@p_wahren
En
mayo, las principales monedas de la región sufrieron repentinas
devaluaciones. Los gobiernos han atribuido este fenómeno a un factor
incontrolable: la suba de tasas de interés en Estados Unidos. Si bien
este fenómeno impacta en la región, hay factores locales que permiten
que esto sea así y que potencian sus efectos.
El ciclo financiero global
La
economista Helen Rey (2015) ha desarrollado el concepto de Ciclo
Financiero Global para describir los movimientos financieros que se
desenvuelven a lo largo del mundo. Uno de los principales determinantes
del ciclo es la política monetaria de Estados Unidos y, particularmente,
la tasa de interés determinada por la Reserva Federal (FED). Cuando
ésta última sufre modificaciones el mundo lo siente. Por un lado, los
principales bancos centrales del mundo replican el comportamiento de la
FED y, en caso de que ésta suba su tasa, tienden a hacer lo mismo. El
punto es que, si no lo hicieran, habría un éxodo de capitales del Viejo
Continente a Estados Unidos. Por otro lado, los países emergentes sufren
un doble impacto. Al mencionado éxodo de capitales que se produce ante
una mayor rentabilidad en Estados Unidos, se le suma el fenómeno
conocido como “flight to quality”. En contextos de incertidumbre
internacional, los inversores especulativos buscan posicionarse en
activos más seguros y abandonan inversiones que consideran más
riesgosas, como pueden ser bonos o acciones de países emergentes.
De
esta manera, hay un ciclo financiero global dictado por la política
monetaria de la principal potencia del mundo. ¿Existen formas de
prevenir los efectos del ciclo? Rey plantea que, actualmente, las
economías enfrentan un dilema: permitir la libre movilidad de capitales o
tener política monetaria y cambiaria autónoma. En caso de no tener
controles, las economías están sujetas a la dinámica del ciclo y las
políticas se ajustan al mismo.
Efectivamente,
en mayo, las tasas de interés de los bonos estadounidenses se
incrementaron y provocaron una salida de capitales de los países
emergentes, que impactó al alza en el tipo de cambio de estos país. Esta
dinámica tuvo su máxima expresión el 25 de abril, cuando la tasa de los
bonos a 10 años de EEUU superaron la barrera del 3% anual. En esa fecha
se registró una salida de capitales con impacto en el tipo de cambio.
Según el Instituto de Finanzas Internacionales, en el mes de mayo los
países emergentes sufrieron una salida neta de capitales de casi 15.000
millones de dólares, registrándose flujos negativos, tanto en acciones
como en bonos.
En la región se puede
observar, por ejemplo, cómo entre el 20 de abril y el 20 de mayo países
como Argentina, Brasil, Colombia y Chile sufrieron devaluaciones del
orden del 20,6%, 9,3%, 6,4% y 5,9%, respectivamente. En las últimas
semanas las monedas apaciguaron su suba, en el marco de una tasa de
interés estadounidense que sufrió un leve descenso.
Gráfico 1. Tipos de cambio (Base 100:03/04/18) y Tasa bono a 10 años de EEUU (eje derecho)
Fuente: elaboración propia en base a BIS y FED
Los factores locales
Los
países de la región se enfrentan al dilema eligiendo por la libre
movilidad de capitales. De esta manera las economías están expuestas al
ciclo y las subas en las tasas que EEUU determina -vía salida y menor
ingreso de capitales- subas en el tipo de cambio, o aumentos de las
tasas de interés locales para tratar de evitar el éxodo. En cualquiera
de los dos casos el impacto sobre la economía real se siente. Las
devaluaciones en economías como las nuestras derivan en incrementos de
la inflación y subas de tasas que impactan negativamente en la actividad
económica. En otras palabras, se puede decir que la región no está
preparada para la nueva política de tasas de Estados Unidos.
En
efecto, muchos países han hecho alarde de tener pocos controles. El
caso paradigmático es Argentina. En los últimos dos años -bajo el
supuesto de que eliminando regulaciones se atraerían inversiones-
desreguló fuertemente la cuenta financiera. Por ejemplo, suprimió todo
límite a la compra de divisas y el plazo mínimo de permanencia en el
país de los capitales financieros. Finalmente, fue el país que más
sufrió la salida de capitales (5.000 millones de dólares) con un
fuertísimo impacto en el tipo de cambio (+20%) y, también, con la
pérdida de reservas internacionales[1].
Hay
otro factor que explica la vulnerabilidad de las economías de la región
a los sucesos internacionales. Nuestros países están enfrentándose a la
clásica restricción externa (escasez de divisas) y sufren sostenidos
déficits de cuenta corriente (el mismo se define como la diferencia
entre los ingresos y las salidas de dólares del país por la vía
comercial, las remesas, los intereses y la remisión de utilidades). Esta
dinámica es el resultado del crecimiento económico de la última década y
la retracción del precio de las materias primas.
Tal
como se puede apreciar en el cuadro 1, en 2017, 8 de los 10 principales
países de la región presentaron déficit de cuenta corriente. Para 2018
el FMI espera que se den los mismos resultados. De los países
deficitarios, 6 de ellos sostienen saldos negativos desde hace, al
menos, 3 años. Dentro de éstos, 5 presentan saldos negativos desde hace
ya cinco años.
Cuadro 1. Saldo de cuenta corriente en % del PIB
Fuente: elaboración propia en base a FMI
Asimismo,
en el gráfico 2 se puede ver cómo los déficits de cuenta corriente
coincidieron con un incremento acelerado del endeudamiento externo,
tanto del sector público como del privado. Los casos más notables son
Ecuador (+18,6 p.p.), Colombia (17 p.p.), Chile (15,8 p.p.) y Argentina
(8,1 p.p.). En el caso de este último país se destaca que todo este
incremento se dio en los últimos dos años.
Gráfico 2. Deuda externa en % del PIB
Fuente: elaboración propia en base a Latinfocus
Conclusiones
Los
sucesos internacionales impactan pero el efecto depende, en buena
medida, de lo que se haga (o no se haga) localmente. La falta de
regulaciones a la cuenta capital y los déficits de cuenta corriente
parecen ser la peor forma de estar preparados frente al problema. No es
casual que Argentina haya sido el país que más sufrió durante este
episodio. Este país actualmente representa la mayor expresión de un gran
déficit de cuenta corriente financiado con deuda externa y capitales
financieros, en el marco de una eliminación casi total de las
regulaciones financieras.
[1] En Argentina, a partir
de la inestabilidad generada por la salida de capitales extranjeros, se
desarrolló una fuertísima demanda de dólares de los fondos de inversión
locales y los compradores minoristas. El país terminó pidiendo ayuda al
FMI, entre otras medidas.
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