Victoria
resultara inusual: sin las reuniones de toda la familia para homenajear a
los antepasados que perdieron la vida en esa contienda, sin los paseos
por los parques donde se solían citar los antiguos compañeros de armas
(lamentablemente cada vez menos, 75 años después) y la gente acudía para
verlos y divertirse con los conciertos y bailes al aire libre, sin la
marcha del Regimiento Inmortal (en la cual los rusos, con el Presidente
en primera fila, caminan en silencio por las calles con fotografías de
sus familiares caídos en la guerra.
Tampoco se llevó a cabo la habitual demostración de poderío bélico en
la Plaza Roja durante el también tradicional desfile militar ni
llegaron los jefes de Estado extranjeros que el Kremlin esperaba para
poder iniciar negociaciones extraoficiales.
Nada de eso hubo este sábado, que se vivió como un día más de
confinamiento obligatorio por la pandemia del coronavirus, la cual cada
día suma más de 10 mil nuevos contagios en Rusia, la mitad de ellos en
Moscú, llegando ya a los 200 mil casos positivos reconocidos de modo
oficial.
Eso sí, hacia las 10 de la noche, comenzó una auténtica lluvia de
fuegos artificiales, desde 16 sitios diferentes de Moscú, otra vez sin
público, para observar desde las ventanas de las casas o, de perdida,
por televisión.
Putin se comprometió a que más adelante se va a celebrar como se
merece esta fiesta, sin precisar cuándo, aunque la Oficina de la
Presidencia propuso hace poco –y la Duma por supuesto ya lo aprobó– que
se haga el 3 de septiembre.
Sin embargo, celebrar el Día de la Victoria esa fecha no deja de ser
una sugerencia desafortunada por coincidir con la matanza en que acabó
la liberación de rehenes de la escuela de Beslán, secuestrada por un
comando de separatistas chechenos hace 16 años.
Para las autoridades de la república norcaucásica de Osetia del
Norte, donde ocurrió la tragedia, el 3 de septiembre debe ser una
jornada de duelo y no de fiesta nacional.
Foto Afp
Juan Pablo Duch
Corresponsal
Periódico La Jornada
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