La
llegada de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a la Presidencia de
México tuvo como uno de los temas centrales la recuperación de la
soberanía nacional, incluida la energética, frente a la progresiva
desindustrialización del complejo energético de Petróleos Mexicanos
(PEMEX) y de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), asociada a la
apertura gradual del mercado energético mexicano en los últimos treinta
años. Ante este escenario -y a diferencia de lo que se podría esperar de
la Administración Trump- el Gobierno estadounidense parece no percibir
mayores inconvenientes con la política delineada por la nueva gestión
mexicana. Para Estados Unidos (EE.UU.), México forma parte de una
estrategia continental de apertura de los mercados energéticos, del
avance de megaproyectos de infraestructura energética (gasoductos,
oleoductos y líneas eléctricas), concentrados en el proyecto Connecting Americas 2022.[1]
Contra el monopolio energético y la apertura de mercados
Históricamente, América Latina y el
Caribe (ALC) representan un espacio fundamental para la seguridad
energética, económica y nacional de EE.UU.[2]
Actualmente, la energía y la apertura de estos mercados figuran como
pieza clave en la estrategia hacia la región y son eje de documentos
como la estrategia de seguridad nacional y la de defensa.
Si bien el círculo inmediato de
intereses energéticos lo componen Canadá y México, más allá de América
del Norte, existe el objetivo estadounidense de conformar una red
energética a lo largo y ancho del continente. El United States Energy Security Council
menciona que el papel del Gobierno es el de “combatir el monopolio”
petrolero y “desmantelarlo” para poder “liberar las fuerzas del libre
mercado”. Además, uno de sus objetivos centrales está en poner a
competir al petróleo con otros productos energéticos, pues no sólo
reduciría su precio, sino que también alteraría el equilibro de poder
geopolítico a favor de los importadores de petróleo.[3]
México forma parte de la reconfiguración
de América del Norte como región, con un gran potencial energético y
comercial, pero también bajo un esquema de integración
político-económico y militar (ASPAN, TLCAN, Iniciativa Mérida, Plan
Mesoamérica) en el que sigue figurando como país subordinado a la lógica
de acumulación y de expansión estadounidense.
México en la geopolítica energética estadounidense
Un problema real de México es la caída
de la producción de petróleo y gas. En los últimos años ha bajado de 3.4
millones de barriles diarios en 2005 a 1.8 millones en el primer
semestre de 2018.[4]
Para EE.UU., aumentar la producción petrolera mexicana es asunto de
seguridad nacional, considerando que los principales países a los que
EE.UU. compra petróleo son Canadá, Arabia Saudita y México, según datos
de la Energy Information Administration (EIA).[5]
La empresa petrolera mexicana, PEMEX, ha
sido desmantelada en los últimos treinta años por gobiernos
neoliberales afines a la política estadounidense. Los avances en torno a
la apertura energética mexicana, expresados en las reformas energéticas
de 1992, 2008 y 2013, por mencionar las últimas, han socavado la
soberanía energética, acentuando la progresiva desindustrialización
energética. En este contexto, además de exportar petróleo crudo a
EE.UU., PEMEX ha incrementado en los últimos años las importaciones de
petrolíferos y gasolina. El desembolso para comprar petrolíferos por
parte de PEMEX fue de más de 14 millones de dólares en 2017, de los
cuales, el 90% corresponde a compras al mercado estadounidense. En
cuanto a importaciones de combustibles, en 2017 PEMEX hizo compras por
más de 23 mil millones de dólares, 79% más de lo que compró en 2009.[6]
Esto es resultado directo de las reformas y expresan los objetivos de
las grandes empresas estadounidenses y su Gobierno: la primarización del
sector energético mexicano, dejando a EE.UU. el proceso de
industrialización y transporte de petróleo y gas.
