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sábado, 21 de julio de 2018

Apunte etnográfico en la vida cultural reciente de la Guatemala citadina


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Foto: scarlethcastmen.blogspot.com
Lucía Bonilla
Marco Chivalán

La permanencia del racismo en Guatemala se evidencia de múltiples maneras. Es un sistema complejo articulado con otros sistemas de dominación, opresión y exclusión. Contiene una dimensión histórica y estructural. La complejidad y la sofisticación con la que se manifiesta a través de sus agentes tienen una larga historia de violencias. Su historia es densa, situada y política. A lo largo de casi medio milenio, para el caso de Guatemala, sus huellas se materializan en una permanente producción de cuerpos destinados para el trabajo servil y/o para la muerte. En este orden de ideas se sigue remarcando que la biopolítica no es suficiente al momento de problematizar la maquinaria colonial para los subyugados y/o precarizados. Lo anterior debido a que este sistema produce una sutil y perversa producción de la muerte. Las operaciones de los agentes del racismo también devienen de una fuerza necropolítica. Por consiguiente, las tecnologías del racismo en este país se convierten en relaciones necro-bio-políticas y comerciales.
Es preciso recordar que la raza es una categoría que tiene mucho que contarnos al momento de elaborar una historia de los cuerpos que sangrantemente la encarnan. Además, tiene una larga historia de parentesco con la categoría del sexo y la del género. En este sentido, su manifestación violenta se densifica en cuerpos asignados biopolíticamente mujeres al momento de nacer. Por lo que la biopolítica colonial se intensifica a través de la biopolítica heteropatriarcal.
Hace un año, la prensa escrita y las redes sociales mostraban dos casos sobre la producción del racismo en este país: la portada de la revista Look Magazine y la denuncia de la Comisión Presidencial contra la Discriminación y el Racismo en Guatemala CODISRA contra la tienda de moda María Chula.
Nuevamente, el pasado 12 de julio, la Feria Internacional del Libro en Guatemala FILGUA se abrió al público con una extraña, aunque nada novedosa espectacularización de la otredad folklorizada a través de la figura de la india y del indio. Este acto performativo rememora la permanente circulación de los imaginarios sobre el sexo y la raza de quienes son considerados únicamente agentes del folklore. Estos imaginarios coloniales producen la realidad que, en principio, pretendían meramente describir. Es decir, se materializan en la vida cotidiana de una sociedad racista y patriarcal y no solo en términos ficcionales. De allí la disputa permanente por los signos y la carne, lucha de larga data encarnada por mujeres, indígenas y campesinxs.
Al analizar este evento, se observa la producción de imaginarios sociales que diagraman una relación fronteriza entre la, así denominada, Hochkultur (la alta cultura) y el Folklore (las tradiciones populares) en la vida cultural de la ciudad de Guatemala. FILGUA, concurrido evento, inaugura su agenda colocando figuras inertes que curiosamente (re)producen la función ornamental del indio, una historia que desafortunadamente no sorprende en este país. La figuración del indio en este imaginario colonial es la del objeto de museo que únicamente adquiere valor en tanto objeto petrificado y despojado. En este contexto, no se hace nada extraña la diseminación racial entre la frontera que segmenta al civilizado y al salvaje. Frontera racial construida dentro de la biopolítica colonial que distribuye unos cuerpos dignos para la vida y otros destinados para la muerte. Sin embargo, una lectura minuciosa convoca a detectar los vectores de poder necropolíticos que se materializan a través de la muerte, el despojo y la expropiación a lo largo de casi cinco siglos.
Afortunadamente, esta espectaculización del indio inerte falla en términos vitales. No es difícil mostrar la larga lucha de los pueblos indígenas, no únicamente por resistir sino por fugar del sistema colonial y patriarcal. Las representaciones heredadas del orden colonial pretenden sedimentar imágenes dóciles del indio, imágenes que difractan con siglos de lucha de los pueblos. La movilización y la resistencia de mujeres y hombres indígenas han estado polucionando mentalidades profundamente coloniales. Esta interrupción ha implicado virar hacia una crítica de las prácticas extractivas que reducen a los pueblos a piezas culturales del Estado.
Para la escritura de la historia de la muerte del multiculturalismo liberal: ¡qué viva la disputa de los pueblos indígenas por la vida y la dignidad!
Guatemala, 13 de julio del 2018.
Lucía Bonilla
Marco Chivalán

Investigadores del Área de Estudios sobre Imaginarios Sociales, AVANCSO
http://avancso.codigosur.net/article/apunte-etnografico-en-la-vida-cultural-reciente-de/

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