Francisco Colmenares
Al final de su mandato
presidencial, tres crisis estallaron en manos de Trump: la pandemia del
coronavirus (Covid-19), el desplome del petróleo y la caída de Estados
Unidos y el mundo capitalista en la primera
Gran Depresióndel siglo XXI. Y, como suele suceder en las grandes crisis, en él y en todos los seres humanos está aflorando lo que se trae en la piel o se ha pulido en cuanto a humildad, solidaridad, generosidad, sabiduría, inteligencia, valentía, soberbia, ignorancia, mediocridad, cobardía y miedos.
Frente a la crisis histórica mundial de salud pública por el
Covid-19, que exigió aplicar, desde el primer momento de su
notificación, medidas de emergencia para proteger la salud y la vida de
su pueblo, Trump quedó paralizado por su soberbia, ineptitud y desprecio
por la vida de la gente; aceptando que morirán entre 100 y 200 mil
estadunidenses, como declaró su asesor en salud, Anthony Fauci. Su
respuesta tardía colocó al pueblo de Estados Unidos ante la peor
catástrofe epidemiológica de su historia; desbordando la velocidad de la
propagación del contagio, la disponibilidad de materiales,
medicamentos, hospitales y personal médico necesarios para responder a
la emergencia.
Frente al desplome histórico del precio del petróleo, en porcentajes
semejantes a lo que sucedió durante la Gran Depresión de 1929, su
respuesta ha sido ordenar el envío de buques de guerra hacia el Caribe,
rumbo a Venezuela, así como el arribo de tropas y mercenarios en
Colombia. Estados Unidos está amenazado de una sensible reducción de su
producción petrolera interna por las pérdidas que agobian a sus
productores de fracking. La solicitud de amparo que presentó la petrolera de shale,
Whiting Petroleum Corporation, conforme al capítulo 11 de la Ley de
Quiebras de Estados Unidos, esgrimiendo incapacidad para solventar sus
deudas, es el anticipo de la ola de quiebras en puerta de empresas
petroleras y relacionadas con esta actividad y que superará sus
experiencias de 2015.
No sólo las compañías petroleras de fracking están siendo cimbradas por la magnitud de la caída de los precios del petróleo. Al colocarse el precio del barril West Texas Intermediate ( WTI) a 14.71 dólares en el mercado spot
el pasado 30 de marzo, la mayoría de los productores petroleros
estadunidenses operaron con pérdidas, por lo que comenzó a declinar la
producción de los estados de Texas, Dakota del Norte, Nuevo México,
Oklahoma y Colorado, lo cual representa 70 por ciento de la producción
petrolera estadunidense.
La caída de Estados Unidos en su primer
Gran Depresióneconómica del siglo XXI, martillada por el Covid-19, disminuirá la demanda interna de hidrocarburos y amortiguará su apremio inmediato de volúmenes importantes de importación, pero no podrá recuperar los niveles de producción petrolera que alcanzó durante 2019. Un escenario posible es que al extenderse el impacto de la
Gran Depresióna la mayor parte de las economías capitalistas del mundo, la contracción de la demanda petrolera provocará sobreoferta y será una barrera para que los precios recuperen pronto el nivel promedio de 57 dólares el barril del WTI y de 64 dólares el Brent a que llegaron en 2019.
Canadá y México, países que en 2019 vendieron a Estados Unidos 3
millones 800 mil barriles diarios y 600 mil, respectivamente, al operar
con pérdidas respecto a sus costos de producción no podrán incrementar
sus exportaciones. Es probable, por el contrario, que ambos países
reduzcan su producción o, como lo anunció AMLO, México tratará de
aumentar su consumo en el mercado interno recuperando la capacidad de
proceso de sus refinerías que aún es inferior a 50 por ciento, ante la
incompetencia para contratar con rapidez y eficiencia los trabajos de
mantenimiento de sus plantas.
Frente a la
Gran Depresión, que está paralizando la actividad industrial, comercial y financiera de Estados Unidos, Trump asume, como ya se advierte, decisiones tardías para proteger al pueblo estadunidense de la escasez, desempleo y carestía de los produc-tos básicos. Sin embargo, dará mayor impulso a sus planes guerreros para prevenir la potencial amenaza a la seguridad energética, en particular al petróleo, de Estados Unidos. Una de sus opciones será incrementar sus importaciones petroleras desde los lejanos países del Medio Oriente. Otra es apoderarse del manejo del petróleo de Venezuela, apoyando con su ejército y mercenarios a opositores al gobierno de Nicolás Maduro, sin cejar en su tentativa de asesinato, como ha significado poner precio a su arresto y pretender juzgarlo bajo la falaz acusación de operaciones de narcotráfico dirigidas a Estados Unidos, que constituye el mayor mercado de consumo de estupefacientes del planeta.
Sin duda, ensayará una combinación de unas y otras, como lo hará
sentir en el proyecto futuro del petróleo mexicano, tratando de
aprovechar la crisis que también atraviesa a México.
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