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lunes, 21 de enero de 2013

La victoria electoral del partido colonialista y la desgracia de la alianza independentista-colonialista

Hugo J. Delgado-Martí
Rebelión


Cuando los socialistas en Puerto Rico descargamos nuestra desilusión e indignación con aquellos compañeros independentistas que aceptan trabajos en puestos administrativos o de confianza de las administración colonialista del Partido Popular Democrático no lo hacemos sólo por la autogratificación de sentirnos inmunes a la fiebre de la alianza política y de clase que en Puerto Rico llamamos melonismo. La profundidad de la crítica no puede ser reducida a una mera acusación moral, aunque hagamos un juicio valorativo de estas acciones. Es importante tirar la raya: del lado de allá estarán del lado del enemigo, y no de cualquier enemigo, sino del partido burgués, colonial, asesino, imperialista y anti-obrero que es el responsable de la crisis económica y social que vive la clase trabajadora puertorriqueña.
A los independentistas cooptados por el Partido Popular Democrático les llamamos melones, verdes por fuera pero rojos por dentro, pues a pesar de su prestigio e historia como independentistas le prestan el voto al partido de la colonía que fundó Luis Muñoz Marín en la década del 30. Dicho partido, que se montó sobre las luchas de la clase trabajadora contra el capital norteamericano, rápidamente se desenmascaró con otro instrumento más de la burguesía para utilizar a los sectores más avanzados del independentismo, de la clase obrera y hasta del Partido Comunista para perfumar el colonialismo. Hasta el color rojo y la consigna de ¡Pan Tierra Libertad! fueron cooptadas para atraer a las grandes masas trabajadoras que habían sido influenciadas por el Partido Socialista, la Federación Libre de Trabajadores y el Partido Comunista de Puerto Rico.
Es inconcebible tener que recordarle a Silverio Pérez, Julio Muriente, Tato Rivera Santana y a los demás la persecución política contra el independentismo y el socialismo que resultó de ese proceso de consolidación del PPD como partido hegemónico. El PPD no sólo entregó a Albizu Campos y los nacionalistas al FBI y la Policía, también expulsó de la UPR y arrestó a Juan Mari Bras, máximo líder del MPI y del PSP, organizaciones que sufrieron en carne propia dicha represión. Fue una administración popular la que protegió a los asesinos de Santiago Mari Pesquera al no investigar este caso, la que le echó la guardia nacional a la UTIER, y la que encarceló al liderato de la UIA por hacer una huelga en el 1974. En tiempos más recientes, Aníbal Acevedo Vilá (PPD) descertificó a la Federación de Maestros de Puerto Rico por expresarse a favor de realizar una huelga y Antonio García Padilla (el hermano del ahora gobernador) suspendió a los estudiantes que defendieron el teatro de la Universidad de Puerto Rico de los intentos de privatización. El asesinato de Filiberto Ojeda Ríos y la complicidad en este de parte del gobierno de Acevedo Vilá (PPD) son oportunamente olvidadas en pos de alianzas huecas y esperanzas vanas.
“Rencoroso, amargado, intransigente” dirán. Los ideólogos de la desilusión pretenden que olvidemos los más de 60 años del ciclo popular: represión-cooptación-represión. Lejos de un esfuerzo de buena voluntad, de “unidad puertorriqueña” o de aprovechar “las mejores mentes del país”, el nombramiento de figuras otroramente identificadas con las luchas sociales busca neutralizar estas fuerzas en crecimiento, apaciguarlas con una ilusión de participación y perpetuar la explotación. Sin duda nuestro rol como socialistas es todo lo contrario: debemos atizar las contradicciones de clase existentes entre la clase obrera y la burguesía. En ese sentido, el Partido Popular Democrático, como parte del aparato de represión contra la clase obrera, es uno de nuestros principales enemigos. Su barniz populista esconde los intereses de un sector social pequeño burgués de convertirse en los perros del imperio administrando las migajas que devuelve el gobierno federal norteamericano a cambio de los altos niveles de explotación de la clase trabajadora por medio de las farmacéuticas y el mercado cautivo.
