Ava Gómez Daza*
El pasado 5
de enero, tal y como se esperaba, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) de
Honduras desestimó el recurso de nulidad presentado por la Alianza de
la Oposición a los resultados de las elecciones generales que se
llevaron a cabo el pasado 26 de noviembre. Dichas elecciones fueron
impugnadas por sospechas de un fraude que habría dado lugar a la
relección del actual presidente Juan Orlando Hernández.
Si bien la Alianza de Oposición, liderada por Salvador Nasralla,
tendrá oportunidad de apelar la decisión ante la Corte Suprema de
Justicia, es previsible que, habiendo concluido la fase del contencioso
electoral, el próximo 27 de enero Hernández juramente su cargo. Esto
después de un dilatado proceso que no dejó ajena a la comunidad
internacional: los distintos observadores que lo acompañaron
coincidieron en señalar las irregularidades del mismo, provocando las
repuestas del TSE, que resultó erigiéndose en fiel escudero del
oficialismo, al defender reiteradamente la legitimidad de los
resultados.
Sin una campaña mediática internacional como la que acostumbra a
tener cuando pone en cuestión a los gobiernos progresistas, la
Organización de Estados Americanos (OEA) sembró la duda sobre los
resultados de las elecciones hondureñas y sugirió a los países que la
integran aprobar el informe que identifica el
cúmulo de irregularidadesdel proceso.
A nivel interno, Juan Orlando Hernández mantiene el apoyo de la élite
militar y el control de las instituciones decisoras en los comicios.
Esto ha sido evidenciado en la postura del TSE frente a las denuncias de
los organismos observadores. Se espera que la Corte Suprema de
Justicia, que ratificó el fallo favorable a la relección presidencial de
Juan Orlando Hernández (cuestionado por inconstitucionalidad), actúe de
similar manera.
Nasralla cuenta con el apoyo del ex presidente Manuel Zelaya,
derrocado en el golpe del 2009, y de diferentes organizaciones de la
sociedad civil y sectores populares que vienen movilizándose desde antes
de las elecciones. La represión violenta, que se ha saldado con varios
muertos, incrementó a tal punto que un comando de la policía
inconforme con la situaciónse negó a seguir matando al pueblo hondureño. Un vocero del comando señalaba:
Nosotros somos pueblo y no nos podemos estar matando con el propio pueblo, nosotros tenemos familia.
Con disimulado entusiasmo, Estados Unidos e Israel
reconocieron formalmente la victoria del autoproclamado presidente
electo. Por su parte, la OEA insiste tímidamente en que no se puede
determinar un ganador en los comicios del 26 de noviembre de 2017,
considerando las irregularidades del proceso, pero, de facto,
están ausentes sobre el terreno y no están promoviendo acción concreta
alguna para defender la democracia, más allá de sugerir una repetición
de los comicios, que Juan Orlando Hernández ya ha descartado.
Perspectivas
La crisis política, social e institucional que vive Honduras en la
actualidad, augura un panorama complejo y de difícil gobernabilidad para
Hernández. La alta tensión social permeará nuevamente las calles y,
probablemente, el escenario de represión militar, propio del Partido
Nacional y de sus últimos años de gobierno, no va a cesar. Seguramente
la apelación al
enemigo internoserá la próxima estrategia del gobierno ilegítimo que, por medio de un enfoque de populismo punitivo, visibilizado mediante sus medios de comunicación, aspira a justificar el incremento de la violencia sobre los actores sociales y los líderes políticos opositores.
La manutención del gobierno de Juan Orlando Hernández, con fuertes
vínculos en la élite militar, implica un escenario aceptable para
Estados Unidos, cuyo gobierno tiene intereses en el país, relacionados
con la compra de armas y el control militar regional mediante la
presencia de tropas en la base de Palmerola, ubicada a 90 kilómetros de
Tegucigalpa y donde operan al menos 500 soldados estadunidenses.
En definitiva, Hernández no es el candidato idóneo de la
administración estadunidense, a la vista de su extremismo y su ligereza
para utilizar la represión, pero lo asumirán como propio si su ausencia
supone la llegada de un candidato como Nasralla, al que consideran
peligrosamente más próximo a los gobiernos progresistas
latinoamericanos.
*Investigadora del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag)
Twitter: @Ava_GD
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