Ángel Guerra Cabrera
La
revolución bolivariana y chavista ha sido atacada desde sus inicios,
pero no ha tenido un minuto de tregua desde la muerte de Hugo Chávez,
de la cual se cumplen hoy dos años. Estados Unidos y la oligarquía
consideraron que la ausencia del carismático líder histórico crearía el
clima ideal para destruirla frente a un chavismo que, pensaban, se
dividiría y no sería capaz de sobrevivir a su creador y comandante.
El razonamiento no era del todo descabellado pues la ausencia física
de Chávez sí que se ha hecho sentir, y mucho, no sólo en Venezuela,
sino a escala regional y mundial. De él dijo Fidel Castro que Cuba
había perdido a su mejor amigo y añadió: ni siquiera él mismo
sospechaba cuán grande era.
Lo que no tienen en cuenta el imperialismo y la contrarrevolución es
la capacidad del chavismo para sobreponerse, el acumulado de conciencia
política sembrado por su líder en ese peculiar colectivo humano, ni la
lealtad y estrecha unidad con que ha respondido a este desafío la
dirección político-militar de la revolución con el presidente Nicolás
Maduro al frente.
El ataque contra el bastión revolucionario venezolano está
utilizando este año una táctica que Maduro ha calificado de manera muy
gráfica como de golpe permanente. Este se desarrolla desde el 12 de
febrero y parte de la base de la conocida teoría imperialista del
dominó, según la cual al tumbar una ficha todas las demás caen en
cascada. El intento de llevar a un golpe militar ese día fracasó
estrepitosamente pero sus componentes de guerra mediática y económica
se han intensificado.
Y es que Washington y la contrarrevolución no renuncian a destruir
la revolución bolivariana y con ello lograr el desmantelamiento de la
arquitectura de unidad e integración latino-caribeña, comenzando por el
ALBA, lo cual supondría el derrocamiento de los gobiernos que lo
integran.
Lógicamente, una operación de esa magnitud exige desprestigiar a
Maduro en su calidad de cabeza de la Revolución. De allí que se cuentan
por miles las horas y las palabras que diariamente son dedicadas por el
ejército mediático neoliberal a mentir descaradamente sobre la presunta
incapacidad y carácter dictatorial del mandatario venezolano.
Se busca preparar las conciencias de millones de personas que
integran las audiencias cautivas de esas fábricas de mentiras no sólo
para aceptar el golpe de Estado en Venezuela, sino incluso para
desearlo ante los desmanes y abusos que se le achacan al presidente y a
los miembros de su administración.
Irónicamente,
este plan lo genera el gobierno del país que más guerras de agresión,
muertos y mutilados ha ocasionado desde mediados del siglo XIX, cuando
arrebató a México la mitad de su territorio, donde el presidente ordena
el espionaje masivo de sus gobernados y ha decidido desde hace años el
asesinato de cientos de personas por sus drones y grupos de
operaciones especiales, donde hay millones de niños viviendo en la
pobreza, la desigualdad social llega ya a los niveles previos a la gran
depresión de 1929 y la policía asesina impunemente a negros o latinos
cada vez con más frecuencia.
Con la guerra sicológica se pretende justificar el mayor de los
crímenes. Pues no hay nada más criminal que arrebatar a un pueblo la
soberanía, la democracia participativa y protagónica y las conquistas
sociales, como las alcanzadas por Venezuela bajo la dirección de Chávez
y continuadas por Maduro bajo el ataque incesante de la
contrarrevolución.
Además de sus logros sociales colosales en 16 años de chavismo,
Venezuela se ha caracterizado por la solidaridad con los pueblos de
América Latina y el Caribe y del mundo entero.
No es extraño que haya recibido el apoyo del Caricom, la Celac y Unasur frente a los aprestos golpistas.
He ahí la explicación de la despiadada guerra económica contra los
venezolanos. Es un mal ejemplo que el imperialismo y las oligarquías no
pueden tolerar por más tiempo. Pero la guerra económica se acentúa
ahora aún más aprovechando la baja de los precios del petróleo para
provocar desasosiego y desesperación en la ciudadanía que conduzca a la
pérdida de fe en la revolución.
La guerra mediática y económica forman parte de lo que se ha dado en llamar golpe
suave, del cual aquí encontramos una explicación sintética, que nos recuerda lo ocurrido en situaciones tan diferentes como Ucrania y Libia. Sólo que en Ucrania y Libia no había nada parecido al chavismo.
Twitter: @aguerraguerra
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