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domingo, 3 de agosto de 2014

Pesificación mentirosa y sus horrores


La deuda pública uruguaya


Sobre el tema de la falsa pesificación de la deuda pública uruguaya hemos escrito ya en varias ocasiones [1]. Periódicamente el economista y ex funcionario público (subsecretario del Ministerio de Economía y Finanzas, Director del Banco Central del Uruguay, etc.) Javier de Haedo se refiere al tema y ensalza esta política, la de “pesificar” la deuda pública, como la adquisición de un “seguro” ante eventuales devaluaciones bruscas y el riesgo que la deuda pública nominada en moneda extranjera supone ante tales eventualidades. “Se habla mal, en ocasiones por desconocimiento, y a veces por política partidaria menor. El súmmum del maltrato se da cuando el cóctel combina desconocimiento e intereses subalternos.

Así, por ejemplo, se dice que "la deuda pública subió mucho desde 2004" pero no se analizan los factores que la hicieron crecer. Se dice que "al desdolarizarse la deuda se contrató un seguro caro", pero se olvida que todo seguro parece caro hasta que se lo utiliza y que nadie choca su auto a propósito para cobrarlo. Se dice que "justo se les ocurrió pasar la deuda a pesos cuando el dólar bajaba" como si fuera posible hacerlo en otro contexto”

No sabemos a quien o quienes se refiere el Ec. De Haedo cuando tal dice. Lo que está claro es que, una vez más, sale en defensa de la actual política económica en relación a la deuda pública. No analizaremos en este trabajo la parte referida a la evolución cuantitativa de la deuda pública y los diversos factores que es necesario considerar para evaluarla. Diremos simplemente que no alcanza relacionar la misma con el producto bruto interno (pbi) para obtener un panorama que se acerque a la realidad. Nos concentraremos en considerar el tema de la supuesta “pesificación” y sus consecuencias.

Llama mucho la atención, a estas alturas, que De Haedo se siga refiriendo al cambio de monedas en la denominación de la deuda pública como “pesificación”. En efecto: lo que se ha llevado a cabo en estos años ha sido, en realidad, un cambio de deuda nominada en moneda extranjera, casi exclusivamente dólares de los EEUU, por deuda en unidades indexadas (ui). Ésta es una unidad de cuenta creada en 2003, a la salida de la crisis financiera y de la deuda pública que asoló nuestro país en aquella época. La ui reajusta diariamente de acuerdo a las variaciones del índice de precios al consumo que elabora el instituto nacional de estadística (ine).

NO ES CIERTO, POR LO TANTO QUE LA DEUDA SE PESIFIQUE.

Del análisis de la deuda pública al 31 de marzo surge que el 59% de la misma estaba “pesificada”. De ella la mayor parte estaba, directamente, emitida en ui. Tal es el caso de la emitida por la tesorería en títulos. De los algo más de 8.000 millones de U$S emitidos en moneda nacional por el bcu una parte está también denominada directamente en ui. El resto está emitido en pesos no reajustables. Pero el efecto sobre los niveles de endeudamiento y las variaciones de la inflación que refleja el ipc no cambia. Y esto es así porque prácticamente la totalidad de esta deuda emitida en pesos no reajustables lo ha sido a plazos menores a dos años. La tasa de interés de estas emisiones (que ha oscilado desde el entorno del 13% al 15% los primeros 6 meses de este año) capta las expectativas de inflación que los agentes prevén para esos plazos y le agrega el interés que pagan los títulos en dólares y ui. Podemos considerar, por tanto, que toda o casi toda la deuda nominada en pesos (tal cual lo reflejan las planillas del bcu) es en realidad deuda en unidades indexadas.

Una aproximación teórica al estudio de los beneficios-perjuicios relativos de cada variante, o sea, emitir deuda en moneda extranjera (en la práctica dólares de EEUU) versus hacerlo en moneda constante (que es el equivalente de deuda nominada en pesos que reajusta por inflación) indicaría que, desde el punto de vista del deudor, es mejor la variante en moneda extranjera. Y esto es así porque el dólar está sometido a un continuo proceso de depreciación. Esta depreciación está cuantificada, en principio, por la inflación en EEUU. No existen, prácticamente, períodos de inflación nula o de deflación en la historia de aquel país. A simple modo de ejemplo podemos considerar la evolución de los precios de algunos bienes esenciales para evidenciar el fenómeno. El petróleo crudo que hasta hace 10 años cotizaba por debajo de los 20 dólares el barril ha estabilizado su precio los últimos 3 años por encima de los 100. El oro que lo hacía debajo de los 300 dólares la onza troy se ha estabilizado ampliamente por encima de los 1000. Y así podríamos hacer una lista interminable de commodities de todo tipo con resultados similares.

Si estudiamos el tema basándonos en los antecedentes concretos acerca de la evolución de ambas variables (devaluación e inflación) las conclusiones son abrumadoras.

