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sábado, 8 de septiembre de 2018

La cuestión de la dictadura y la democracia aquí y en el extranjero


El imperialismo y sus cómplices

Traducción del inglés para Rebelión de Carlos Riba García

Uno de los más sorprendentes avances históricos del mundo del imperialismo occidental (Estados Unidos y la Unión Europea) es la desaparición y disolución de los grandes movimientos antiimperialistas y antiintervencionistas (AIM, por sus siglas en inglés) que llevaban años funcionando.
Una de las razones principales de esta debacle es la escasa predisposición o la incapacidad de los AIM a enfrentarse con las elites imperiales surgidas de elecciones y comprometidas en guerras regionales contra regímenes nacionalistas dictatoriales o autoritarios.
En este artículo nos ocuparemos de bosquejar la dimensión del problema. Después, analizaremos las consecuencias políticas y económicas de las aciagas políticas de los AIM. Daremos fin a este trabajo con el planteo de alternativas al actual impasse.
Dimensión del problema: el imperialismo y la conquista de los regímenes dictatoriales independientes
En las tres últimas décadas, los regímenes imperiales surgidos de elecciones y liderados por Estados Unidos han intervenido, invadido y conquistado a varios regímenes dictatoriales o autoritarios independientes, entre ellos Iraq, Afganistán, Libia, Siria y Ucrania. Salvo en el caso del inicio de la invasión de Iraq, prácticamente no ha habido oposición masiva de los AIM
Durante las conquistas imperiales y después de ellas, los AIM ignoraron a los millones de personas asesinadas o desarraigadas y la destrucción de la estructura socioeconómica de sus sociedades. Los AIM no reaccionaron ante la imposición occidental de colaboradores coloniales designados para gobernar los regímenes vasallos.
En estos momentos, el imperialismo occidental está involucrado en una guerra política y económica para derrocar –o dominarlo– el gobierno autoritario de varios países sacudidos por crisis, entre ellos Turquía, Venezuela y Nicaragua. La oposición por parte de los AIM es inexistente o demasiado débil. Todo lo contrario; en nombre de la democracia, muchos intelectuales occidentales apoyan las tomas del poder respaldadas por el imperio.
El imperialismo occidental está expandiendo su dominio, profundizando su intervención y aumentando el costo humano y material en los pueblos objeto de ella. Mientras tanto, el silencio es absoluto y la ausencia (cuando no complicidad) de los que pretenden ser movimientos antiimperialistas e intelectuales es total.
¿Cuales son las razones de la negativa de los AIM al reconocimiento y la reivindicación de los valores democráticos? ¿A qué se debe la ausencia de solidaridad y oposición de las naciones a la depredación ejercida por las potencias occidentales? ¿Por qué algunos líderes (y seguidores) de los AIM han celebrado algunas conquistas imperiales como si se tratasen de una ‘liberación’? ¿Por qué algunas minorías étnicas de países independientes han colaborado con las potencias occidentales, como es el caso de los kurdos de Iraq, que hablan de “colonialismo democrático”?
La dictadura del imperialismo y el deceso de los AIM
Los líderes de los AIM han formulado una falsa equivalencias: han igualado la oposición a los conquistadores imperialistas con la ejercida contra los estados autoritarios independientes.
Al no distinguir entre unos y otros, o incluso peor, al unir ambas cosas, los AIM se niegan a movilizar, organizar y preparar a sus apoyos políticos. No expresan solidaridad alguna con los pueblos conquistados ni defienden su sociedad, sus medios de vida y sus recursos.
Los líderes de los AIM no acaban de entender que las guerras imperiales y de conquista imponen penas de muerte muchas veces más graves y duras que los gobernantes locales; su opresión, explotación y destrucción de los pueblos conquistados superan de lejos a las dictaduras existentes. No hay duda que los imperialistas han destruido el avanzado estándar de vida y el cultural-científico de países como Iraq, Libia y Siria. El talibán no gobernó mediante la economía de la droga; tampoco destruyó aldeas ni subyugó la vida cotidiana como ocurrió tras la invasión y conquista de Estados Unidos.
Si bien los AIM no actúan para impedir intervenciones e invasiones imperiales, menos aun lo hacen para responder una vez producidas las conquistas.
¿Por qué? Debido a la falsa equivalencia; los pueblos y su resistencia no actúan según el protocolo de los líderes de los AIM, entonces, ¡ejecutores y víctimas ha sido igualmente responsables!
Algunos sectores de la izquierda y de la intelectualidad progresista occidental han ido incluso más lejos –al menos durante las primeras invasiones imperiales–: ¡apoyaron lo que ellos soñaron que era un “control democrático” resultante de la intervención imperial (al que apodaron “levantamiento”)! Obviamente, los imperialistas sabían mucho más, y cooptaron y escogieron a sus cómplices en su camino de conquista y destrucción. Los líderes de los AIM se desentendieron tanto de los ‘imperialistas’ como de las ‘dictaduras’ y abandonaron a los colaboradores que daban un barniz de ‘valores democráticos’ a la ocupación imperial en curso.
Las razones para que los AIM se movilicen y desafíen al imperialismo son muchas y profundas, y van más allá de la solidaridad con los pueblos oprimidos.
