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sábado, 1 de febrero de 2020
Las querencias obligadas de Iván Duque
Juan Alberto Sánchez Marín
El presidente Iván Duque quiso motu proprio pasar el tiempo que le
resta de gobierno del lado de sus querencias obligadas: las de los
poderosos. Lo cierto es que él jamás ha estado a la altura de los de
abajo.
Una decisión tomada hace rato. Y nada extraña: ni por gusto, pues,
además de melómano, su debilidad son los megalómanos de excepción (como
el expresidente Álvaro Uribe Vélez y el banquero Luis Carlos Sarmiento
Ángulo), ni por genética, pues, desde su difunto padre, Iván Duque
Escobar, fiel escudero y uno de los hombres del corbatín de Julio César
Turbay Ayala, hasta hermanos y primos (Racero, 2019) y él mismo, la
familia se ha esforzado por respirar dentro del poder o los alrededores.
Ahí están los amigos, los gremios económicos y financieros. Con sus
fichas dispuso Duque el equipo de trabajo (un decir, ya que a casi dos
años de gobierno el quehacer pregonado aún no se ve) y por ellos se
afana. Están los amigos de los amigos, claro está, y los dueños de la
tierra y amigos del expresidente Álvaro Uribe.
Muy amigos, además, de lo ajeno, y, también, muy prestantes, al menos
al nivel de la prestancia apolillada del expresidente. Los dueños del
país, que lo inventaron a él como mandatario de manera automática y que
le financiaron la campaña. Logros y logreros
La variante de los ricos es la elección lógica de Iván Duque, uno de
los presidentes más jóvenes (con los planteamientos más achacosos) en la
historia del país, quien al dejar el puesto será un expresidente con
todas las probabilidades de convertirse en otra larga pesadilla política
nacional.
Uribe dejó la presidencia a los 58 años. Duque la dejará a los 46.
¡Imagínense! Según la estadística, esa ciencia informal de los
matemáticos y formal de los prestidigitadores, habrá de ser un
expresidente de varias décadas. Lapso suficiente para obrar harto daño.
Basta con mirar el que ha causado Uribe en menos de una, por poco tan
grande como el de los ocho años de presidencia. ¡Eso es mucho decir!
Es difícil prever qué clase de personaje será Duque en los momentos
en que se afiance su personalidad, es decir, su capacidad para tener
criterio propio. A lo mejor, la nobleza ficticia del apellido se le
vuelve tangible en la ineficaz dignidad de expresidente.
Si es así, remoto el estéril intervalo presidencial, cuando no ha
menester el tutor muerto y sepultado (con el féretro por cárcel),
quizás, sepamos si Duque una vez hubo de ser algo más que un bailarín de
buenos pasos o que un repartidor de dulces inoportuno y tacaño, o que
el impresentable presidente de ajuares más o menos bien presentados que
ahora es. Aunque
para ese tiempo, viéndolo bien, la artritis habrá ahuyentado cualquier
zapateo, y los confites amargos del Chocó no dejarán de recordarnos
nuestro destino de país contrariado, como aquellas almendras amargas le
recordaban el destino de los amores con idéntica suerte a otro tipo bien
trajeado, el ilustre doctor Juvenal Urbino (García Márquez, 1985).
Si hay algo peor que un presidente inútil es un expresidente que se
cree de alguna utilidad. Y de larga duración. Eso le espera a Colombia.
Un expresidente casi muchacho, pero sin posteridad; canoso, pero
imberbe; con la ventura de ser trilingüe en un país que “no sabe inglé”,
“como el “Bito Manué” de Nicolás Guillén (1930), pero con la
incapacidad para dialogar con la guerrilla del ELN, conversar con el
Comité del Paro o balbucear aunque fuera mentiras originales con los
indígenas del norte del Cauca.
Al que al día siguiente de abandonar el mandato le dará por aconsejar
a quien se le arrime sobre lo que no hizo, y por mostrarle a los
gobiernos sucesivos cómo conducir el país que despeñó desde la primera
curva.
Los expresidentes olvidan pronto lo hecho (por lo general, entre malo
y malísimo), y por siempre recuerdan lo que no hicieron como si en
efecto lo hubieran llevado a cabo.
