
La
primera reflexión que se hace en el marco de esta pandemia es porque
desde hace un siglo después de la mal llamada la gripe española en 1918,
en pleno siglo XXI, no se haya producido una tecnología que supere la
distancia social; se ha viajado a marte, se han construido las bombas
más destructivas de la humanidad (Proyecto Manhattan) y el proyecto del
genoma humano.
Sin embargo, no aprendimos algunas
lecciones del fenómeno de 1918, en el cual se demostró que cuando las
personas tenían más exposición a la luz solar y al aire libre, la
mortalidad disminuía en forma sustancial.
La segunda
reflexión, ¿Por qué seguimos utilizando la metáfora de la guerra y de la
inteligencia militar, en el enfoque inmunológico y el manejo
epidemiológico de la pandemia?, por ejemplo, lo glóbulos blancos son el
brazo armado que combate la infección con la ayuda de las células
asesinas (Killer Cells).
De igual manera, considerar el
agente causal de este fenómeno mortal, exclusivamente a un virus, sin
considerar que la realidad humana social y ecológica, no es igualmente
universal si no, por el contrario, se considera que el modelo económico
capitalista es desigual y es hegemónico para los países centrales e
injusto para las naciones dependientes. En este sentido un virus que no
es un ser vivo, necesita de las células de otro ser para reproducirse y
multiplicarse. En consecuencia, se le atribuyen propiedades más
poderosas que los regímenes capitalistas.
Al analizar este fenómeno mortal, tenemos que considerar otras pandemias previas:
Los
sistemas hegemónicos capitalistas privilegian la salud del cuerpo
económico en menoscabo de la sanidad del cuerpo humano y ecológico. A
partir de los años 70 y 80 se consolidó el neoliberalismo con el golpe
de Pinochet en Chile. En este modelo se privilegió el militarismo con
menoscabo de la salud y educación en América Latina, lo cual generó la
privatización de estos dos componentes; lo que significa que los
desempleados, los pobres y la clase trabajadora tenían que pagar los
servicios de salud y de educación; sumado a esto la precarización de la
vida, la explotación humana y en consecuencia en nuestros países se
causó la multienfermedad.
Las políticas de seguridad
alimentaria promovieron el consumo mayor de carbohidratos (azucares),
modificaron genéticamente el maíz (M. transgénico), produjeron una
pandemia de obesidad, diabetes e hipertensión arterial y se incrementó
la explotación y la desigualdad social, sumado al proceso capitalista
por desposesión, las transnacionales invadieron las comunidades con el
extractivismo minero, encarcelaron y contaminaron las aguas, suelos,
aires, causaron desnutrición, intoxicación por metales pesado y
plaguicidas, contribuyendo al cáncer y a las enfermedades autoinmunes
que afectaron profundamente la inmunidad para resistir los agentes
infecciosos, de esta manera la malaria, dengue y el hambre tuvieron
consecuencias desastrosas.
Para contener los movimientos
de la protesta social se utilizaron el terrorismo de Estado, la
criminalización de la protesta y se desarrollaron las doctrinas de la
seguridad nacional, causando trauma, terror, tortura y el
encarcelamiento masivo y migración forzada.
La salud
pública se convirtió en mercancía y dejó de ser gratuita y con alto
grado de precarización, esta mercancía fue valiosa para el complejo
militar, industrial y farmacéutico multinacional.
La
corrupción se convirtió en un fenómeno post mortem, es decir, las
políticas del Estado eran corruptas, pero el fenómeno se manifestó
después de ser ejecutadas, por ejemplo, las leyes mineras, el manejo del
bosque y las aguas fueron nefastas y en favor de los intereses
transnacionales.