Las declaraciones hechas este año por el
secretario de Energía estadounidense, Rick Perry, expresan la política
energética de EE.UU. hacia México. En junio, Perry afirmó que no le
preocupaba que la inversión energética de EE.UU. se viera afectada por
el proceso electoral mexicano, pues éste es un “mercado de exportación
principal” para el gas natural de EE.UU. a medida que se construyen más
oleoductos. Además, tiene plena confianza en que AMLO “necesitará
recursos para abordar las necesidades de su país y sus ciudadanos”.[7]
Un mes después, Perry mencionó que -en el marco del debate sobre la
integración energética de América del Norte- se estaba apuntando a
aumentar la producción y exportaciones de energía de EE.UU., Canadá y
México, a la par que se trabaja para mejorar la seguridad en las redes
eléctricas, oleoductos y “sistemas energéticos”. Justo ese mes se
anunció el descubrimiento de aproximadamente mil millones de barriles en
el Golfo de México. Ante esto, el secretario de Energía afirmó que
“México tendrá una influencia masiva en los mercados energéticos del
futuro”.[8]
También por estas fechas era sabido que EE.UU. buscaría implementar un
capítulo energético en el TLCAN, el cual aún tiene puntos que no están
del todo claros.[9]
Cuando Perry viajó a México se
entrevistó con el equipo de transición de AMLO. En la prensa nacional se
mencionó que Perry apoya los planes del nuevo Gobierno mexicano de
apostar por la independencia energética, aunque ello signifique reducir
las compras de refinerías de EE.UU. Incluso, menciona que el desarrollo
por parte de México de sus principales recursos beneficiaría la
seguridad económica de EE.UU.[10]
El aparente apoyo de Perry al proyecto
de recuperación de la soberanía energética mexicana planteada por el
nuevo Gobierno debe ser leído en virtud de relaciones históricas entre
ambos países, caracterizadas por una avanzada de los intereses
estadounidenses, y en las que cualquier cambio en la política energética
mexicana debe adecuarse a los objetivos estratégicos del país del
norte, si es que se pretenden mantener relaciones estables. En este
sentido, desde la década de los setenta existe la intención del sector
petrolero estadounidense de conformar un bloque energético
norteamericano (Canadá, Estados Unidos y México). Jack Gerard,
presidente del American Petroleum Institute mencionó
recientemente que una mayor integración energética con Canadá y México
“aumentaría la energía y la seguridad nacional a largo plazo”.[11]
La Overseas Private Investment Corporation
(OPIC), también planea invertir mil millones de dólares en el sector
energético mexicano en los próximos tres años. Además, el Departamento
de Energía se encargará de identificar regiones y sectores en toda
América Latina que representen oportunidades de inversión para las
empresas de energía de los EE.UU. que tienen importante presencia en
varios países latinoamericanos.[12]
La integración mexicana de los últimos
treinta años, subordinada a la lógica de producción, acumulación de
capital y de energéticos por parte de EE.UU. revitaliza aspiraciones
históricas de conformar un bloque regional en América del Norte, piedra
angular del expansionismo hacia Centroamérica y América del Sur -en un
contexto internacional de transición en un mundo multilateral[13] en el que la hegemonía de EE.UU. está siendo cuestionada-.
La situación particular de México deja
para el análisis algunas lecciones de lo que implica la apertura del
sector energético, las dificultades particulares de la empresa petrolera
mexicana en su proceso de desindustrialización y la intención del nuevo
Gobierno de AMLO de incrementar la producción del petróleo y gas,
además de la apertura de dos refinerías. Esto podría aumentar los
recursos del Estado, a la vez que reduciría las importaciones de
gasolinas de EE.UU. Otros rubros pendientes son la generación de energía
eléctrica, la continuidad en la construcción de gasoductos y oleoductos
en el país, así como las licitaciones de bloques petroleros. El nuevo
Gobierno, tiene un reto enorme. Está por verse qué tanto toma distancia
de las agendas energéticas de los gobiernos pasados y en qué medida
logra alejarse (o no) de los objetivos estratégicos de EE.UU.
[1] https://www.state.gov/e/enr/c52654.htm
[2] http://www.celag.org/america-latina-los-recursos-clave-ee-uu-lo-tillerson-sabe/
[3] http://usesc.org/energy_security/energysecurity
[4]https://www.excelsior.com.mx/global/secretario-de-energia-de-eu-elogia-planes-de-lopez-obrador/1259119
[5] https://www.eia.gov/dnav/pet/pet_move_impcus_a2_nus_ep00_im0_mbbl_m.htm
[6]https://www.eleconomista.com.mx/empresas/EU-aplaude-soberania-energetica-que-busca-AMLO-20180817-0016.html
[7]https://www.washingtonexaminer.com/policy/energy/rick-perry-announces-1-billion-investment-for-us-energy-companies-in-mexico
[8] https://www.chron.com/business/energy/article/Perry-talks-energy-11296194.php
[9] http://www.elfinanciero.com.mx/economia/acuerdo-mexico-eu-queda-a-deber-en-tema-energetico
[10]https://www.excelsior.com.mx/global/secretario-de-energia-de-eu-elogia-planes-de-lopez-obrador/1259119
[11] https://www.chron.com/business/energy/article/Perry-talks-energy-11296194.php
[12] http://www.celag.org/america-first-expansion-america-latina-las-petroleras/ http://www.celag.org/ee-uu-america-latina-retorica-proteccionista-avance-neoliberal/
[13] http://www.celag.org/america-latina-reconfiguracion-economia-mundial/
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