Buena parte de las glorias pasadas se le deben, si no a las
tergiversaciones históricas, sí a la desmemoria social, y, sobre todo,
al talento para rehacer los sucesos al contrario de su ocurrencia.
Quién sabe si ese asombroso talento de nuestra sociedad para
recrearse a sí misma cada tanto, y sin alteraciones, sea una sublimación
freudiana de la pulsión continuada por elegir a los sinvergüenzas que
unos tras otros proceden igual, o si apenas se trata de la comprobación
escueta de mucha estupidez adentro.
De las consecuciones magnas son convencidos los líderes por sus
áulicos cuando aún están en el poder, y del infundio ellos tratan de
convencer a los crédulos desde el instante en que lo abandonan, con el
propósito inalcanzable de no convertirse en los muebles estorbosos y
carcomidos que ineludiblemente son al cerrarse detrás las puertas de la
Casa de Nariño. Mundos y mundillos Faud Char
Las querencias obligadas de Duque con Álvaro Uribe e hijos; Luis
Carlos Sarmiento Angulo e hijos; Faud Char e hijos; Carlos Ardila Lülle e
hijos, o Alejandro Santodomingo, que es un hijo, y con hijastros y
similares, no le permiten posesionarse de veras del cargo que ejercita a
medias, y lo han llevado a convertir el puesto más importante de la
comarca en un empleo subalterno, y él a ser una suerte de solícito
recadero entre los amos y los mozos de labor.
Con esos amigos financió la campaña, por ellos fue elegido, para
ellos gobierna. Hasta ahí, todo admisible en un país inadmisible. Y
habitual, pues cada gobierno sucesivo representa los intereses concretos
de sectores específicos, y Duque es un dignatario de hábitos
afianzados. Devociones erróneas, pero definidas.
Un sector, aclarémoslo, no es el “conjunto de empresas o negocios que
se engloban en un área diferenciada dentro de la actividad económica y
productiva” ( RAE ). Un sector, en Colombia, es una persona o una
familia. Bueno, en Colombia y en buena parte del mundo.
La persona que lo controla porque compró, a precio de saldo en una
venta de garaje estatal, la empresa punta de lanza de una producción o
unos servicios, así sean estratégicos. Desde luego, una sola persona,
además, puede englobar dos o tres o muchos sectores.
Como Sarmiento Angulo, que es, está o incide significativamente en el
financiero, la construcción, las pensiones, los seguros, el energético,
el mediático, el industrial, el minero, el hotelero. Es difícil hallar
uno del que Sarmiento no haga parte o, más exactamente, al que no lo
contenga. Luis C arlos Sarmiento
O los Char, quienes son o están de cuerpo entero en los sectores
financiero, turístico, inmobiliario, comercial, alimenticio,
constructor, agrícola, mediático; en la vigilancia, el deporte (fútbol),
etc. Y en la política.
Familias que en su núcleo lo son de sangre y herencia, de ahí la
doble moral congénita tan propia de las parentelas mafiosas, o armadas
por afinidades delincuenciales, desarrollos y métodos.
Clanes tribales producto del capitalismo criollo; un desvío, incluso,
más atrasado que el feudalismo medieval europeo, en el cual los
adinerados señores no poseen siervos, sino esclavos, pero donde la
ascendencia y el estatus económico sí están marcados directamente por la
tenencia de la tierra. Terceros y tercerías
El mando atribuido a Duque, para algunos, corresponde en realidad al
tercer mandato de Uribe. El primero, sin duda, fue obra y gracia del
amasijo de politiqueros, compañías en pandilla, bandas financieras,
paramilitares, medios y guerrillas.
Las FARC aportaron su grano de arena en el ascenso de dos de los
peores presidentes de la historia nacional: Pastrana y Uribe. Pero no
sólo a la ex guerrilla le debemos la desgracia, como se hace ver y lo
cree una sociedad tan susceptible de ser manipulada. También,
especialmente, se le debe a esa misma sociedad tan presta a repetir los
desatinos. Pastrana y Uribe
El caótico segundo período presidencial de Uribe fue un cosido de la
mafia atávica de Rionegro (Antioquia) con el “ articulito ” esclarecido
de un patricio endiosado y oscuro: Fabio Echeverri Correa. Por supuesto,
una reelección comprada y alcanzada a través de los delitos de
concusión, cohecho propio y cohecho por dar u ofrecer, según sentencias
de la Corte Suprema de Justicia. “ Canonjías impúdicas ”, siendo
textuales (Corte Constitucional, 2008).
