Buenos Aires.
“Andrés Manuel entendió que el tema es más peligroso de lo que
inicialmente creyó, y de hecho está tomando medidas ahora”, dijo Alberto
Fernández. Contó que durante la conversación que mantuvieron hace
cuatro días, después de la cumbre por videoconferencia del G-20, le
transmitió su preocupación por que “no se entienda la gravedad del
problema”, en especial de parte del brasileño Jair Bolsonaro. Y reveló
que le pidió a AMLO que convoque a una cumbre de la Celac (Comunidad de
Estados Latinoamericanos y del Caribe) para coordinar esfuerzos para
afrontar la pandemia del corona en la región.
De esa conversación surgió también la “repatriación coordinada” que
empezó las últimas horas. Pasado el mediodía local, dos Boeing 737-800
de la Fuerza Aérea mexicana regresaron al país a unos 300 argentinos que
habían quedado varados allá y volverán a CDMX en las próximas horas con
mexicanos que estaban acá en iguales condiciones.
Fernández hizo aquellas afirmaciones a una radio capitalina, mientras
ralentaba el paso en su caminata de cinco kilómetros diarios, dos
vueltas al perímetro de la Quinta de Olivos, la residencia presidencial
al norte de Buenos Aires, junto a Dylan, su perro collie (tiene 45 mil
seguidores en su cuenta de Instagram).
Una rutina matinal similar a la que este cronista también realiza,
aunque en estos días y por imperio de la cuarentena, en condiciones
bastante diferentes a las del jefe de Estado: cuatro kilómetros en un
departamento de 60 metros cuadrados. Undécimo día del Aspo (Aislamiento
Social, Preventivo y Obligatorio) dispuesto anticipadamente por el
Gobierno, que iba a terminar mañana, pero que anoche el Presidente lo
prorrogó por casi dos semanas más, hasta después (¿el lunes 13?) de
Semana Santa.
“Caureterna”, la han dado en llamar muchos; “cuarenteta”, muchas, en
alusión a los torsos desnudos, cuando no sin sostenes, con los que
muchas de las mujeres afrontan su encierro. No es el caso, por cierto,
de las que antes del Aspo ya sufrían violencia de género en sus hogares.
Según un registro de la organización MuMaLa (Mujeres de la Matria
Latinoamericana), hubo un aumento de feminicidios durante lo que va de
cuarentena: 12 asesinatos entre el 12 y el 28 de este mes.
Durante estas semanas, las denuncias presenciales de violencia de
género ante la Oficina de Violencia Doméstica del Poder Judicial bajaron
a cuatro por día de las casi 50 en las jornadas previas. Ante el
impedimento para salir de sus viviendas y hacer esas denuncias
presenciales, hoy el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad
(creado por Fernández cuando asumió en diciembre pasado) adoptó una
medida ingeniosa: que la mujer objeto de violencia en su hogar pida en
la farmacia, a donde puede concurrir, un inexistente “barbijo
(mascarilla) rojo”; de ese modo estará comunicando su situación y
facilitándole a el/la farmacéutico/a hacer la denuncia telefónica.
El problema llevó hoy a organizaciones feministas a convocar a un
“ruidazo” con la consigna “que el encierro no nos silencie”. El reclamo
se hizo escuchar desde balcones, patios, ventanas y terrazas alrededor
de las 18:00, tres horas antes del aplauso de las 21:00 horas que desde
que arrancó la cuarentena, recorre la ciudad de Buenos Aires, a manera
de catarsis por el encierro y el aislamiento como de agradecimiento a
los médicos y enfermeros que trabajan en la atención de los contagiados.
“Todos deben quedarse en sus casas…”, advierte mientras atardece una
voz femenina desde el parlante de la camioneta amarilla de Defensa Civil
que pasa por la avenida, por primera vez en lugar de los patrulleros de
la Policía de la Ciudad con su aire intimidante, a veces prepotente.
Los habitantes de este barrio de clase media de Buenos Aires, como
del resto de la ciudad, parecen obedecerle: a lo largo de este lunes, el
extraño y profundo silencio ha sido una continuidad del silencio que se
impuso el fin de semana. “Un 90 por ciento” de acatamiento de la
cuarentena, valoró el Presidente en su mensaje de anoche, cuando anunció
la prórroga, en un mensaje que fue saludado por muchos vecinos de
barrios de clasemedia capitalinos.
Ciertamente, la inmensa mayoría de la sociedad argentina acompaña las
medidas preventivas del Gobierno, tal vez como pocas veces se haya
visto en la historia del país. Hasta en los barrios más pobres, como los
que rodean el populoso cordón urbano en torno a la ciudad de Buenos
Aires. Aun cuando el hacinamiento hace imposible el cumplimiento de la
consigna “quedate en tu casa”; para millones de personas, pasó a ser
“quédate en tu barrio”.
La imposibilidad de salir para realizar trabajos informales con los
cuales ganar su jornal diario, es suplida por una amplísima red
(gobiernos nacional y municipales, iglesias, organizaciones sociales,
con apoyo logístico de las Fuerzas Armadas) que garantizan la comida
diaria. Se trata de una red de contención que se tejió durante el
colapso económico y social de 2001, la peor crisis que vivió el país
desde el retorno de la democracia, en 1983.
Un acompañamiento que dista, como suele suceder ante situaciones
extremas, del comportamiento de los sectores más ricos. En su mensaje de
anoche y hoy con todas las letras, el Presidente tuvo que reconvenir a
Techint, el grupo empresarial más poderoso de Argentina y con fuerte
presencia también en México, por haber despedido el viernes pasado a mil
450 trabajadores de la construcción ante la paralización de la obra
pública. “Hermano, esta vez colaborá”, reconvino el Presidente al CEO de
Techint, Paolo Rocca, uno de los cien personajes más ricos del planeta.
Horas después, el Gobierno suspendió por quince días los despidos.
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