Decía el premio Nobel Richard Feynman que “la física es como el
sexo: seguro que da alguna compensación práctica, pero no es por eso
por lo que lo hacemos”. Sin embargo, él fue el primero que propuso, en
1959, hacer ingeniería en la nanoescala, en ese mundo invisible para
nuestros ojos que se mide en unidades de milmillonésimas partes de un
metro.
Nadie hizo caso a Feynman durante décadas hasta que sus
ideas de fabricar máquinas de tamaño ínfimo fueron rescatadas por un
ingeniero de la NASA, Eric Drexler, en 1986. Casi 30 años después, la nanotecnología es una realidad que ha revolucionado hasta la manera de matarnos entre nosotros mismos.
“Las nanotecnologías modificarán sustancialmente el entorno de la
batalla del futuro”, afirma el ingeniero de armamento Jesús Carlos
Gómez Pardo, teniente coronel del Ejército de Tierra español. El
militar participa en una monografía de 300 páginas editada por el
Ministerio de Defensa que detalla con exhaustividad las aplicaciones de
la nanotecnología a los ejércitos.
El teniente coronel dibuja un soldado del futuro de “máxima
letalidad” con un uniforme inteligente que le ofrece protección
antibalas y contra amenazas nucleares, biológicas y químicas, gracias a
cientos de láminas de nanoarcillas. “Los nuevos sistemas de armas
convencionales, en los que la presencia de las nanotecnologías será
elevada, tendrán una mayor letalidad sobre el objetivo, minimizando el
daño sobre la población civil”, vaticina el militar en la monografía
Nanociencia, nanotecnología y defensa, presentada el viernes en Madrid
por el teniente general Alfonso de la Rosa Morena, director del Centro
Superior de Estudios de la Defensa Nacional.
Sus vaticinios no son ciencia
ficción. El Ministerio de Defensa financia, mediante el programa
COINCIDENTE, el desarrollo de prototipos militares a partir de
tecnologías maduras en la vida civil. El Instituto Tecnológico La
Marañosa, principal organismo de investigación del Ministerio, trabaja
con nanosensores para miniaturizar los sistemas de guiado de munición y
conseguir una máxima precisión. El proyecto GRETA-DAD, detalla Gómez
Pardo, está desarrollando un sistema de guiado láser de cohetes de 70
mm. En su sede de San Martín de la Vega (Madrid), la misma tecnología
se está integrando en un cohete para vehículos aéreos no tripulados,
más conocidos como drones.
“Otro desarrollo importante es el de las estructuras
cuánticas para la miniaturización de armas de energía dirigida, tales
como cañones de microondas y sistemas láser de alta energía que pueden
actuar como perturbadores direccionales o cañones dependiendo de la
potencia del láser”, añade el teniente coronel. La
multinacional española Indra trabaja en la miniaturización del láser de
su sistema MANTA DIRCM, contra misiles guiados por infrarrojos para la
defensa de aeronaves.
“También se está trabajando en el desarrollo de armas personales con
capacidad para neutralizar grupos de personas”, continúa el militar.
Según el informe, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado podrán
contar con armas no letales de este tipo gracias a la aplicación de la
nanotecnología a sistemas de microondas y microláseres.
Gómez Pardo es el único autor militar de la monografía. Su
coordinador es Ildefonso Díaz, catedrático de Matemáticas Aplicadas de
la Universidad Complutense de Madrid, que ya adelantó algunas de sus
conclusiones durante unas jornadas organizadas en diciembre por el
Instituto Tecnológico de Matemática Industrial (ITMATI) en A Coruña.
El documento afirma que el uso de
polímeros, unas macromoléculas, reforzados con nanopartículas, como el
poliuretano reforzado con nanoarcillas, reducirán el peso de los
blindajes de los vehículos hasta en un 60%. Y, gracias a fibras
superresistentes de nanotubos de carbono, la resistencia al impacto de
bala se multiplicará por tres o por cuatro respecto a los blindajes
actuales, disminuyendo también el peso. Con estos blindajes ligeros,
será más sencillo transportar vehículos de combate en aviones de
transporte hasta el campo de batalla.
El teniente coronel subraya que el avance de la nanoelectrónica está
permitiendo el desarrollo de “microrrobots artillados”, con un
armamento adaptado al combate urbano. “Ya se utilizan ejércitos de
robots ratas para la localización de personas en grandes catástrofes”,
expone Gómez Pardo.
El uso de nanomateriales, más ligeros y con menor volumen, está
facilitando la fabricación de municiones complejas, con mayor espacio
para la carga explosiva y, por tanto, mayor letalidad. También aparecen
materiales superpenetrantes. “El empleo de wolframio nanocristalino
mejora las capacidades de penetración de los actuales proyectiles de
energía cinética, incluso las del proyectil de uranio empobrecido,
prohibido por sus potenciales riesgos para la salud de las personas”,
reconoce el ingeniero de armamento.
Los militares también están aplicando la nanotecnología para intentar hacer “invisibles” a los aviones de guerra.
“Las estructuras de las aeronaves de combate se cubren con materiales
de absorción radar para minimizar su firma radar. Existen pinturas a
base de esferas de carbonilo de hierro o ferrita que transforman la
radiación radar en calor”, apunta el teniente coronel.
La monografía plantea la creación de
enjambres de satélites miniaturizados dotados de armamento. “Estos
satélites espía, con capacidad de destrucción, pueden adherirse a
satélites grandes sin ser vistos y proceder a su destrucción total o
parcial interrumpiendo sus comunicaciones o sus observaciones de la
Tierra”, explica el militar.
“En este campo todo va tan deprisa que hasta las patentes se han
quedado anticuadas. Las grandes empresas no patentan, les basta con ser
las primeras”, afirmó en la presentación de la monografía otro de sus
coautores, Fernando Briones, investigador del Instituto de
Microelectrónica de Madrid (CSIC). “¿Quién cree que un país respeta las
patentes en la guerra? ¿Qué más dan las patentes?”, abundó Antonio
Hernando, también coautor y catedrático de Magnetismo de la Materia en
la Universidad Complutense de Madrid.
El teniente coronel Gómez Pardo alerta de las “grandes
incertidumbres” que se pueden generar por el mal uso de la
nanotecnología y pide que los avances sean monitorizados por comités
internacionales constituidos por militares, diplomáticos y científicos.
“Estamos ante una revolución tecnológica”, opina el militar, que “hay
que potenciar pero a su vez controlar”.
(Con información de El País)
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