El tercero fue más difícil, pero llegó al tercer intento. “A tres me
parece que va la vencida” (La Celestina, XIX 3). No sirvieron, para
comenzar, las artimañas leguleyas, cuyo culebreo frenó en seco la Corte
Constitucional. No funcionó la segunda instancia, el resabiado Juan
Manuel Santos, quien llegó a la presidencia con la soterrada idea de
ejercer de presidente y no de títere, para hacer lo mismo que hizo Uribe
e hicieron los demás. Y, con excepción de su empecinada y plausible
búsqueda de la firma del acuerdo de paz con las FARC, eso hizo.
Y, entonces, de los blanquecinos pasillos del Banco Interamericano de
Desarrollo (BID) emergió un joven de credo y juicio anaranjados. Es
difícil establecer quién se le apareció a quien, si a Álvaro Uribe el
burócrata o si a Iván Duque el Mesías.
Uribe lo rescató del ente financiero encargado de administrar las
monedas que Washington destina para el patio trasero, y le evitó la
prórroga del leonino contrato con la organización (Dinero, 2018). Mesías
o no, cualquiera estaría agradecido con quienquiera que lo salvara de
las garras de un organismo, además de manipulador e injerencista,
explotador.
Uribe lo llevó de asesor a la Organización de las Naciones Unidas
(ONU). No como consultor, algo que tantos fulanos han sido (hasta yo,
alguna vez), sino de escribiente personal y suyo por “cuatro años
seguidos” (una temporada de amanuense que se duplicó otro tanto con el
intervalo que corre de la Presidencia).
Años que, según el testimonio del propio Duque (Colombiacheck, 2019),
le reportaron “mucho más enriquecimiento universal y conceptual del que
le hubiesen dado uno o dos doctorados en una de las mejores
Universidades del mundo o cualquier otro empleo o trabajo”.
Nadie, de nuevo, se extrañe. Nuestros panegíricos desbocados no
corresponden al sentido griego de los cantos a Apolo, dios de la verdad,
sino a los lambetazos dedicados por los cónsules romanos al emperador
de turno.
Y, por tanto, helo ahí, de tercería: yendo y viendo por un país
desconocido, asumiendo cometidos que no entiende, a cargo de una
autoridad cedida en depósito, aun más ficticia que la de Guaidó, el “
titán ” rufián y amigo; el otro majadero célebre del corral. Bibliografía
Corte Constitucional. (2008). Auto 156/08. Referencia: Sentencia de Junio 26 de 2008,
Acta 173, remitida por la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia. 2 de
julio. En: https://bit.ly/35Wi0C3 Duque y los empresarios que lo acompañaron a China
Dinero. (2019). ¿Qué está pasando con el clima laboral y algunos contratos del BID? 4
de diciembre. En: https://bit.ly/2ta9oJF
García Márquez, Gabriel. (1985). El amor en los tiempos del cólera. Apple Books.
Guillén, Nicolás. (1930). Motivos de son. Biblioteca Virtual Cervantes. Disponible en:
https://bit.ly/2RVr04I
Medina Uribe, Pablo. (2019). Duque sí publicó que trabajar con Uribe es más
enriquecedor que "uno o dos doctorados". 12 de agosto. En: https://bit.ly/35781so
Portafolio. (2006). El articulito de la reelección se hizo realidad. 18 de diciembre. En:
https://bit.ly/2QDTz6j
Racero, David. (2019). Mapa del poder de Iván Duque. Blog. En: https://bit.ly/2MyXGzh
Semana. (2019). "Es un titán, un héroe": Duque sale en defensa de Guaidó. 13 de
septiembre. Disponible en: https://bit.ly/2tamtD4
Semana. (2019). Iván Duque, el trilingüe. 24 de septiembre. Disponible en: https://bit.ly/31agxXu
*Periodista, escritor y director de televisión colombiano.
Analista en medios internacionales. Colaborador del Centro
Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE). Fue consultor ONU en
medios. Productor en Señal Colombia, Telesur, RT e Hispantv.
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