Fuentes: Rebelión
Según estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo,
(OIT), 305 millones de personas perderán en todo el mundo sus empleos a
tiempo completo, a causa de las medidas de confinamiento que aplican los
gobiernos para hacer frente a la pandemia del Covid-19 [1]. Además
1.600 millones de trabajadores de la “economía informal” perderán
completamente sus fuentes de sustento y pasarán del subempleo al
desempleo total, en el que ya están más de 470 millones de personas. La
misma organización sostenía, antes de la catástrofe laboral desatada,
que los 3.300 millones de trabajadores, que tienen empleo y
remuneración, no disponen de “garantías sobre condiciones de trabajo
decentes ni ingresos adecuados”[2].
El
Director general de la OIT, Guy Ryder, sostienen que “Para millones
de trabajadores la ausencia de ingresos equivale a falta de
alimentos, de seguridad y de futuro. Millones de empresas en el mundo
están al borde del colapso. Carecen de ahorros y de acceso al
crédito. Estos son los verdaderos rostros del mundo del trabajo. Si
no se les ayuda ahora, sencillamente perecerán».
La
organización no gubernamental Oxfam, en enero de 2020, en su
informe: Tiempo para el cuidado, publicó que los 2.153
milmillonarios que hay en el mundo poseen más riqueza que 4.600
millones de personas (el 60% de la población mundial). “En América
Latina y el Caribe el 20% de la población concentra el 83% de la
riqueza. El número de milmillonarios en la región ha pasado de 27 a
104 desde el año 2000. En grave contraste, la pobreza extrema está
aumentando. En 2019, 66 millones de personas, es decir, un 10,7% de
la población vivía en extrema pobreza, de acuerdo a datos de la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)”.[3]
La
pandemia como las medidas de arresto domiciliario agudizan el
desempleo y agravan una situación preexistente de explotación,
marginalidad, desigualdad y contradicción social, que en el Ecuador
ya alcanza los 400 mil despidos y un riesgo potencial que afectará a
más de 743 mil trabajadores del sector público y privado, según un
informe de la Cámara de Industrias y Producción.
Hasta
diciembre de 2019 la Encuesta Nacional de Empleo, Desmpleo y
Subempleo, (Enemdu), del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos
(INEC), informó que alrededor de 5 millones de ecuatorianos “están
entre el desempleo y la informalidad”. [4]
En
medio de esta trágica situación y en flagrante contradicción con
lo manifestado por la OIT respecto a la enfermedad del Covid-19, como
una enfermedad profesional que afecta principalmente a los
trabajadores y trabajadoras de la salud, entre los que habrían 1.500
contagiados y más de una decena de víctimas mortales en el país,
el gobierno de Moreno, enemigo de los trabajadores, confirma su
ausencia de humanidad y neuronas, y emite el 28 de abril de 2020 la
resolución 022 del Ministerio de Trabajo, determinando que la
enfermedad del nuevo coronavirus (Covid-19) no constituye un
accidente de trabajo ni una enfermedad profesional.
Moreno
y el estultísimo grupo de sus asesores y secretarios desoyen lo
dicho por la OIT en el sentido de que el coronavirus provoca “un
trastorno de estrés postraumático” que es contraído por
exposición en el trabajo, y que «en la medida en que los
trabajadores sufran de estas afecciones y estén incapacitados para
trabajar como resultado de actividades relacionadas con el trabajo,
deberían tener derecho a una indemnización monetaria, a asistencia
médica y a los servicios conexos, según lo establecido en el
Convenio sobre las prestaciones en caso de accidentes del trabajo y
enfermedades profesionales, 1964». Igualmente que en el caso de
los familiares a cargo (cónyuge e hijos) de la persona que muere por
la enfermedad del Covid-19 contraída en el marco de actividades
relacionadas con el trabajo, la OIT indica que ellos, también,
tienen derecho a recibir prestaciones monetarias o una indemnización,
así como una asignación o prestación funeraria[5]. Esto es
precisamente lo que intenta negar el gobierno a los trabajadores de
la salud, considerados en la propaganda oficial como los “héroes
de la patria” que enfrentan a la pandemia pero que en los hechos
son las primeras víctimas y no las únicas, no solo de la enfermedad
sino de un régimen torpe como cruel, que a las puertas del primero
de mayo: día de los trabajadores, se permite tal humillación.