Una deuda de 1000 dólares contraída en dicha moneda en 1969, dejando de lado los intereses, tendría hoy, obviamente, un valor de 1000 dólares.

Pero si se hubiera contraído una deuda de 1000 dólares, expresada en pesos uruguayos de la época, y se los hubiera reajustado por inflación, ésta equivaldría hoy a tantos pesos como los necesarios para adquirir 12.000 dólares. Dicho de otra forma, entre 1969 y 2014 la inflación marchó 12 veces más rápido que la devaluación. Esto es fácil de comprobar recurriendo a las planillas correspondientes del ine.

Si tomamos el cálculo desde el origen de la unidad indexada, comparando para reducir variaciones bruscas el promedio de dicha unidad del año 2003 con el de los primeros 6 meses de 2014; el resultado no es menos asombroso: la deuda de 1000 dólares (también excluyendo los intereses) se ha transformado, al pasarla a pesos uruguayos y reajustarla por inflación, en una deuda de 2.750 dólares. En este caso se han sumado dos efectos: la inflación (entre los períodos considerados un factor de variación de 2,2 enteros) y una revaluación del peso uruguayo en relación al dólar por un factor de 0,8. [2]

Para que este trabajo no parezca sesgado en un sentido diremos, también, que es posible encontrar períodos en que la variación de la inflación es inferior a la devaluación. Un ejemplo reciente lo vemos al considerar dos momentos puntuales: marzo de 2013 con junio de 2014. Entre ambas fechas mientras que el dólar varió su cotización por un factor de 1,19, la inflación lo hizo por un factor de 1,1. Ambas cifras aproximadas. O sea, una deuda de 1000 dólares de aquella fecha equivaldría, nominada en pesos ajustados por inflación a 924 dólares de junio de 2014.

Javier De Haedo nos diría entusiastamente que “el seguro pagó”.

Lamentablemente la frase implica un grueso error de concepto. En efecto, los seguros son contratos que se realizan para cubrir la aparición de un fenómeno posible pero no probable. Su fundamento es que al ocurrir de dicho fenómeno el asegurado no va a tener recursos para cubrirlo o el mismo va a poner en riesgo sus finanzas personales o negocio. La diferencia entre las probabilidades de ocurrencia del fenómeno y la prima que paga el asegurado representa el margen de ganancia de la compañía aseguradora.

La historia demuestra que las devaluaciones bruscas en nuestro país suceden entre intervalos largos de tiempo. En Uruguay las 3 últimas ocurrieron, más o menos, cada 10 y 20 años. Y cuando suceden si bien el tipo de cambio se “adelanta” en relación a la inflación; rápidamente, ésta se acelera dado el carácter pronunciadamente abierto de nuestra economía y la relación entre ambas variables vuelve a sus fundamentos: igual que sucede en su país de origen y en el resto del mundo el dólar pierde continuamente poder adquisitivo. O sea, contraemos un seguro carísimo (una deuda que habría crecido 12 veces en dólares entre 1969 y 2014 o 2,76 veces entre 2003 y 2014) para cubrir un riesgo barato, que se presenta, eventualmente cada 10, 20 o más años, y que después de aparecer “se cura solo” por el paso del tiempo y la inevitable equiparación de la inflación con la devaluación.

Podemos agregar para completar el tratamiento de este asunto que las tasas de interés a que se emiten los títulos nominados en unidades indexadas (o pesos a corto plazo) no reflejan significativas diferencias con aquellas a las que se emiten los nominados en dólares. Una anomalía de mercado que no sucede, por ejemplo, con los escasos títulos de deuda pública que emite la tesorería de los EEUU que reajustan por inflación (conocidos en la jerga como “TRIPS”). Estos sí descuentan la inflación y sus rendimientos nominales son, en la actualidad, negativos.

El tema no está sobre el tapete en estos tiempos de campaña electoral. Y es que hay poderosos sectores económicos que ganan cuando el estado nacional pierde. En particular el sector financiero integrado a estos efectos por bancos privados y AFAP's obtienen suculentas ganancias a través de la tenencia y compra-venta de estos títulos de deuda.

Si se conocieran con exactitud los orígenes del financiamiento de los partidos políticos sabríamos las razones de ésta y tantas otras omisiones en la temática de las campañas electorales.

Notas:
[1]. Ver: a) “PESIFICACIÓN” DE LA DEUDA PÚBLICA
Cuando un Banco Central corrige el rumbo (de cayetano)
b) “PESIFICACIÓN” DE LA DEUDA PÚBLICA
MENTIRA QUE ANTICIPA LA CATÁSTROFE O: QUE NOS LEEN, NOS LEEN. Ambos en www.resonandoenfenix.blogspot.com
[2]. El dólar en 2003 cotizaba encima de los 28 pesos mientras que los primeros 6 meses de 2014 lo hizo a un promedio de 22,70 aproximadamente.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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