La política de exenciones contributivas, que por años ha sido la panacea del Estado Libre Asociado, eufemismo oficial para llamar a la colonia, permitió que las corporaciones capitalistas tras-nacionales generaran sus ganancias y salieran corriendo sin haber construido en el país una infraestructura industrial propia. La destrucción de la agricultura y la magnitud colosal de la inversión capitalista norteamericana han creado una clase capitalista nacional que es incapaz de concebirse independiente de la burguesía norteamericana. Sus intereses económicos, políticos e ideológicos están atados a los del imperialismo norteamericano. Han exprimido tanto el país que destruyeron las posibilidades de cualquier restauración económica. Por consiguiente, bajo la colonia ni siquiera una política contributiva adecuada resuelve el problema: las bases para el desarrollo capitalista autóctono fueron destruidas con la misma invasión norteamericana. Pero aún si el estado colonial intentara desarrollar su propia estructura productiva (cosa que el PPD trató en la década del 1940) la condición colonial impide el desarrollo de políticas proteccionistas sobre los productos locales. Las leyes federales sobre el transporte marítimo, el intercambio de bienes entre la colonia y el imperio, e incluso las leyes laborales están construidas para garantizarle el margen de ganancia a la burguesía norteamericana, no el desarrollo de burguesías en los territorios. La historia del desplazamiento económico de los capitalistas locales y del propio estado por corporaciones e intereses económicos capitalistas norteamericanos se repite una y otra vez: la industria lechera, la industria del pollo, el azúcar, las carnes todas han sufrido reveses económicos y judiciales producto del colonialismo.
Entonces no se trata de que los administradores populares Carmen Yulín, la nueva alcaldesa de la capital, o Alejandro García Padilla, el nuevo gobernador, sean buenos, malos o regulares, de si usan el azul cielo en la bandera o si usan camisas con la cara del prisionero político independentista Oscar López. Ni el genio de moca, ni los monjes budistas son capaces de “enderezar” el país. No se trata de conseguir la persona con la inteligencia, la capacidad técnica, o la integridad moral para gobernar correctamente las riendas del país. No es una cuestión de “pensar positivo”, “tener esperanza” o recurrir a “la fe en el cambio.” Luis Fortuño, el gobernador anexionista de los pasados cuatro años hizo mucho daño en el país pero sus políticas fueron solamente extensiones y ampliaciones de las políticas de Aníbal Acevedo Vila, Silva Puras y el propio Alejandro García Padilla. Pero aún cuando traten políticas distintas (que aparenten ser distintas, sabemos que de fondo será lo mismo) es una realidad objetiva que la colonia está condenada a un abismo, al cual llegaremos más temprano que tarde.
Cuando Pedro Albizu Campos acuñó la frase “ cuando empiezan a resbalar, no paran hasta que se escocotan”, desconocía la pertinencia que tendría en el 2013. La esperanza y la fe de los independentistas y de los socialistas tienen que estar en que la gente sea capaz de desarrollar sus propios proyectos de lucha en contra de la colonia y del gran capital. No es suficiente con resolver los problemas particulares de sectores o individuos, sino que en cada espacio de lucha tenemos que dedicarnos a construir la conciencia de que esto es un problema de toda la clase social, para que a largo plazo o cuando se desarrolle la coyuntura propicia tener ya el terreno preparado.
Los atajos políticos sólo conducen a la desilusión, y ésta a su vez lleva a la entrega. Una vez se ha prescindido de la ideología, el terreno se allana para que el individualismo avance. El reformismo: la idea de que se puede lograr la independencia o el socialismo a base de cambios pequeños unido al electoralismo, la idea de que el proceso electoral por si sólo organiza para el socialismo son los precursores del melonismo. No pretendo achacarle toda la culpa del melonismo a los proyectos electorales, sin embargo estos son en gran medida responsables de promulgar la ideología de que “dentro de la colonia se puede”. Repito, no son los únicos responsables: los propios “entregaos” tienen su cuota de responsabilidad. Unos por el dinero, o por aspiraciones individualistas de mejorar su condición económica, otros porque realmente se comieron el cuento reformista. Ambos se convierten en instrumentos de cooptación de la burguesía y el imperio, que le hacen el trabajo sucio al PPD sirviendo de cuadros ideológicos, técnicos, y uno que otro de informante.
Hay esperanza, pero esa esperanza no se encuentra en las instituciones del estado. La esperanza de un nuevo Puerto Rico está en aquellos que siguen dispuestas y dispuestos a luchar contra toda adversidad y en contra de la corriente. Se trata de las y los que tienen los zapatos puestos esperando la coyuntura para realizarle el primer piquete al gobernador, la primera huelga, la primera confrontación con el estado. Si somos pocos o muchos está por verse, y para ellos cierto nivel de auto-gratificación es necesaria. Cuando se despeje el humo y la neblina después de esta batalla ideológica se deslindarán los campos, los que quedemos de este lado tenemos que estar listos para el combate. Yo estoy del lado de la independencia y el socialismo. ¿Y tú?
Hugo J. Delgado-Martí. Movimiento Socialista de Trabajadores - Puerto Rico www.bandera.org

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