Por ejemplo, el imperialismo estadounidense está en pleno saqueo y destrucción de Turquía, Venezuela y Nicaragua, debilitando y haciendo todo lo posible por derribar a sus respectivos gobiernos. En Brasil, Washington ya ha promovido un régimen cliente e intenta amañar las próximas elecciones encarcelando y descalificando al candidato más importante, el líder de centro-izquierda Lula Da Silva.
El presidente Trump ha decretado sanciones económicas contra Turquía para profundizar la crisis económica de ese país y hacer que Ankara renuncie a su política independiente respecto de Irán y Rusia.
Los movimientos antiimperialistas turcos apoyan el régimen de Erdogan en contra de Estados Unidos, aunque mantienen su independencia para oponerse a la política antiautoritaria del presidente. Nada de esto se da entre los AIM occidentales. Similares políticas imperiales está llevándose adelante en Nicaragua. Al revés que en Turquía, la derecha liberal (y los millonarios ex sandinistas) apoyan a los manifestantes que luchan en la calle arrojando cócteles molotov y están respaldados por la elite empresarial y el Pentágono.
Si el presidente Daniel Ortega –elegido en elecciones libres– es derrocado, la elite sustituirá la actual política internacional independiente por la de una típica república bananera vasalla de Estados Unidos.
El éxito imperial en el derrocamiento de dictaduras nacionales tiene un efecto dominó, no una “ola democratizadora”, como prometen los liberales. En lugar de ello, sirve para instaurar una serie de nuevas semicolonias como lo evidencia hoy Oriente Medio.
Además, la falta de acción por parte de los líderes de los AIM les ha llevado a su muerte política y al crecimiento de la ultraderecha.
Los líderes de los AIM respaldaron un supuestamente ‘progresista’ presidente Obama y se negaron a movilizarse contra las siete guerras imperialistas que él inició, en las que murieron millones de personas y muchas más fueron obligadas al exilio.
La defección de los progresistas y la sumisión a Obama dieron alas al surgimiento de pluto-populismo de Trump.
Las guerras imperialistas en ultramar fortalecieron la embestida contra la clase trabajadora en casa. Los beneficios empresariales se dispararon, los salarios se estancaron. Demócratas y liberales abrazaron el aparato policial estatal de la CIA y el FBI.
En el pasado, los AIM denunciaban el capitalismo extractivista y el saqueo de los recursos naturales tanto fuera como dentro de EEUU. En estos momentos, solo se da alguna esporádica actividad contra el fracking y los gasoductos.
Las comunidades indígenas de América latina se resisten a la minería y a la explotación petrolífera llevada adelante por empresas de Estados Unidos, Japón y Canadá –actividades que contaminan el aire, el agua y la tierra cultivable– sin contar con la solidaridad de los AIM estadounidenses.
En otras palabras, la ausencia de los AIM en las luchas solidarias hace añicos la noción de solidaridad internacional y la posibilidad de un frente unido constituido por los trabajadores y los antiimperialistas.
Lo que queda de los AIM se mantiene al margen, participando en manifestaciones tan simbólicas como irrelevantes.
Conclusión
El ascenso y la decadencia del antiimperialismo occidental es –en parte– una consecuencia del fracaso de sus líderes a la hora de oponerse a las invasiones de los países independientes gobernados por regímenes autoritarios. Detrás de su retórica democrática, los líderes de los AIM aceptan la horrible realidad del chauvinismo imperial. Prefieren no ensuciarse las manos en un conflicto entre regimen imperialistas surgidos de elecciones y dictaduras nacionalistas de corte imperialista.
En estos momentos, la gran mayoría de la población de Iraq, Siria y Libia sabe que la vida era mucho mejor con los anteriores gobiernos autoritarios que promovían un Estado moderno y nacional, y eso no sucede en las actuales condiciones propias de la destructiva y salvaje ocupación del imperialismo occidental.
Los izquierdistas occidentales que respaldaron las invasiones imperiales como si hubiesen sido “aperturas democráticas” están callados e indiferentes, como si no fueran responsables de los millones de muertes y los enormes desplazamientos de refugiados.
Los humanistas liberales que apoyaron las guerras imperiales con la excusa de que salvaban de la tortura y las armas químicas a pueblos oprimidos ofrecen rechazo caritativo y humillante en las fronteras de Occidente. Hay muy escaso replanteo o reflexión sobre el hecho de que las guerras imperiales son mucho peor que un estado independiente. Los líderes de los AIM no se dieron cuenta de que los pueblos oprimidos solo pueden liberarse por se propia decisión y acción, no mediante la invasión de ejércitos imperiales, golpes de la CIA o sanciones económicas.
Sean cuales sean los recelos populares de sus respectivos gobiernos, la gran mayoría de los turcos, iraníes, venezolanos y sirios se opone claramente a la intervención del imperialismo occidental y todas sus paparruchadas sobre ‘valores democráticos’.
Todos ellos han sido testigos durante dos décadas de la capacidad de destrucción y el salvajismo del imperio occidental y saben perfectamente que la vida es mucho mejor cuando se vive y se lucha contra la dictadura. E ignoran el argumento occidental que sostiene que ellos son la “única gente moral” y rechazan la creencia progresista en la equivalencia entre muerte y supervivencia. 

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