Andrés Figueroa Cornejo
Adital
Combatir
por el derecho al agua en Chile se vuelve inmediatamente una causa
anticapitalista, esto es, radicalmente humana. El solo caso de los estragos
contra los pueblos que componen la comunidad de la región de Coquimbo que ha
provocado la Minera Los Pelambres del poderoso grupo Luksic – una de las 100
fortunas del planeta-, ilustra las condiciones que impone el Estado empresarial
chileno.
Estado que no sólo subsidia al capital desde la tiranía pinochetista a
través del saqueo de los ahorros previsionales del pueblo trabajador que
comportan las AFP, las privatizaciones a precio de feria y la salvación
directa, constante y con tramas de crimen perfecto contra la población, sino
que también pone a disposición de la minoría que organiza la vida por el momento
al sistema judicial, al legislativo y, no faltaba más, a las policías
militarizadas. Capitales, burocracia y represión contra la mayoría abrumadora
que apenas cuenta con su fuerza de trabajo para sobrevivir (cada vez más
flexibilizada y precarizada).
"Comunidades
de defensa del recurso hídrico del valle del Choapa” se llama la fuerza popular
que enfrenta los intereses privados de Luksic, el mismo holding nativo y en
expansión transnacional que alimenta económicamente al partido único del
sistema político chileno que aún es denominado como duopolio –Nueva Mayoría y
Alianza por Chile-, como si los partidos demócrata y republicano
norteamericanos representaran dos proyectos alternativos, toda vez que sus
distancias en cuanto a los intereses socio-económicos que expresan, se diluyen
a la hora del asesinato y el genocidio en Oriente Medio, África, Asia y en casi
la totalidad de América Latina.
Según
la Corporación Nacional Forestal (CONAF) e investigaciones realizadas por la
ONU, Chile es uno de los países más afectados por la desertificación,
degradación de la tierra y sequía a nivel mundial, afectando a casi dos tercios
del territorio continental. Por eso la Minera los Pelambres de los Luksic se
roba por fuerza y ganancia el agua dulce del Río Choapa con fines de relave de
cobre y metales asociados (procesos de flotación y lixiviación de minerales),
práctica que envenena todo. Considerando que estamos hechos de agua y tiempo,
es un asunto de vida o muerte.
Las
"Comunidades de defensa del recurso hídrico del valle del Choapa” están
formadas por personas comunes y silvestres puestas en una situación crítica de
las localidades de Salamanca, Caimanes, Chillepín, Punta Nueva, Coirón,
Panguesillo, Palo Alto, entre otras. En su declaración conjunta, el movimiento
afirma que su objetivo es "solicitar a Minera Los Pelambres la instalación de
una planta desalinizadora de agua de mar, todo con el fin de que su proceso
metalúrgico sea realizado con dicho recurso y no con el poco recurso hídrico
actual del Rio Choapa”. A vista de luchadores/as de otras latitudes la demanda
podría parecer mínima. Sin embargo, en el marco del ultra capitalismo chileno,
lo mínimo todavía es lo máximo. La sociedad del país (salvando a la centenaria
resistencia Mapuche y a los episódicos levantamientos estudiantiles de los
últimos años) transita el pedregoso derrotero de la acumulación de fuerzas
sociales en medio de la actualización de las luchas populares históricas y de
las derrotas del golpe de Estado de 1973 y de la resistencia contra la
dictadura. La pérdida del miedo, la toma de conciencia y las nuevas armaduras
del pueblo parecen amanecer desde los bordes y desde abajo. Desde los bordes
sociales y geoeconómicos y desde las clases más castigadas por la refundación o
contrarrevolución del capitalismo más paradigmático del planeta.
En fin.
Las comunidades dañadas por el mega negocio minero y la agroindustria, seca,
mata y rebela. Por eso también exigen "detener el amedrentamiento, detención y
apremios ilegítimos a dirigentes y miembros de la comunidad organizada”. Casi
es una obviedad relevar la subsecuente represión policial que han sufrido las
mujeres y hombres del Choapa durante su batalla sin más armas que la unidad y
las acciones directas que han emprendido a través de cortes de ruta,
paralizaciones, tomas, y sin pegar un solo tiro. Qué más da: las comunidades
luchan por su vida y las policías, el poder judicial, legislativo y ejecutivo,
en cambio, por dinero. Sí, el soborno, la corrupción y los intereses económicos
privados suelen llegar al crimen. Pero el combate por la vida saca a relucir la
imaginación, solidaridad y fortalezas colectivas que no tienen precio.
Hasta
el final de este breve artículo, la batalla de los pueblos del Choapa se
mantiene en tensión y se auto organiza a zancadas apremiantes. Tratarán de
capitalizar el conflicto aparatos y eventuales caciquismos políticos
funcionales al capital con miras a las elecciones de todo tipo. Los de arriba
intentarán imponer sus intereses por desgaste. Pero históricamente el
capitalismo produce indignación popular y la indignación popular, rebeldía e
insubordinación. Y se trata de agua, de la materia liberada desde donde salimos
y que nos ha hecho posibles. No es la lucha por un bono de fin de conflicto o
la ampliación de la capacidad de endeudamiento de las personas. Aquí
está en juego el principio de vida.

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