Cae la producción industrial y hay récord de cosecha agraria en
Argentina, en un marco de deflación de precios y desaceleración
productiva mundial.
Mientras se continúa la discusión
sobre el salario docente y el comienzo de las clases, expresión
temprana de la discusión salarial en esta parte del año entre
trabajadores y patronales en la Argentina, lo que preocupa es la
evolución de la economía local y mundial.
En el ámbito local
se destaca la declinación de la producción industrial, que según el
INDEC y con datos a enero del 2015 lleva 18 meses de retroceso,
especialmente motivado en la retracción de la industria automotriz.
Este sector de la producción se retrajo un 28,7% en la medición
interanual de enero pasado. Consecuente con ello, la producción de
neumáticos reconoce para el mismo periodo una baja del 33% y del acero
crudo del 3,8%. Es que producir autos está asociado a neumáticos,
aceros, plásticos y diversos componentes que explican la producción
industrial en general.
La caída de la producción industrial
que incluye bajas en textiles y tabaco es contrarrestada por el
crecimiento de la producción industrial de alimentos, petróleo y
materiales de la construcción. Estas evoluciones positivas no alcanzan
para contraponer la fuerte caída del sector más dinámico de la
producción industrial en la Argentina. A no dudar, el principal
afectado son los trabajadores de esos sectores en retracción, sus
familias, y el conjunto de la economía que depende de esa capacidad de
compra del salario de los sectores industriales.
Vale
recordar que la expansión de la industria, y entre ellas la de
automotores, fue la que explicó el repunte del empleo y los salarios
luego de la crisis del 2001 y por lo menos hasta el 2007/8. Allí se
estableció el límite de la recuperación empujada por la devaluación de
la moneda en 2002, que facilitó temporalmente la utilización de la
capacidad ociosa de un sector industrial deteriorado en tiempos de la
vigencia de la convertibilidad en uno entre el peso y el dólar
(1991-2002). La crisis mundial del 2009 hizo evidente los límites de la
recuperación económica local, especialmente en el sector
tecnológicamente más atrasado, precisamente las pymes que reconocen
buena parte del empleo del sector manufacturero. Lo que siguió, con
alzas y bajas entre 2010 y 2012, cimentaron el ciclo declinante desde
mediados del 2013 al presente.
En varias ocasiones hemos
discutido si ese crecimiento industrial era el necesario para un
desarrollo asentado en la satisfacción de las necesidades de la
población y un vínculo con la naturaleza que asegure la reproducción
del metabolismo social, acorde con la población actual y futura, junto
a la defensa del entorno ambiental, natural. No solo la extracción de
recursos naturales o explotación de los bienes comunes afecta a la
naturaleza, sino que también ocurre con la extensión de un modelo
productivo despilfarrador de energía, agravado con una matriz
energética concentrada en la utilización de hidrocarburos.
El
debate importa no solo por el impacto en caída del empleo. La
contracara de la disminución en la producción industrial es la cosecha
récord de 111 millones de toneladas, más de la mitad lograda con la
siembra de la soja, que le cambió la cara a la producción agraria del
país en menos de 20 años desde la aprobación de la producción
transgénica. Con la sojización se potencian problemas estructurales
asociados al monocultivo y la difusión de productos tóxicos con impacto
en pueblos fumigados, agravado por el impacto destructivo sobre la
infraestructura que supone el transporte de la oleaginosa, los cereales
y la producción agraria en su conjunto. Todos aspectos que potencian la
dependencia capitalista de la Argentina por sumisión a las
corporaciones transnacionales de la alimentación y la biotecnología.
Si bien interesa la cuestión socio laboral, en términos de pérdida de
empleos en la industria y la tendencia generalizada a la precariedad,
la tercerización y la generalizada miserabilización del salario, con un
promedio nacional del orden de los 6.000 pesos, pretendemos llamar la
atención sobre el hecho de que más allá del crecimiento o del
decrecimiento de la producción, hace falta discutir qué, cómo, cuándo,
cuánto y dónde producir.
Convengamos que es una problemática
ausente en la discusión hegemónica sobre la situación económica local y
mundial. Es un tema con escasa presencia en el debate electoral.
Deflación y desaceleración
En ese sentido y pensando a escala mundial, la crisis continua y se
expresa como deflación en EEUU, en el sur de Europa y desde hace rato
en Japón.
La caída generalizada de precios, especialmente del
petróleo y los combustibles crea la imagen de un mayor poder de compra
del dinero, incluido aquel del que disponen los sectores de menores
ingresos.
Sin embargo, esa baja de precios induce más
temprano que tarde a las cesantías, que son elevadas en el sur del
viejo continente, y pone de manifiesto las dificultades en la
generación de empleos en los principales países desarrollados del
capitalismo, principalmente en EEUU.
Junto a la deflación de
precios en el capitalismo hegemónico se destaca la desaceleración de la
producción en los países emergentes, especialmente China y Brasil, dos
países de gran peso para el análisis de la coyuntura económica en
América Latina y el Caribe. El primero, China, constituido en
importante socio comercial, creciente inversor y nuevo financista; y el
segundo, Brasil, principal potencia económica en la región.
Argentina acaba de suscribir acuerdos bilaterales con China y fueron
ratificados por el Congreso, abriendo un debate sobre el proyecto
industrial, productivo, en la Argentina y el tipo de inserción
internacional. Lo que está en juego es el aliento a la producción local
o externa, y con ello a la promoción del empleo local o foráneo,
insistiendo en la necesidad del carácter imprescindible del debate
sobre el modelo productivo. Con Brasil, existen asimetrías
estructurales y falta de convergencia en políticas macroeconómicas y
asociación productiva que potencie la integración regional.
Los unos y los otros
Lo dicho constituye un problema según sea las soluciones que se ponen en juego.
Desde EEUU se busca la forma intervenir en la atracción de capitales de
todo el mundo a su territorio, por lo se busca la ocasión para aumentar
las tasas de interés e inducir un repunte inversor y productivo para
atacar el estancamiento y la deflación. Es una medida de política
económica nacional de una potencia imperialista y que impacta sobre el
mundo en momentos de disputa por la hegemonía de la economía y la
política del sistema mundial.
Las clases dominantes en Europa
pretenden sostener la política de austeridad y bajar el costo laboral y
estatal para sustentar una disputa inter-capitalista desde la mejora de
la productividad. Es algo apreciable en las negociaciones por el ajuste
y la renovación del salvataje en Grecia para mantenerla en el euro
grupo. Les preocupa la masividad del voto protesta en territorio griego
y la emulación española y otros países europeos.
El gran
interrogante pasa por el accionar colectivo de los pueblos de Grecia o
de España; de EEUU, Argentina, Brasil, o de cualquier parte del mundo.
La crisis del capitalismo se manifiesta en dificultades para la
producción de ganancias y la correspondiente acumulación, razón por la
cual se exacerba la contradicción en la disputa por la apropiación de
la riqueza y del ingreso, lo que se verifica en la creciente brecha de
ingresos. Esa desigualdad se puso de manifiesto en el Foro Económico
Mundial en Suiza a comienzos de este 2015. En aquella ocasión se
mencionó que 80 fortunas individuales percibían el mismo ingreso que el
50% de la población mundial. Ese será el eje de la denuncia en el Foro
Social Mundial de marzo próximo en Túnez. La situación no es distinta
en la Argentina, y junto a los problemas de ingresos de los
trabajadores y su familia, las principales empresas en nuestro país,
mayoritariamente extranjeras, incrementan sus ganancias y su papel en
la concentración económica, una norma lógica en el orden capitalista.
Todo lo que se acumula en un polo se desacumula en el otro, por lo que
debe tomarse partido. No existe la posibilidad de la imparcialidad o el
objetivismo. La riqueza producida es disputada, más aún en condiciones
de límites y dificultades para el crecimiento. La inflación o la
deflación; el crecimiento o el decrecimiento tienen impacto
diferenciado, regresivo, en el marco del capitalismo.
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