Octavio Rodríguez Araujo
La Jornada
Emir Sader ha publicado en estas páginas (1/3/16) un artículo muy sugerente:
Las vías abiertas de América Latina. En su texto comienza diciendo que en los años 90 del siglo pasado la región vivió un momento económico y político muy peculiar que, para algunos autores, coincidió con la implantación y/o consolidación del neoliberalismo al sur del río Bravo.
Sus personajes más simbólicos en ese periodo, por ser jefes de Estado
y de gobierno, fueron Carlos Menem (Argentina), Alberto Fujimori
(Perú), Fernando Henrique Cardoso (Brasil), Carlos Andrés Pérez
(Venezuela), Sánchez de Losada (Bolivia), Salinas de Gortari (México) y
Lucio Gutiérrez (Ecuador). Todos estos impusieron un sello neoliberal y
proestadunidense a sus gobiernos, pese a las diferencias entre sí, tanto
por origen como por la situación de sus respectivos países. Contra
ellos, más como símbolos que como personas, se fue conformando una
opción diferente insuficientemente extendida en el subcontinente: la
alternativa antineoliberal. Ésta, me adelanto a decir, no es ni pretende
ser socialista y los que dicen serlo, bajo el ambiguo concepto de
socialismo del siglo XXI, tampoco lo son y dudosamente lo serán a menos que aceptemos que una suerte de capitalismo de Estado en una economía mixta pueda ser llamada socialismo. Aun así, y bien lo señala Sader, con estos gobiernos antineoliberales la región se ha vuelto la única, hasta ahora, con tal trayectoria en el mundo.
El gran dilema es la vía que escogerán los pueblos para su futuro: la
continuación o restauración del neoliberalismo, según el caso, o su
contrario como alternativa.
Suele confiarse mucho en los pueblos y no falta quien dice que son
sabios (la sabiduría popular). Aceptemos que son confiables, pero yo
añadiría que se equivocan con frecuencia. ¿No fue la población
mayoritaria (aunque con poco margen y por la división de las izquierdas)
la que llevó a Hitler al triunfo en Alemania? ¿No fue la población
mayoritaria, también, la que eligió y religió a Margaret Thatcher de
1979 a 1990 y la misma (en otro país) la que eligió y religió a Carlos
Menem de 1989 a 1999? En los casos de procesos transicionales
democracia-dictadura se entiende que los pueblos y los mismos partidos
sean cautelosos y no le jalen la cola al diablo, es decir, que escojan
primero gobernantes de derecha y luego, más adelante, de izquierda, pero
¿por cuánto tiempo? Y ¿por qué luego, como en Argentina o Perú, vuelven
a votar por un neoliberal (en Argentina por Macri y en Perú después de
Alan García)? Porque una cosa es votar por el menos malo y otra por un
enemigo. ¿Qué pensaríamos del pueblo estadunidense (y no sólo de las
bases del Partido Republicano) si votara por Trump?
Tres, por lo menos, son a mi juicio las hipótesis más
sobresalientes para tratar de explicar estos fenómenos: 1) la desilusión
ciudadana por los partidos convencionales y de larga historia, fenómeno
que también se ha dado en Europa; 2) el poder y la influencia de los
grandes medios de comunicación, en manos privadas y contra los que no
hay suficiente competencia ni siquiera estatal, y 3) la pérdida de la
cohesión social y solidaridad que provocó, con la crisis económica, la
individualización de la sociedad en la que, para sobrevivir, cada quien
termina viendo para su santo (como dice el refrán). Habría una cuarta
que los mexicanos conocemos bien: el fraude electoral e incluso el golpe
de Estado técnico ex ante que llevaron a Salinas y a Calderón,
respectivamente, al gobierno nacional, pero no estoy seguro de que
estas artimañas se hayan usado también para imponer a los demás
presidentes neoliberales mencionados por Sader.
Quedan preguntas en el aire. Por ejemplo, ¿por qué fue más o menos en
los años 90 del siglo anterior que se extendieron los gobiernos
neoliberales? ¿Porque Huntington lo describió en su libro La tercera ola? Seguro
que no fue por eso, pues este libro fue publicado en 1991 y Salinas ya
estaba ahí, al igual que Fujimori, para sólo citar dos ejemplos. ¿Porque
Ronald Reagan (1981-1989) y George H. W. Bush (1989-1993) los
impulsaron moviendo los hilos de la geopolítica? ¿Y qué ganaban con eso?
Recuérdese que Reagan no vaciló en financiar, a través de la CIA y con
dinero de la cocaína, a la contra para tumbar al gobierno de
Nicaragua y que Bush padre inició la sangrienta guerra contra Irak para
quitarle Kuwait y su petróleo. Y si los medios son tan poderosos como se
cree, ¿por qué no influyeron lo suficiente para que en algunos países
las mayorías no votaran por candidatos neoliberales? Collor de Mello fue
puesto por la poderosa televisora O Globo en Brasil, pero no pudo
impedir su caída dos años después, como tampoco pudo impedir que Lula
ganara 10 años más tarde.
Ojalá tuviera respuestas, pero seguiré investigando y elaborando
hipótesis, porque es un tema que realmente me preocupa, como también a
Emir, a quien envío un saludo afectuoso.
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