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sábado, 8 de enero de 2011

ALEPH: Un hombre

Carolina Escobar Sarti
Quiero recordar hoy a un gran hombre, que supo conjugar en su persona dos talentos difíciles: ser al mismo tiempo creador y maestro.

Me refiero a Manuel Alvarado Coronado, quien falleció el 2 de enero pasado, a los 91 años de edad.

Hace más de cuatro décadas, él apenas era para mí el padre de uno de mis compañeros de clase en el colegio, y medio entendía que era algo así como un músico casado con una mujer que también amaba la música. Hoy, lo reconozco como uno de aquellos seres humanos que han sabido honrar la vida.

Hace 50 años, Manuel Alvarado fundó el “Círculo Pro Música Viva”, y cuentan quienes le conocieron que, durante dos noches consecutivas, entre otras tantas en las cuales presentaron numerosas audiciones, se lució con los seis Conciertos de Brandeburgo de Juan Sebastián Bach. Diez años después, él le daba vida a un sueño que marcó un hito en la historia musical de nuestro país y de toda América Latina: fundó la Sinfónica Juvenil de Guatemala, primera en su género en varios países de la región.

Para los primeros ensayos prestó su casa y consiguió luego, para tal propósito, que les prestaran la sede de la Asociación de Periodistas de Guatemala (APG). Dirigió a más de 400 músicos en su larga carrera como director musical.

En una reseña biográfica que llegó a mis manos dice: “Egresado del Conservatorio Nacional de Música y Declamación como Violonchelista, primer director de orquesta y profesor de Armonía, Contrapunto y Composición, Manuel ganó la beca ‘Fullbright’ que le permitió estudiar en el Royal Manchester College of Music de Inglaterra en donde obtuvo la licenciatura en Pedagogía y Ciencias de la Educación y el profesorado en Filosofía y Educación Especializada en Adultos por la Universidad de Reading, con postgrado en administración educativa. Recibió clases de violonchelo con Kathleen Moorhouse y Paul Tortelier y trabajó como solista con el Arts Council de Gran Bretaña, con la BBC y la Scottish Nacional Orchesta en Glasgow, Escocia”.

A los 18 años fundó la primera orquesta estudiantil que se presentó en varios establecimientos educativos de la época; a lo largo de su larga vida tuvo una gran producción musical y literaria, y fue hijo de dos grandes músicos: Jesús María Alvarado Velásquez y María Antonia Coronado de Alvarado.

A los 21 años ya ganaba sus primeros premios y luego de obtener la licenciatura en Pedagogía y Ciencias de la Educación en la Universidad de San Carlos de Guatemala, fue catedrático y creó los programas de profesorado y licenciatura en música de dicha universidad.

Como si no bastara, a sus 26 años, fue uno de los cinco fundadores de la Orquesta Filarmónica de Guatemala, que luego sería la Sinfónica Nacional. Fundó también la Escuela Normal para Maestros de Educación Musical, que hoy lleva el nombre de su padre.

Las distinciones recibidas por Manuel Alvarado, entre las que se encuentran la Orden del Quetzal, la Orden Nacional Francisco Marroquín, la medalla presidencial Marta Bolaños de Prado y otras, son poca cosa para un hombre que no vivió su vida en vano. Hoy, quiero recordarlo, porque quiero volverlo a pasar por el corazón.

Desde allí, a su hijo y mi querido amigo Paulo, lo abrazo. Desde el corazón que recuerda a un hombre sencillo y congruente; desde el corazón que valora la trascendencia de un legado como el que él deja a Guatemala; desde el corazón que reconoce la sonrisa franca y el paso incorruptible de un hombre de paz. Hago extensivo mi sentir al resto de su familia. Y es que la vida y la música de este hombre tocaron y tocarán primero muchos de nuestros oídos, pero se quedarán inmediatamente después en nuestro corazón.

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