El imperialismo y sus cómplices
Uno de los más
sorprendentes avances históricos del mundo del imperialismo occidental
(Estados Unidos y la Unión Europea) es la desaparición y disolución de
los grandes movimientos antiimperialistas y antiintervencionistas (AIM,
por sus siglas en inglés) que llevaban años funcionando.
Una de las
razones principales de esta debacle es la escasa predisposición o la
incapacidad de los AIM a enfrentarse con las elites imperiales surgidas
de elecciones y comprometidas en guerras regionales contra regímenes
nacionalistas dictatoriales o autoritarios.
En este artículo
nos ocuparemos de bosquejar la dimensión del problema. Después,
analizaremos las consecuencias políticas y económicas de las aciagas
políticas de los AIM. Daremos fin a este trabajo con el planteo de
alternativas al actual impasse.
Dimensión del problema: el imperialismo y la conquista de los regímenes dictatoriales independientes
En las tres últimas décadas, los regímenes imperiales surgidos de
elecciones y liderados por Estados Unidos han intervenido, invadido y
conquistado a varios regímenes dictatoriales o autoritarios
independientes, entre ellos Iraq, Afganistán, Libia, Siria y Ucrania.
Salvo en el caso del inicio de la invasión de Iraq, prácticamente no ha
habido oposición masiva de los AIM
Durante las conquistas
imperiales y después de ellas, los AIM ignoraron a los millones de
personas asesinadas o desarraigadas y la destrucción de la estructura
socioeconómica de sus sociedades. Los AIM no reaccionaron ante la
imposición occidental de colaboradores coloniales designados para
gobernar los regímenes vasallos.
En estos momentos, el
imperialismo occidental está involucrado en una guerra política y
económica para derrocar –o dominarlo– el gobierno autoritario de varios
países sacudidos por crisis, entre ellos Turquía, Venezuela y Nicaragua.
La oposición por parte de los AIM es inexistente o demasiado débil.
Todo lo contrario; en nombre de la democracia, muchos intelectuales
occidentales apoyan las tomas del poder respaldadas por el imperio.
El imperialismo occidental está expandiendo su dominio, profundizando
su intervención y aumentando el costo humano y material en los pueblos
objeto de ella. Mientras tanto, el silencio es absoluto y la ausencia
(cuando no complicidad) de los que pretenden ser movimientos
antiimperialistas e intelectuales es total.
¿Cuales son las
razones de la negativa de los AIM al reconocimiento y la reivindicación
de los valores democráticos? ¿A qué se debe la ausencia de solidaridad y
oposición de las naciones a la depredación ejercida por las potencias
occidentales? ¿Por qué algunos líderes (y seguidores) de los AIM han
celebrado algunas conquistas imperiales como si se tratasen de una
‘liberación’? ¿Por qué algunas minorías étnicas de países independientes
han colaborado con las potencias occidentales, como es el caso de los
kurdos de Iraq, que hablan de “colonialismo democrático”?
La dictadura del imperialismo y el deceso de los AIM
Los líderes de los AIM han formulado una falsa equivalencias: han
igualado la oposición a los conquistadores imperialistas con la ejercida
contra los estados autoritarios independientes.
Al no
distinguir entre unos y otros, o incluso peor, al unir ambas cosas, los
AIM se niegan a movilizar, organizar y preparar a sus apoyos políticos.
No expresan solidaridad alguna con los pueblos conquistados ni defienden
su sociedad, sus medios de vida y sus recursos.
Los líderes de
los AIM no acaban de entender que las guerras imperiales y de conquista
imponen penas de muerte muchas veces más graves y duras que los
gobernantes locales; su opresión, explotación y destrucción de los
pueblos conquistados superan de lejos a las dictaduras existentes. No
hay duda que los imperialistas han destruido el avanzado estándar de
vida y el cultural-científico de países como Iraq, Libia y Siria. El
talibán no gobernó mediante la economía de la droga; tampoco destruyó
aldeas ni subyugó la vida cotidiana como ocurrió tras la invasión y
conquista de Estados Unidos.
Si bien los AIM no actúan para
impedir intervenciones e invasiones imperiales, menos aun lo hacen para
responder una vez producidas las conquistas.
¿Por qué? Debido a
la falsa equivalencia; los pueblos y su resistencia no actúan según el
protocolo de los líderes de los AIM, entonces, ¡ejecutores y víctimas ha
sido igualmente responsables!
Algunos sectores de la izquierda
y de la intelectualidad progresista occidental han ido incluso más
lejos –al menos durante las primeras invasiones imperiales–: ¡apoyaron
lo que ellos soñaron que era un “control democrático” resultante de la
intervención imperial (al que apodaron “levantamiento”)! Obviamente, los
imperialistas sabían mucho más, y cooptaron y escogieron a sus
cómplices en su camino de conquista y destrucción. Los líderes de los
AIM se desentendieron tanto de los ‘imperialistas’ como de las
‘dictaduras’ y abandonaron a los colaboradores que daban un barniz de
‘valores democráticos’ a la ocupación imperial en curso.
Las
razones para que los AIM se movilicen y desafíen al imperialismo son
muchas y profundas, y van más allá de la solidaridad con los pueblos
oprimidos.