Que
se recuerde hoy más que nunca que son las clases trabajadoras del
mundo las que con su fuerza de trabajo colaborativa: física e
intelectual crean y producen la riqueza del mundo y no el capital,
que se limita a explotar y acumular injusta y egoístamente el
plusvalor creado con el sudor, las lágrimas y la sangre de una vasta
red social de proletarios precarizados, negados ahora incluso de los
mínimos medios de subsistencia y cobertura de sus necesidades, como
queda demostrado en la historia y en estas semanas de encierro
forzado de millones de trabajadores en todo el mundo con la excusa de
la pandemia del Covid-19.
Como
lo descubrió con profundidad Marx: El capital considera al
trabajador y su fuerza de trabajo una “mercancía especial” (una
cosa y no un ser humano) que al ser consumida en el proceso de
producción, produce más valor que lo que ella misma vale, produce
plus valor que se apropia el capitalista. El trabajador que no tiene
otra cosa que vender, vende su fuerza de trabajo en el mercado, a
cambio de un precio que es el salario, que el capitalista paga para
que la mercancía especial pueda reproducirse, paga como a toda
mercancía, por el tiempo de trabajo socialmente necesario que se
necesita para producirla, según las condiciones técnicas de cada
época y lugar. Es decir, que el capitalista fija a su gusto y sazón
los bienes de subsistencia como comida, ropa y vivienda que supone
son necesarias para el trabajador y su familia. El capitalista
calcula cuánto necesita el obrero para vivir, con el objetivo de que
cada día ese obrero vuelva a trabajar y producir con un salario que
es aparentemente “igual” al trabajo realizado.
En
esto consiste la explotación del hombre por el hombre, del
trabajador por el capitalista, la lucha de clases está viva y lo
impregna todo, incluso la pandemia y el encierro, que no es igual
para todos, es desesperación para quienes sienten hambre y siempre
tienen necesidades insatisfechas.
La
relación de dominación Amo-Esclavo desarrollada por Hegel define
que “hay amos y hay siervos porque en unos el espíritu de
dominación es más fuerte que su miedo a morir en la lucha por el
reconocimiento. Si el siervo se constituye en tanto siervo por su
miedo a morir es porque el amo se constituye en tanto amo por su
decisión de matar. La pulsión de muerte le es esencial al
espíritu de dominación”.[6]
Ahora
que el miedo a la pandemia está demasiado inflado por los medios
masivos, los gobiernos y sus fuerzas represivas normativas,
policiales y militares, ahora que “hay un gran desorden bajo el
cielo, la situación es excelente” habría repetido Mao Zedong.
La
reclusión obligatoria del toque de queda no debería ser suficiente
no solo para protestar y denunciar el crimen masivo del desempleo y
el subempleo, sino debería ser el detonante de una gigantesca
rebelión global en contra de las condiciones opresivas. Es la hora
del “espíritu emancipatorio radical” como diría Slavoj Zizek,
que sueñe e imagine “un mundo posible y mejor al igual que
realizable”, como decía Lenin. Lo mismo que en términos de Lacan,
deberíamos reconocer la situación presente como el momento de la
“inconsistencia del gran otro [que] abre el espacio para el
acto”.[7]
Notas
2)
ttps://www.americaeconomia.com/economia-mercados/finanzas/la-oit-preve-que-el-numero-de-desempleados-aumente-en-25m-en-el-mundo.
6)
Feinmann, José Pablo, Filosofía
Política del poder mediático,
Ed. Planeta, 2013, p.20.
7)
Zizek Slavoj, Viviendo
el final de los tiempos,
Ed. Akal, 2012, p.26.
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