Francisco Colmenares*
La acusación de William Barr, fiscal general de Estados Unidos, contra Nicolás Maduro, de
haber participado en una asociación criminal que involucra a una organización terrorista extremadamente violenta, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en un esfuerzo por inundar Estados Unidos de cocaínay la recompensa para su
arrestode 15 millones de dólares que anunció Mike Pompeo, secretario de Estado, constituye, en los hechos, una declaración de guerra de Donald Trump contra Venezuela.
El marco en el que Trump realiza esta declaración se caracteriza por
un desplome extraordinario de los precios internacionales del petróleo
que han colocado la cotización del petróleo tipo Brent en 27. 51 dólares
–similar al precio promedio nominal de 1999–, sobreproducción de
petróleo en los mercados internacionales, producción inédita de Estados
Unidos superando los 13 millones de barriles por día, los descuentos y
la decisión de incrementar la producción de Arabia Saudita, Emiratos
Árabes y Kuwait, cuyos gobiernos son aliados incondicionales y
subordinados a Estados Unidos, hundimiento de la economía mundial en una
gran depresión por el freno que apuntaló la pandemia del coronavirus
(Covid-19) de la actividad industrial, comercial y financiera.
No es casual que Trump escoja este momento para reforzar su ofensiva
para derrocar al presidente de Venezuela. China, que es uno de los
principales aliados de Venezuela y se encuentra a la defensiva,
concentrado en restablecer sus actividades que fueron paralizadas en
muchas de sus principales ciudades para frenar el ritmo de propagación
del Covid-19. Rusia e Irán, también aliados de Venezuela, van a tardar
en sacudirse el impacto del desplome de sus ingresos petroleros y,
además, en el caso de Irán, persiste el bloqueo comercial que le ha
impuesto Estados Unidos.
Sin embargo, lo más importante y que ya anticipaba el freno del
exponencial crecimiento de su producción petrolera entre 2015 y 2017, es
que ésta se mostró muy sensible con precios inferiores a 60 dólares por
barril al estancarse su producción; el desplome actual de los precios
al retirar a muchos de sus productores amenaza su actual volumen de
producción.
Adueñarse de las reservas petroleras de Venezuela, las más
importantes del mundo, en el escenario de un eventual derrocamiento de
Nicolás Maduro, aunque tuviera que sacrificar a sus productores
petroleros internos, concentrados en el fracking, no le
importaría, pues en un horizonte de largo plazo estima disponer de una
mayor seguridad de abastecimiento, desestimando la decidida batalla que
darán el pueblo y el ejército venezolano de cada metro de su territorio
frente a sus bombas y mercenarios.
Dentro de este plan contra Venezuela, Irán y Rusia se inscribe la
reunión a que convocó a principios de marzo, en la Ciudad de México, el
embajador estadunidense a diplomáticos de Canadá, Alemania, Francia,
Gran Bretaña, Italia, España y Países Bajos para concertar acciones ante
las decisiones del gobierno de Andrés Manuel López Obrador al
considerar que
erosionan las bases legales de los contratos de miles de millones de dólares firmados en la administración de Enrique Peña Nieto.
Detener la puesta en marcha de la declaración de guerra de Donald
Trump, a través de las irresponsables acusaciones de integrantes de su
gobierno, que no tienen mayor validez y sustento a las que utilizaron
para ahorcar a Saddam Hussein y asesinar a Muhamar Kaddafi, es un acto
de autodefensa para frenar las presiones imperiales contra México para
que se retome la vía de la privatización de sus hidrocarburos,
incluyendo la explotación de yacimientos mediante la fractura
hidráulica.
*Autor de Despojo, resistencia y corrupción. México en los ciclos del precio del petróleo. Ed. Plaza y Valdés, México, 2019
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