Por ejemplo, el imperialismo estadounidense está en
pleno saqueo y destrucción de Turquía, Venezuela y Nicaragua,
debilitando y haciendo todo lo posible por derribar a sus respectivos
gobiernos. En Brasil, Washington ya ha promovido un régimen cliente e
intenta amañar las próximas elecciones encarcelando y descalificando al
candidato más importante, el líder de centro-izquierda Lula Da Silva.
El presidente Trump ha decretado sanciones económicas contra Turquía
para profundizar la crisis económica de ese país y hacer que Ankara
renuncie a su política independiente respecto de Irán y Rusia.
Los movimientos antiimperialistas turcos apoyan el régimen de Erdogan en
contra de Estados Unidos, aunque mantienen su independencia para
oponerse a la política antiautoritaria del presidente. Nada de esto se
da entre los AIM occidentales. Similares políticas imperiales está
llevándose adelante en Nicaragua. Al revés que en Turquía, la derecha
liberal (y los millonarios ex sandinistas) apoyan a los manifestantes
que luchan en la calle arrojando cócteles molotov y están respaldados
por la elite empresarial y el Pentágono.
Si el presidente
Daniel Ortega –elegido en elecciones libres– es derrocado, la elite
sustituirá la actual política internacional independiente por la de una
típica república bananera vasalla de Estados Unidos.
El éxito
imperial en el derrocamiento de dictaduras nacionales tiene un efecto
dominó, no una “ola democratizadora”, como prometen los liberales. En
lugar de ello, sirve para instaurar una serie de nuevas semicolonias
como lo evidencia hoy Oriente Medio.
Además, la falta de acción
por parte de los líderes de los AIM les ha llevado a su muerte política
y al crecimiento de la ultraderecha.
Los líderes de los AIM
respaldaron un supuestamente ‘progresista’ presidente Obama y se negaron
a movilizarse contra las siete guerras imperialistas que él inició, en
las que murieron millones de personas y muchas más fueron obligadas al
exilio.
La defección de los progresistas y la sumisión a Obama dieron alas al surgimiento de pluto-populismo de Trump.
Las guerras imperialistas en ultramar fortalecieron la embestida contra
la clase trabajadora en casa. Los beneficios empresariales se
dispararon, los salarios se estancaron. Demócratas y liberales abrazaron
el aparato policial estatal de la CIA y el FBI.
En el pasado,
los AIM denunciaban el capitalismo extractivista y el saqueo de los
recursos naturales tanto fuera como dentro de EEUU. En estos momentos,
solo se da alguna esporádica actividad contra el fracking y los
gasoductos.
Las comunidades indígenas de América latina se
resisten a la minería y a la explotación petrolífera llevada adelante
por empresas de Estados Unidos, Japón y Canadá –actividades que
contaminan el aire, el agua y la tierra cultivable– sin contar con la
solidaridad de los AIM estadounidenses.
En otras palabras, la
ausencia de los AIM en las luchas solidarias hace añicos la noción de
solidaridad internacional y la posibilidad de un frente unido
constituido por los trabajadores y los antiimperialistas.
Lo que queda de los AIM se mantiene al margen, participando en manifestaciones tan simbólicas como irrelevantes.
Conclusión
El ascenso y la decadencia del antiimperialismo occidental es –en
parte– una consecuencia del fracaso de sus líderes a la hora de oponerse
a las invasiones de los países independientes gobernados por regímenes
autoritarios. Detrás de su retórica democrática, los líderes de los AIM
aceptan la horrible realidad del chauvinismo imperial. Prefieren no
ensuciarse las manos en un conflicto entre regimen imperialistas
surgidos de elecciones y dictaduras nacionalistas de corte imperialista.
En estos momentos, la gran mayoría de la población de Iraq,
Siria y Libia sabe que la vida era mucho mejor con los anteriores
gobiernos autoritarios que promovían un Estado moderno y nacional, y eso
no sucede en las actuales condiciones propias de la destructiva y
salvaje ocupación del imperialismo occidental.
Los
izquierdistas occidentales que respaldaron las invasiones imperiales
como si hubiesen sido “aperturas democráticas” están callados e
indiferentes, como si no fueran responsables de los millones de muertes y
los enormes desplazamientos de refugiados.
Los humanistas
liberales que apoyaron las guerras imperiales con la excusa de que
salvaban de la tortura y las armas químicas a pueblos oprimidos ofrecen
rechazo caritativo y humillante en las fronteras de Occidente. Hay muy
escaso replanteo o reflexión sobre el hecho de que las guerras
imperiales son mucho peor que un estado independiente. Los líderes de
los AIM no se dieron cuenta de que los pueblos oprimidos solo pueden
liberarse por se propia decisión y acción, no mediante la invasión de
ejércitos imperiales, golpes de la CIA o sanciones económicas.
Sean cuales sean los recelos populares de sus respectivos gobiernos, la
gran mayoría de los turcos, iraníes, venezolanos y sirios se opone
claramente a la intervención del imperialismo occidental y todas sus
paparruchadas sobre ‘valores democráticos’.
Todos ellos han
sido testigos durante dos décadas de la capacidad de destrucción y el
salvajismo del imperio occidental y saben perfectamente que la vida es
mucho mejor cuando se vive y se lucha contra la dictadura. E ignoran el
argumento occidental que sostiene que ellos son la “única gente moral” y
rechazan la creencia progresista en la equivalencia entre muerte y
supervivencia.
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