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martes, 22 de marzo de 2016

El socialista Sanders



León Bendesky
La Jornada
La disputa dentro del Partido Demócrata en las elecciones primarias para la presidencia de Estados Unidos ha contrapuesto a Hillary Clinton con el senador Bernie Sanders.
En general, las posiciones que han expresado en sus campañas y en los múltiples debates que han tenido, contrastan de modo muy notable con las de los numerosos candidatos republicanos y de los que ya solo quedan tres.
Las posturas de lo que hoy se presenta como el movimiento conservador son muy desiguales y en el caso de los dos primeros, bastante radicales, incluso para la misma institución del Partido Republicano. Este no sabe qué hacer para frenar a Trump y tampoco se resigna a quedarse con Cruz.
Entre Clinton y Sanders hay diferencias mayores, y tienen que ver con cuestiones de índole social, político-electoral y de relaciones internacionales. El senador representa también una forma de radicalismo.
Sanders no es un político convencional en la escena estadunidense. Desde el momento en que se presenta como un socialista marca su territorio; lo hace de modo decisivo y sin recular, en una sociedad donde ese calificativo no es bien recibido, si no es que rechazado de plano como algo execrable. Y eso que está al extremo izquierdo de la ideología liberal.
Sanders no ha sido un candidato ineficaz ni marginal. Ha conseguido plantar su mensaje en una buena parte del electorado demócrata que participa en la elecciones primarias para asignar los delegados en la convención nacional de Filadelfia, donde se nominará al candidato a la presidencia.
A pesar de dar la batalla a Clinton en las primarias, es un hecho revelador la manera en que está trabado y contrapuesto el discurso político en ese país. Y no solo ahí, ciertamente.
Clinton es un personaje político de corte completamente convencional, con mucha experiencia, aunque no es atractiva ni confiable para buena parte del electorado. Ha optado, así, por acercarse más al presidente Obama y a muchas de las decisiones que en materia interna –la reforma del sistema de salud– o externa –el acuerdo con Irán– ha tomado éste en su gobierno.
Sanders ha centrado su campaña en asuntos como la desigualdad económica creciente, el aumento de la pobreza, la discriminación racial, la degradación del medioambiente, las prácticas de evasión fiscal de las grandes empresas, el rescate de Wall Street luego de la crisis de 2008.
Es explícitamente contrario a los acuerdos de libre comercio, como el TLCAN y el Transpacífico, por su repercusión en la pérdida de empleos y la reducción de los salarios en su país. En eso se asemeja a las posiciones extremas de Trump ,que llegan hasta construir el muro en la frontera con México y expulsar a los indocumentados.
Uno de los temas persistentes de Sanders es el papel del dinero en la política. Al respecto ha dicho que: La democracia americana no se trata de que algunos billonarios sean capaces de comprar candidatos y elecciones, y ha nombrado esto como lo que es formalmente, o sea, una oligarquía. En ese paquete ha situado a su adversaria Clinton. Se opone igualmente al sistema de cabildeo, que enmarca la actividad política y es parte de la promoción de intereses particulares mediante el movimiento de millonarias sumas de dinero en el Congreso.
El mensaje del aspirante socialista ha penetrado en una parte de la población joven y entre aquellos que están decepcionados de las condiciones sociales y económicas. Las remuneraciones salariales caen y se han estacado; la mayor parte de los empleos son de mala calidad, la educación superior es incosteable para la gente y escasean la oportunidades y, después de más de ocho años la recuperación económica no se consolida, mientras se sigue concentrando el ingreso.
A esto hay que agregar la fuerte degradación del sistema educativo público, las carencias y altos costos de la provisión de los servicios de salud, el severo desgaste de la infraestructura física. La situación de emergencia provocada por la contaminación del agua potable en la ciudad de Flint, en el estado de Michigan, no parece ser solo un accidente, sino una expresión de la mala gestión pública y de la corrupción.
Pero la resistencia a las propuestas de Sanders es muy grande, a pesar de su relativo éxito en la campaña y su capacidad de insertar en el debate temas que son tradicionalmente relegados por los políticos.
La derecha –en todas partes– ningunea a un político como Sanders y en general de manera facilona. Dice que así no se resuelven los problemas, lo que se necesita es menos gobierno; la aritmética fiscal no cuaja, no le alcanzaría el dinero para financiar sus propuestas, las que, además, son ingenuas. Esta posición domina hoy el ambiente, como bien se aprecia en la Unión Europea.
La prensa en Estados Unidos y otros lugares donde se sigue este proceso político también lo menosprecian, incluso los más liberales lo tratan como una anomalía y solo lo toleran como noticia. Frente al rechazo que les provoca Trump, optan claramente por apoyar a Clinton.
Los expertos y los comentaristas están sorprendidos por lo que ha conseguido y se tranquilizan con que Clinton se afirme como candidata a la presidencia. Sanders ha conseguido poner asuntos claves en el debate y que se hable de él. Pero no supera las resistencias a un discurso de la naturaleza que ha propuesto. Algunos piensan que podrá abrir el espacio político más allá del entorno de estas elecciones primarias.

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