Las directrices de esta pandemia han sido
dadas por las grandes potencias y se plantean como una guerra contra un
virus y en ningún momento se tomó la opinión de los pueblos o los
sectores afectados, se ha manipulado a través de la idea que son los
expertos, técnicos y científicos lo que deciden. Al respecto
consideramos que no puede haber una ciencia sin conciencia y expertos
sin ética. El modelo científico “positivista” considera que la ciencia
es neutra y hace un lado los valores. De tal manera que se piensa más en
el valor de cambio que en el valor de uso, es decir en la tasa de
ganancia que en la ética que tiene en fundamento el respeto a la
dignidad y a la vida humana.
Las principales cadenas
mediáticas multinacionales han seguido las directrices del quédese en su
casa y mantenga la distancia social como los principios fundamentales
para aplanar las curvas exponenciales de la muerte en esta pandemia.
Esta disposición hace caso omiso a la desigualdad social y se centra en
el individuo y no en la justicia social.
Si profundizamos
en el análisis, nos damos cuenta que en el caso de Honduras el 80% de
los hondureños son pobres, tenemos un déficit de más de 100 mil
viviendas y los que tienen su casita viven prácticamente hacinados, de
tal forma que no pueden permanecer en casa más de un día porque de lo
contrario no comen y sus hijos pueden morir, por lo tanto, tienen que
desplazarse y , como estamos en un régimen represivo y un Estado de
excepción, si rompen esta regla son encarcelados o bien expuesto a
gases lacrimógenos que no solamente hacen llorar sino que matan porque
dañan los pulmones y los exponen al daño viral.
En los
sectores no empobrecidos, al quedarse en casa se aumentó el consumo de
tabaco, alcohol, psicofármacos, violencia intrafamiliar y la vida
sedentaria la cual puede contribuir a la formación de trombosis,
embolias, infartos cerebrales y cardiacos; también la falta de sol
produce carencia de vitamina D3.
La información mediática
tóxica genera pánico, terror, depresión, soledad, estrés, insomnio,
elevación de la tasa de suicidio y disminución de la inmunidad que puede
ser peor que el coronavirus, COVID 19.
La alimentación
fue más empobrecida con el cierre de los mercados populares y las ventas
públicas, por el contrario, se produjo la apertura de supermercados
controlados por Walmart y otras empresas a los cuales no tienen acceso
los pobres.
No ha sido posible establecer criterios
terapéuticos científicamente garantizados aun en los países con mayor
desarrollo tecnológico como también no está completamente garantizado
que la totalidad de la muerte sean causadas por el coronavirus a
patologías previas.
En nuestro caso, el gobierno no ha
dado subsidios a los pobres y microempresas durante las cuarentenas y el
Estado se ha endeudado progresivamente en miles de millones de dólares,
cuya inversión no ha garantizado la contratación de más de 10 mil
médicos, microbiólogos, enfermeras y personal de salud desempleados, no
han sido contratados ni garantizado el sistema de bioseguridad para el
personal de salud; existe una profunda crisis en el sistema de salud y
la Presidenta del Colegio Médico, la Dra. Suyapa Figueroa y la directiva
ha tenido una posición ética y defensora de una salud pública gratuita.
Se suma a lo anterior un alto grado de corrupción denunciada por las
iglesias, la empresa privada y por más de 300 mil trabajadores
despedidos.
Todo lo anterior nos indica que el pretexto de
esta pandemia que es consecuencia del modelo neoliberal y del pésimo
sistema de salud que tienen aún los países más desarrollados por dar
prioridad a las armas y no a la educación y salud.
Es
urgente que repensemos en forma crítica y constructiva la necesidad de
una participación integral del pueblo porque la situación que queda en
Honduras va a ser peor que la pandemia actual porque vamos a tener un
país endeudado en una profunda crisis política donde el privilegio lo
tienen los militares y las clases poderosas que han sumido nuestro país
en una profunda crisis que no es causada por un virus, si no por el
veneno del capitalismo neoliberal.
Tegucigalpa 26 de mayo de 2020
https://www.alainet.org/es/articulo/206821
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