Editorial La Jornada
Desde
hace casi dos meses, decenas de internos de la prisión militar de
Guantánamo iniciaron una huelga de hambre en protesta por la
confiscación de cartas, fotografías y correo legal, así como por la
profanación de ejemplares del Corán durante pesquisas en sus celdas.
Más allá de las motivaciones originales, hay indicios de que la
manifestación ha adquirido ya dimensiones de rebelión generalizada en
la cárcel, como sugiere la afirmación del prisionero saudita Shaker
Aamer, hecha pública por su abogado, de que 130 de los 166 internos se
han sumado al ayuno. Las autoridades han señalado que en la protesta
participan
sólo39 personas.
La
persistente condena internacional a ésas y otras acciones realizadas
por el gobierno de Washington desde tiempos de George W. Bush fue
aprovechada por Barack Obama durante su primera campaña por la
presidencia de Estados Unidos, y la promesa del cierre de Guantánamo en
el curso del primer año de la nueva administración fue uno de los
puntos centrales de la agenda de
A más de una década de su habilitación como centro de detención de supuestos
transformacióndel actual mandatario. Sin embargo, una vez en la Casa Blanca y antes de que se cumpliera el plazo establecido, Obama se rindió ante las presiones y el poder fáctico del complejo industrial-militar de la nación vecina –el cual sobrevivió a la derrota de los republicanos en la elección presidencial de 2008–, y el cierre de la prisión en el país caribeño ha sido postergado de manera indefinida.
A más de una década de su habilitación como centro de detención de supuestos
terroristas, la prisión de Guantánamo es la señal más inequívoca del fracaso de las aspiraciones y promesas de cambio del actual mandatario estadunidense: en efecto, si Obama ha sido incapaz de cumplir con una medida de obvia necesidad, que genera amplio consenso entre la opinión pública dentro y fuera de su país, difícilmente podrá concretar, en el cuatrienio que le queda al frente de la Casa Blanca, el resto de las transformaciones que su país requiere con urgencia. La comunidad internacional, por su parte, ha participado en todo este tiempo de la degradación moral de Washington, en la medida en que ha tolerado las prácticas abominables y los tratos inhumanos que tienen lugar en Guantánamo, y ha contribuido a que ese campo de concentración represente, en la actualidad, uno de los mayores símbolos de injusticia, ilegalidad y vergüenza para la humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario